Los cientos de acarreados que estuvieron en el Zócalo para escuchar al presidente con un discurso reiterativo plagado de mentiras, salieron con varios regalos bajo el brazo, el principal, el riesgo de haberse contagiado de COVID y sus variantes, además de llevar a sus hogares la palabrería hueca que nada sirve para atenuar la galopante inflación y la pérdida de empleos.
El COVID Fest celebrado en la principal plaza pública del país, sirvió para enaltecer el ego de AMLO, aunque en la realidad, él lo sabe, cada vez es mayor el rechazo que pesa en sus hombros por los malos resultados de su administración, tanto en temas económicos como en inseguridad, la crisis de desabasto de medicamentos y en general por el colapso del sistema público de salud.
El tamaño de la irresponsabilidad al convocar a un evento masivo con motivo de los tres años del gobierno, ante una posible cuarta ola de contagios del COVID-19, por la nueva cepa, cae en los terrenos fangosos de la ilegalidad.
El subestimar, desde el principio de la pandemia, al ‘bicho’, al burlarse del uso del cubrebocas, anteponiendo para combatirlo, el uso de estampitas que trae AMLO en su cartera, además de sus eternos 200 pesos, provocó que amplios sectores de la población lucieran incrédulos, incluso, ante la existencia del virus.
En estos momentos en que el mundo enfrenta una lucha desigual contra las variantes del COVID, en especial con el ómicron, AMLO hizo su COVID Fest, valiéndole queso el alto riesgo de contagió que representó congregar a una multitud que fue más obligada por sus líderes que por un deseo voluntario de escuchar al mesías.
En las alcaldías hubo autobuses dispuestos para transportar a los beneficiados de los programas sociales-electorales al COVID Fest, al tiempo de que los sindicatos oficiales movilizaron a sus bases rumbo al Zócalo, incluso algunos gobernadores y alcaldes del país no quisieron quedarse atrás en la convocatoria y también mandaron a su gente a la fiesta del contagio.
Lo que se vivió el día de ayer en el corazón del país es una afrenta para el grueso de los mexicanos que viven los latigazos del populismo en carne propia.
El rollo mañanero marea a menos mexicanos en virtud de que contrastan el discurso oficial con la cruda realidad.
Cuando los precios de la canasta básica y de otros insumos suben como la espuma, AMLO se jacta de que vamos bien y de que los mexicanos son cada vez más felices.
Más de 600 mil familias viven con el luto de haber perdido cuando menos un familiar por COVID-19 y con el dolor de que muchos de ellos se pudieron haber salvado si los hospitales públicos los hubieran atendido de inmediato y con eficacia.
La celebración lastima a esos 4 millones de nuevos pobres o a los habitantes de extensas regiones del país que viven bajo la égida de los criminales.
Estamos ante un Estado fallido que perdió buena parte del territorio nacional a manos de los delincuentes; y de un gobierno que desmanteló el Seguro Popular y el abasto de medicamentos y vacunas, en aras de nuevas instituciones como el Insabi, que solo sirven para generar cadáveres.
En materia de salud existe un desabasto de medicamentos y la cobertura en este sector bajó de 28.2 por ciento a 16.2 por ciento, es decir, 15.6 millones de mexicanos se quedaron sin acceso a la salud.
Esto es lo que celebró el presidente de México y los asistentes a su verbena popular.
No hay un solo número, no hay un solo indicador, en economía, en seguridad, en salud, por decir solamente tres temas, uno solo en donde se puede decir que le ha ido mejor a este gobierno.
Se destruyó el fondo contra gastos catastróficos (el Fonden), las estancias infantiles, el Instituto Nacional del Emprendedor, por mencionar algunos, sin importar si la gente muere por dejar de recibir atención y apoyos.
Todo lo anterior no es relevante, lo importante es darle a la gente pan y circo para que se distraiga del desastre. Bienvenido en este sentido el COVID Fest.