En el colectivo general del país se tiene la percepción de que con Donald Trump se le complicarán las cosas al gobierno de Claudia Sheinbaum y tienen razón, particularmente en tres temas que son muy sensibles para el magnate inmobiliario y que se convirtieron en sus principales promesas de campaña: la migración, el tráfico de drogas y el T-MEC; si no se doblega el gobierno mexicano a sus peticiones, no se tentará el corazón para imponer, entre otras sanciones, aranceles a productos nacionales de hasta un 25 por ciento.
En plena borrachera del gobierno de la presidenta por el triunfo logrado en la Suprema Corte al doblar al ministro Alberto Pérez Dayán para impedir que fuera declarada inconstitucional la reforma judicial, se les aparece Donald Trump, quien no se anda con contemplaciones en eso de permitir una autocracia en su patio trasero, alineada a los intereses de China, Rusia, Venezuela y Cuba.
En momentos en que México es el principal socio comercial de Estados Unidos, irrumpe Trump con la amenaza de tasar con cuotas arancelarias a los productos provenientes de su frontera del sur y ello, de suyo, acelerará la crisis económica que está en ciernes en nuestro país.
Así las cosas, tendremos que hacernos a la idea de que tampoco tendremos un T-MEC como está en estos momentos, sino al contrario, prevalecerá el proteccionismo comercial de Estados Unidos a sus empresas y trabajadores.
La devaluación del peso frente al dólar ha pasado por dos momentos en los últimos tres meses. Primero se devaluó por la obstinación —de AMLO y luego de Sheinbaum— de aprobar la reforma judicial y después con el triunfo electoral de Trump se acentuó la pérdida de valor de la moneda nacional.
Vemos que, por un factor interno y luego por un exógeno, la moneda mexicana se devalúa y con ello también se da una escalada con efecto dominó en el repunte de la inflación, la caída del PIB y de la inversión extranjera, el aumento de la deuda y los intereses y otros tantos impactos que esperemos no provoquen la degradación de la deuda por parte de las calificadoras internacionales.
La economía mexicana está sostenida por alfileres, al igual que las finanzas públicas, en donde los recursos escasean por culpa de un gasto exorbitado y creciente en términos exponenciales que se verán reflejados en el Paquete Económico de 2025.
Los programas anunciados en el primer mes de gobierno de Sheinbaum, si bien les va, tendrán un crecimiento lento y gradual el próximo año, para quedar posteriormente en un impasse, mientras suben los impuestos o contratan más deuda, o las dos opciones juntas. Al fin y al cabo, el gobierno tiene el control total sobre el Poder Legislativo para que apruebe los techos de la nueva deuda y la reforma fiscal.
Se necesita contar con el presupuesto suficiente para fondear los programas de política social y terminar las obras faraónicas que dejó su antecesor, además de subsidiarlas porque no son rentables, como el AIFA, el Tren Maya, Dos Bocas y otras tantas ocurrencias del tabasqueño, como la compra de Mexicana de Aviación o la Megafarmacia.
La presidenta requiere tener los tamaños suficientes y grandes operadores diplomáticos y comerciales para bajarle los ímpetus a Trump, porque este se tirará a fondo en sus peticiones y con todo el poder que le da ser el presidente del país más poderoso del mundo, para doblegar al gobierno de la doctora, tal como lo hizo con López Obrador y que da cuenta de ello en sus memorias.
Con Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente se tiene un equipo experimentado para sentarse con sus contrapartes norteamericanos y negociar, pero no podrán hacer mucho en virtud de que, por ejemplo, están imposibilitados junto con los mandos castrenses para atender la demanda de acabar con los cárteles de la droga, porque no se podrá ejecutar de este lado de la frontera, por la connivencia que existe entre criminales y autoridades mexicanas de los tres niveles de gobierno.
Hay que dar por hecho que los cárteles mexicanos serán considerados por el gobierno estadounidense como grupos terroristas que atentan contra su seguridad interior; y merced a ello, serán perseguidos en territorio nacional por el Ejército y las agencias de inteligencia americanas.
Si López Obrador tuvo que mandar a miles de soldados a sellar la frontera sur, ahora Trump está más envalentonado en su regreso a la Casa Blanca, y exigirá el doble de elementos y recursos para impedir las caravanas migrantes, además de exigir a México dar cobijo a todos los indocumentados expulsados de Estados Unidos.