Desde San Lázaro

México tiene hambre

Los sectores más desprotegidos padecen los efectos de la carestía de los alimentos, que presentan una escalada de precios como no se veía desde hace 21 años.

La inflación se come el sueldo de los sectores sociales más desprotegidos, quienes padecen los efectos de la carestía de los alimentos, que presentan una escalada de precios como no se veía desde hace 21 años.

El discurso presidencial de que todo va bien contrasta con el México que presenta otra realidad, en donde la lucha por la supervivencia cotidiana de más de la mitad de la población, es cruenta e inhumana, sobre todo porque existen los recursos públicos suficientes para paliar la pobreza y la marginación, empero, se prefiere destinarlos a las prioridades que le interesan a López Obrador y no para revertir tal situación.

Desde la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec) informan que ahora el consumo de los mexicanos se caracteriza por no comprar de forma frecuente los productos enlatados, huevos y lácteos y productos agropecuarios, entre otros, y optan por artículos de la canasta básica que son más económicos.

Como se sabe, el ingreso de las familias se conforma por varias fuentes de dinero de varios de sus integrantes, y no como antes que había un solo proveedor.

La supervivencia se va adaptando a los ingresos de que se dispone y para lo que alcanza.

Antes se contaba con una extensa gama de programas de política social que paliaban la pobreza y por lo menos, una parte de la población marginada tenía acceso a servicios básicos de alimentación, salud, educación y apoyos para mejorar su vivienda; ahora, la mayoría de esos programas se han cancelado para dar paso a la ayuda económica directa, que ciertamente no llega a los más pobres y cuando llega, la destinan a la compra de productos que no necesariamente ayudan a alimentarse mejor.

Como una herencia maldita de la ahora disfrazada candidata de Morena para contender por la gubernatura del Estado de México, Delfina Gómez, fue la cancelación de las escuelas de tiempo completo, en donde se les daba por lo menos una comida caliente a los estudiantes, que en muchos casos era el único alimento al día que hacían; ahora ni eso y por supuesto en sus maltrechos hogares no alcanza el dinero para tener a la mano un buen bocado de proteína.

Lastima observar que sin importar el origen partidario del presidente en turno, la marginación avanza en territorio nacional con la falta de oportunidades, orillando a muchos jóvenes y niños a convertirse en carne de cañón de los criminales.

Con AMLO se ha sufrido un retroceso en el combate a la pobreza, ya que durante su administración, de acuerdo el Coneval, ha crecido el número de mexicanos en situación de pobreza, cifra que ronda los cuatro millones de personas más.

La medición de los programas de política social en el impacto para abatir la pobreza en América Latina es decepcionante y con una tendencia hacia la inutilidad de estos.

En México esos indicadores son peores, desde luego hay que considerar que la irrupción de la pandemia por el Covid-19 agravó todo, aunque este dato es marginal si se considera que toda la política social del gobierno de la autollamada 4T es errónea y no sirve para mitigar la pobreza.

Ahora, no solo los pobres tienen problemas para comer, sino también la clase media enfrenta el reto de comer con niveles aceptables que otorguen una nutritiva alimentación.

En momentos en que el Congreso está por discutir el Paquete Económico para 2023, es necesario que los legisladores aprueben los apoyos necesarios para que, por lo menos, haya alimento para todos y para subsidiar los productos que componen la canasta básica.

Mientras que los políticos se enfrascan en discusiones estériles, la población padece los efectos de la inflación, violencia, pobreza, hambruna y carencia de oportunidades, elementos que conforman el coctel molotov de la insurrección y la ingobernabilidad.

Hemos insistido en este espacio que ese México real no se puede tapar con las mañaneras, ni con encuestas amañadas que dan cuenta de una supuesta popularidad del principal huésped de Palacio Nacional.

Estamos ante una población que no se alimenta bien y muchos ni siquiera eso. Por un lado, hay hambre y pobreza, y por otro, los malos hábitos alimenticios de la población arrojan el mayor número de enfermos por diabetes en el mundo.

De ese tamaño es el reto y ante ello, solo oímos ocurrencias y observamos los fuegos pirotécnicos que son lanzados todos los días por el presidente para desviar la atención de los problemas más acuciantes.

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