Cuando se ponen creativos los legisladores de Morena, PT y PVEM y, a veces, Movimiento Ciudadano, no sabe uno si van a disponer de las reservas internacionales del Banco de México o de las Afore, o castigar la libertad de expresión o proponer darle el Premio Nobel de la Paz al presidente, o más aún, reducir las jornadas laborales y aumentar los días de vacaciones.
No faltará algún diputado en subir a la tribuna del salón de plenos de San Lázaro a proponer que, aun sin tener utilidades, las empresas deben otorgarle un bono de productividad a sus trabajadores.
En lugar de promover acciones para incentivar el círculo virtuoso de la productividad, promueven leyes para castigar a los empresarios que están sorteando la crisis económica, producto de las malas decisiones de AMLO, la pandemia, la inflación y sin apoyo alguno del gobierno federal.
Primero, fue el alza arbitraria de los salarios mínimos a niveles discordantes con el mismo crecimiento de las empresas; luego, aumentar de seis a 12 días las vacaciones y ahora, se estuvo a punto de reducir la jornada semanal laboral de 48 a 40 horas.
De hecho, en la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados ya habían aprobado el dictamen que, además, establecía disfrutar de dos días de descanso por cada cinco, cuando menos.
Al respecto, el diputado del PT, Pedro Velázquez, declaró que es un asunto de justicia social. “Se atiende el clamor de la clase trabajadora, que por décadas ha demandado mejores condiciones”.
Hay que decirlo, miles de empresas se han visto obligadas a reducir los salarios para no despedir personal o más grave aún, han cerrado y dejado en la calle a sus trabajadores.
Mientras que por la pandemia, el gobierno de Estados Unidos apoyó con una fortaleza institucional inusitada a las empresas, en particular a las pequeñas, en México no solo se les escatimó cualquier recurso, sino que se han puesto innumerables escollos para que salgan adelante.
El discurso presidencial en contra de los fifís y la clase pudiente, ha permeado entre los sectores de la sociedad que no gozan de educación e información veraz, relativo a que los empresarios son enemigos del pueblo, cuando en realidad, son los que generan los empleos en México.
Habría que cambiar la imagen de que los emprendedores son los malos de la película, para ubicarlos en su justa dimensión y, sobre todo, en el relevante papel que tienen en el desarrollo económico del país.
En este sentido, los senadores y diputados deberían promulgar leyes para defender a las empresas e industrias para permitirles crecer y con ello, generar empleos formales e impuestos, lo que, sin duda, redundaría, entre otros beneficios, en abatir la pobreza y la marginación.
Se deben promulgar leyes que den pie a políticas públicas para que los trabajadores sean más productivos y con ello, seguramente se detonarán los beneficios progresivos y proporcionales al crecimiento de las empresas.
Sin embargo, los que le tiran línea al bloque oficialista del Congreso, solo buscan la captación de votos mediante medidas populistas, en lugar de beneficiar a la planta laboral formal del país, con, verbigracia, incentivos, apoyos fiscales y la creación de un ecosistema propicio para su desarrollo.
Los sindicatos de empresas e industrias como la Canacintra, advierten que no es momento de realizar ninguna modificación a la ley respecto a la reducción de la jornada laboral o al incremento de días de descanso semanales, porque “necesitamos reactivar la productividad, que en este momento está muy por debajo de lo que necesita la economía mexicana”.
De acuerdo con datos de la OCDE, México es el país con menor eficiencia en la productividad laboral de todos los miembros de este organismo. La tasa de crecimiento de la productividad laboral en el último trimestre de 2022, según un estudio del observatorio económico México ¿cómo vamos?, muestra una disminución de 0.8 por ciento (-3.3 por ciento anualizada).
La Canacintra representa a todo tipo de industrias en el país, micro, pequeñas, medianas y grandes empresas; y de darse esta reforma antes de muchas otras, ocurrirá una competencia desleal con el trabajo informal.
Debe pugnarse por abrir más fuentes de empleo y salvaguardar las que hoy existen, en lugar de hacer leyes que solo aniquilan a la gallina de los huevos de oro.