Ahora que se ponderan en la Cámara de Diputados los aspectos relevantes de los Pre-Criterios 2024, varios legisladores del bloque oficialista y de la oposición han puesto sobre la mesa la desaparición de algunas secretarías de Estado por considerarlas obsoletas, disfuncionales y por su nulidad en los temas para los que se gestaron.
Tal es el caso de la Secretaría de Turismo, en donde cobra como titular Miguel Torruco, quien ha “nadado de muertito” al frente de esa dependencia que cada vez pierde más atribuciones en detrimento de ese sector y que, si no fuera por el esfuerzo de los prestadores de servicios turísticos y de las dependencias estatales, estaría peor de lo que se encuentra ahora.
Desde que el presidente López Obrador asumió el poder se dedicó a quitarle capacidades de infraestructura e institucionales a la “industria sin chimeneas”, con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, que ese sí iba a ser una de las 10 mejores terminales aéreas del mundo en cuanto a la transportación de pasajeros; sin embargo, por un capricho del tabasqueño, se decidió tirar a la basura a la obra, que ya llevaba un avance de 30 por ciento y que en estos momentos estaría trabajando en pleno apogeo y con una capacidad para atender con creces la demanda creciente.
En forma paralela, y ante la complicidad de los empresarios que eran parte de la junta directiva del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), el jefe del Ejecutivo federal amaneció de malas y decidió liquidarlo en detrimento de la promoción de los productos turísticos mexicanos en el mercado nacional e internacional, y con ello le dio el tiro de gracia a esta actividad, que genera uno de cada 10 empleos formales que se crean en el país, al tiempo de que es un importante generador de divisas y desarrollo regional.
Antes, la Sectur o el CPTM eran los encargados de montar los pabellones de México en la ferias internacionales y en ellos se cobijaba a las entidades federativas con espacios para que cada quien montara la oferta turística de cada estado; sin embargo, desde que llegó Miguel Torruco se diluyó el apoyo federal en este tipo de actividades a tal grado que, ahora, solo acude este funcionario para hacer acto de presencia y párele de contar.
Si acaso, hace caravana con sombrero ajeno, ya que se monta en los esfuerzos que hacen los privados y los estatales y alguno que otro municipio y párele de contar.
El recurso económico con que se fondeaba el CPTM era el derecho que se cobra a los turistas internacionales en el uso de los aeropuertos, y ahora se destina a la construcción de las tres obras insignia de AMLO, como son la refinería de Dos Bocas, inaugurada en julio del año pasado, pero que a la fecha no ha refinado nada; el aeropuerto Felipe Ángeles, prototipo de la ineficiencia y la nula planeación, y el Tren Maya, que además de devastar la selva del sureste mexicano, las áreas arqueológicas y en general la ecología de la región, entrará en plena operación cuando AMLO ya no viva en Palacio Nacional.
Si alguien hubiera pedido un catálogo de acciones para ‘desmadrar’ a la actividad turística del país, solo tendría que observar lo que han hecho el presidente y su secretario de Turismo, para encontrar la fórmula de la destrucción del sector.
La estrategia de “abrazos, no balazos” ha resultado un fiasco para combatir a los criminales, quienes se han apropiado de vastas regiones del territorio nacional, con el beneplácito de las autoridades federales y estatales y ello ha dañado la imagen que tiene México en el ámbito internacional con una consecuencia directa en el flujo de turistas extranjeros.
Por si fuera poco, ya se ordenó desde Palacio Nacional aniquilar a Fonatur, organismo que mantiene en plenitud a los Centros Integralmente Planeados (CIP), como son Cancún, Los Cabos, Ixtapa, Cozumel y Huatulco, entre otros, para destinar ese recurso a “otras prioridades del gobierno de la 4T”.
Ya se podrá imaginar, estimado lector, en qué condiciones quedarían estos destinos turísticos de excelencia, si Fonatur sale de ellos, pues serán otro ejemplo vivo de las decisiones que provienen de ocurrencias, ignorancia y de la perversidad.
Por fortuna, varios gobiernos estatales, como Quintana Roo, ya anunciaron que así como crearon su propio Consejo de Promoción Turística, también conformarán un organismo público que se aboque a cubrir con las atribuciones que tiene Fonatur en esas entidades.
Y en medio de todo este desastre, en dónde diablos está Miguel Torruco, o qué está haciendo para contrarrestar los efectos de estas pésimas decisiones.
Las respuestas terminan en la obviedad de que la Sectur vive tiempo extra como Secretaría de Estado, para convertirse en una dirección general de la Secretaría de Economía o, a lo mejor, de la Secretaría de Cultura, ya que solo es una dependencia de adorno.