Desde San Lázaro

Si los autoritarios no descansan, los demócratas tampoco

La democracia mexicana no se dio por una generosa concesión, es el resultado de muchas luchas de cientos de ciudadanos de varias generaciones de mexicanos.

Ante el embate del autoritarismo, está de pie la sociedad civil activa para defender el régimen democrático y el orden constitucional, y para ello se organiza para acudir a las urnas para refrendar su apoyo en favor de las libertades, los derechos y la igualdad en un proyecto que aglutina a todos y que se llama México.

Diremos que la tercera marcha nacional e internacional organizada por el Frente Cívico Nacional mantiene esa lucha permanente por defender la democracia, tal como se ha hecho en los últimos años, al tiempo de manifestarse contra las pretensiones de instaurar una incipiente dictadura.

El discurso de Lorenzo Córdova pronunciado en la plancha del Zócalo fue una pieza oratoria que plasma el sentir de millones de mexicanos por construir un país libre y sin ataduras a los caprichos del poder en turno, en donde todos los mexicanos tengan voz y voto.

Dijo el exconsejero presidente del INE que existe un acoso permanente desde el gobierno a las instituciones de la democracia y a sus integrantes para desacreditarlas e inhabilitarlos mediante mentiras, persecuciones, denuncias penales, juicios políticos, recortes presupuestales brutales y ahora, amenazas a través de iniciativas de reformas constitucionales.

Los personeros del oficialismo ya están, como caballos de Troya, en el INE, en el Tribunal Electoral e incluso en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como en varios organismos autónomos y por ello cientos de miles de mexicanos salieron a las calles para mostrar su rechazo.

La visión autoritaria pretende apropiarse de la Constitución e incluso de la bandera —que por cierto fue retirada el día de ayer del Zócalo—, y ello es inadmisible porque no son propiedad de nadie, pertenecen a todos, incluso a esas minorías que se quieren desplazar al quitarles acceso al Congreso, con la eliminación de los diputados plurinominales o los senadores de la primera minoría.

La democracia mexicana no se dio por una generosa concesión, es el resultado de muchas luchas de cientos de ciudadanos de varias generaciones de mexicanos.

El historiador Enrique Krauze afirmó que la marcha por la democracia tiene la misma relevancia que las movilizaciones del 68 y ello, de suyo, tiene implicaciones sociales y políticas de gran calado que, sin duda, tendrán un lugar en la historia.

Si las elecciones del próximo 2 de junio se desarrollan en un marco de libertad en el ejercicio del voto y sobre todo, si las instituciones electorales se comportan con pleno respeto a su autonomía e independencia, diremos que las movilizaciones habrán valido la pena, empero, si ocurre lo contrario, entonces se validan los argumentos en torno a la instauración de un régimen autoritario y represor.

Y tal como dijo Lorenzo Córdova, se volverá a ocupar las plazas públicas las veces que sea necesario y en la misma proporción a los intentos de aniquilar la democracia.

Cierto, si los autoritarios no descansan, los demócratas tampoco.

Córdova se mostró confiado en la actuación imparcial del INE en los comicios de junio —los más grandes de la historia en México— porque estarán en juego más de 20 mil cargos de representación popular, debido a que existe dentro de esa institución, el personal adscrito al Servicio Profesional de Carrera Electoral, quienes cumplen con sus tareas a cabalidad y con pleno respeto a los ordenamientos legales en la materia.

En su tercera versión, la marcha por la democracia ha provocado que los reflectores del mundo están atentos a lo que ocurre en el país, que de por sí, ya está en el ojo del huracán por la violencia y la inseguridad que campea en todo el territorio nacional y que, incluso, ya permea en el proceso electoral con el asesinato de varios candidatos y la cooptación de muchos de ellos.

Por cierto, los intentos de boicotear la marcha por parte de Martí Batres, al ordenar a sus policías prender sirenas y desconectar las bocinas instaladas en las calles aledañas al Zócalo, entre otras triquiñuelas usadas por dictadores bananeros de la región, son tan solo un reflejo de la desesperación que se vive entre el radicalismo del oficialismo.

A diez días de que comiencen formalmente las campañas políticas y a 100 días de la celebración de las elecciones, se vive una especie de efervescencia política y social, en donde más que nunca se vive una peligrosa polarización que puede dar al traste con la paz social y la gobernabilidad, ojalá que el gobierno esté consciente de la enorme responsabilidad que pesa sobre sus hombros y sobre diversas dependencias, como la Secretaría de Gobernación.

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