Desde San Lázaro

Las reglas para las ‘corcholatas’

Con la irrupción de una incipiente dictadura en México, el gobierno de Joe Biden, por razones de seguridad interna, está muy interesado en conocer al candidato de López Obrador.

A estas alturas del partido habrá todavía un ingenuo que crea que la definición del candidato o candidata de Morena para buscar la Presidencia de la República se basará exclusivamente en lo que señalen las encuestas que contratará y pagará Morena.

Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal llevan meses exigiendo las reglas para definir al candidato presidencial de Morena, no obstante el destape que hiciera Andrés Manuel López Obrador de sus corcholatas desde hace más de un año.

Estos dos suspirantes saben que los dados están cargados en favor de Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López y no por sus capacidades profesionales, políticas o de liderazgo, sino simplemente porque tendrán correa de mando directa del tabasqueño cuando éste deje la silla presidencial.

AMLO acaba de declarar que toca a Morena definir las reglas para las corcholatas, sin embargo, dice el mandatario, éstas deben considerar que no haya tapados, ni dedazo y que el pueblo sea el que decida.

Bajo estas condiciones básicas no tendrían ninguna posibilidad de abanderar la causa del Movimiento de Regeneración Nacional para ganar la elección, ni Claudia y menos Adán Augusto, ya que sus niveles de aceptación a lo largo y ancho del territorio nacional son muy bajos, más del titular de Gobernación, quien aún con su discurso beligerante contra los gobernadores de oposición, no ha podido despuntar.

Si fuera por popularidad, ambos personajes están derrotados, pero eso no tiene la menor importancia porque son los favoritos del principal huésped de Palacio Nacional.

Así que la farsa del proceso de selección del candidato presidencial de Morena se mueve en tierras movedizas, en donde cualquiera se puede ir al fondo y más si con esta simulación, se abre la puerta de par en par para que la disidencia salga para sumarse al frente opositor.

En los corrillos políticos se menciona con insistencia la incorporación de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal como un trabuco que buscaría ganar la presidencia de la República con otras franquicias políticas ajenas a Morena, como Movimiento Ciudadano, PRD o incluso el PVEM.

O abanderar a una coalición conformada por estos tres partidos o, más aún, sumarse a MC con un candidato de espolones como sería Luis Donaldo Colosio Riojas.

Ante la cerrazón y la simulación, solo queda el camino de la dignidad y de buscar espacios que permitan avanzar la permeabilidad política para acceder a puestos de poder.

Si en estos momentos el fuego amigo en Morena está al tope, no quiero imaginar cómo se pondrá en la víspera de la definición de la candidatura presidencial.

La desesperación de Claudia Sheinbaum por bajar de la contienda a Ricardo Monreal, se refleja en el contubernio que trae con Layda Sansores, gobernadora de Campeche, para golpear al senador con la divulgación de audios obtenidos de forma subrepticia e ilegal.

De igual manera, se traen debidamente “aceitadas” a varias casas encuestadoras que mes a mes ubican en primer lugar a la jefa del Gobierno capitalino y viniendo de atrás, Adán Augusto López que ya le está pisando los talones a Marcelo y a Monreal.

Este absurdo que presentan los estudios demoscópicos corresponde a la lógica de hacer encuestas a modo de quien las paga, en lugar de reflejar una simple realidad.

Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal les triplican, por lo menos en años de servicio en responsabilidades relevantes, a las otras dos corcholatas, empero, milagrosamente, por arte de magia de las encuestas maiceadas, están peor colocados que “los favoritos”.

Ha insistido AMLO que no sería deseable que una minoría sea la que decida sobre los candidatos, “proceso que antes realizaban hasta en el extranjero”.

Este argumento es una verdad a medias, ya que los presidentes en turno, fueran del PRI o del PAN, le corrían la atención a sus homólogos norteamericanos sobre los posibles precandidatos del partido dominante para competir por la presidencia.

No para que incidieran en la decisión, sino para mantenerlos informados de primera mano sobre el relevante proceso que solo correspondía a los políticos mexicanos.

Lo que son las cosas, ahora con el presidente López Obrador y con la irrupción de una incipiente dictadura en México, el gobierno de Joe Biden no solo ve con recelo este hecho, sino que, por razones de seguridad interna y en defensa de los regímenes democráticos del orbe, estarán muy pendientes e interesados en conocer al elegido por AMLO y que este personaje se comprometa a apuntalar el régimen democrático, al tiempo de combatir al narcoterrorismo existente del lado sur del río Bravo.

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