Desde San Lázaro

El ocaso del presidente

López Obrador está en pleno ocaso, a pesar de pretender consolidar una figura presidencial fuerte con la cooptación de varios organismos públicos autónomos.

Faltan poco menos de 22 meses para que termine el sexenio del presidente López Obrador y por lo que se juzga, está en pleno ocaso, a pesar de pretender consolidar una figura presidencial fuerte con la cooptación, entre otras medidas de control, de varios organismos públicos autónomos como la Comisión Nacional de Derechos Humanos o la misma Fiscalía General de la República, por citar tan solo algunos ejemplos.

Esa fuerza que pretende tener el jefe del Ejecutivo federal ha sido golpeada por uno de sus exsubalternos que lo acompañaba cada semana en las mañaneras, me refiero al exsubsecretario de Seguridad, hasta hace dos semanas, Ricardo Mejía, quien no obstante haberse comprometido a respetar los resultados de las encuestas de Morena para medir la popularidad de los aspirantes a la gubernatura de Coahuila, le valió queso ese compromiso cuando perdió ante el senador Armando Guadiana, y le votó la chamba al presidente de forma grosera, ya que solo le envió “un papel” para anunciarle su dimisión.

Con la fractura del bloque oficialista en Coahuila, Morena perderá en esa entidad y con ello romperá la inercia ganadora que traía ese partido en el territorio nacional.

Lo grave del asunto es que la derrota del partido oficial contaminará la elección en el Estado de México, en donde los aliancistas conformados por el PRI, PAN, PRD y Nueva Alianza, han cerrado filas a pesar de la eventual traición de dos de sus aliados más notables, me refiero a Alejandro Moreno, líder nacional de los tricolores y el gobernador Alfredo del Mazo, para alzarse con el triunfo con Alejandra del Moral.

En la entidad mexiquense se asienta uno de los grupos políticos más relevantes del país, conformado por priistas de cepa y, por si fuera poco, también existe un bloque empresarial de relevancia que ya decidió apostar con todo para que el Revolucionario Institucional no pierda su bastión más importante.

El ocaso de AMLO comenzó con la marcha ciudadana del 13 de noviembre en defensa del INE y de la democracia, porque luego se sucedieron diversos acontecimientos que resultaron en dolorosas derrotas para el principal huésped de Palacio Nacional.

El rechazo en el Congreso de la reforma electoral de AMLO, obligó a diseñar un plan B para reformar seis leyes electorales secundarias y que en estos momentos están listas para ser activadas cuando los legisladores regresen a la actividad con su nuevo periodo ordinario de sesiones, aunque al final del día el asunto terminará en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al prosperar la controversia constitucional impulsada por los opositores, ya que a la nueva presidenta, la ministra Norma Lucía Piña, no le tiembla la mano para respetar el orden constitucional.

Luego vino la elección del nuevo presidente del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, Guillermo Valls, personaje que luchó contra la nomenclatura oficialista que buscaba imponer a uno de sus incondicionales en esa posición.

En la última etapa de 2022 y arranque de este año, se desgastó en demasía la figura presidencial al defender a la ministra plagiaria Jazmín Esquivel y a su esposo, uno de sus constructores favoritos, José María Riobóo; además de entrarle al quite en la sucesión al tirarle una tabla de salvación a Claudia Sheinbaum ante su Waterloo, léase el Metro, con el envío de seis mil elementos de la Guardia Nacional.

Desde luego, la reunión de los líderes de América del Norte, celebrada en México, fue adversa al presidente López Obrador, porque se dobló ante sus contrapartes de Estados Unidos y Canadá, al aceptar sus condiciones en temas muy sensibles como son: la aprehensión de Ovidio Guzmán, la persecución en serio de los capos de la droga; convertir a México como tercer país seguro en temas migratorios; e impulsar las energías limpias, entre otros temas, aunque le cabe la satisfacción a AMLO de lograr una victoria pírrica con la aceptación de Joe Biden de aterrizar en el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles.

La falta de liquidez en las arcas federales ante la caída internacional de los precios del petróleo y el déficit en las finanzas públicas, aunado a la baja en la recaudación tributaria y el exorbitante gasto por los intereses de la deuda, las pensiones, los programas de política social con tintes electorales y el sobrecosto de las tres obras insignia de AMLO: la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles, han puesto contra la pared al presidente porque carece del margen de maniobra presupuestal para fortalecer su presidencia y asegurar el triunfo en Edomex y la elección presidencial en 2024.

Con el paso del tiempo, sus corcholatas crecerán proporcionalmente a su declive y si surge un candidato único de la oposición, pues las cosas se complicarán aún más para el presidente López Obrador, en la última etapa de su administración.

COLUMNAS ANTERIORES

Alfaro se orina fuera de la bacinica
El autoritarismo con piel de oveja

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.