Desde San Lázaro

Del lado equivocado de la historia

El desdén de innumerables gobiernos a la toma de protesta de Claudia Sheinbaum es solo una muestra de la deslucida presencia internacional de México.

No se invita a la toma de protesta de la presidenta al rey de España, Felipe VI, pero sí a Vladímir Putin, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel. Esta es la visión del nuevo gobierno en materia de relaciones internacionales, que prefiere estrechar lazos con gobiernos autoritarios y antidemocráticos, que acercarse más con nuestros principales socios comerciales como Estados Unidos, Canadá y España.

Reza el dicho que “árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza”, y eso es precisamente lo que está ocurriendo a unos días de que asuma la presidencia de la República, Claudia Sheinbaum, quien, con tal de no contrariar a su mentor, está dispuesta a aguantar el desdén y las posibles represalias comerciales y retiro de inversiones de nuestros ‘amigos del mundo’.

Prefirió seguir la línea de mando del tabasqueño que iniciar su administración con un guiño de amistad y de restablecimiento de las relaciones plenas con el gobierno y la monarquía de la madre patria.

Va un dato en materia de inversión extranjera en México: de 1999 a junio de 2024, México ha recibido un total de 80 mil 566 millones de dólares en IED provenientes de España; mientras que con Estados Unidos y Canadá mantiene el T-MEC, el más productivo acuerdo comercial del orbe y que, por cierto, cualquier país desearía participar en él.

AMLO decidió pausar la relación con los tres países, al tiempo de consolidar la relación política, social y diplomática con los gobiernos afines al Foro de São Paulo, cuyo objetivo lo vemos en Cuba y Venezuela: fomentar la pobreza y la marginación para mantener el control de la población a través de las migajas de la dictadura.

Es comprensible la posición que tiene que asumir la mandataria mexicana al alinearse con López Obrador; empero, tal postura es un harakiri a su propio proyecto que busca dar resultados inmediatos para consolidar el bono democrático y de confianza que le brindaron casi 36 millones de ciudadanos.

Uno de los retos mayúsculos que tendrá el nuevo gobierno a partir del 1 de octubre es, precisamente, contar con los recursos presupuestarios para fondear los programas sociales que le heredó AMLO, cuya progresividad requiere no solo mantener el presupuesto actual, sino aumentarlo anualmente de un 10 a un 15 por ciento y ello solo se podrá concretar con los ingresos tributarios que capta el Estado, porque no hay modo que contrate más deuda.

Decíamos hace unos días que la presidenta Sheinbaum requiere por lo menos de cinco condiciones básicas para tener resultados positivos en su administración y uno de ellos es tener el presupuesto suficiente para cumplir con todas las promesas de campaña, amén de sacar a México del atolladero donde lo dejará López Obrador.

Sin nuevas inversiones extranjeras y nacionales, y sin un Estado de derecho robusto, basado en el pleno respeto a los derechos humanos, la división de poderes y un régimen democrático, pues no habrá poder humano en el planeta para que los grandes capitales elijan a nuestro país para invertir su dinero.

La reforma judicial, la militarización, el desmantelamiento de los contrapesos al Poder Ejecutivo y ahora la expropiación de la minera estadounidense Calica, de Vulcan Materials, son ominosas señales que no solo alejan a esas inversiones, sino que aumentan el riesgo para la degradación de las calificadoras internacionales.

No se puede cometer el error irreparable de mantenernos en el lado equivocado de la historia, al alinearse con gobiernos represores y antidemocráticos como es el caso de Rusia, Cuba o Venezuela, por citar algunos de los ‘nuevos amigos’ que desde hace seis años tiene el gobierno mexicano.

A partir del próximo martes, cuando Claudia Sheinbaum sea la presidenta de la República, se cumplirá su sueño más ambicioso, pero también con ello habrá asumido la enorme responsabilidad de revertir la pobreza extrema y la marginación en la que está más de la mitad de los mexicanos, y para ello requiere del concurso de todos los sectores productivos del país y del orbe.

Tanto Juan Ramón de la Fuente como el mismo Marcelo Ebrard y otras colaboradoras muy cercanas a la mandataria están construyendo puentes con el sector privado y con otros grandes jugadores de las ligas mayores del capital; empero, esos esfuerzos se diluyen con decisiones como la de pausar las relaciones diplomáticas con España, Estados Unidos y Canadá, además con varios países europeos, asiáticos y de Medio Oriente.

El desdén de innumerables gobiernos del planeta a la toma de protesta de Sheinbaum es tan solo una señal de la deslucida presencia internacional de México.

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