Desde San Lázaro

AMLO, obligado a dejar la sumisión

De ninguna manera AMLO debe continuar con su discurso de amor y paz ante el mandatario estadounidense, ya que cada vez serán más grandes los reclamos y las peticiones.

La solución al conflicto migratorio y evitar caer en el juego electoral de Estados Unidos, requiere de una estrategia general que contemple como objetivo cambiar la postura de sumisión del gobierno mexicano ante Donald Trump, con diversas acciones que van desde buscar consolidar una agenda de política exterior con el respaldo internacional, particularmente de la ONU, la OEA y la comunidad europea, hasta eludir a toda costa etiquetar al país como tercer país seguro.

Hasta ahora, a López Obrador le han faltado, diremos, tamaños para enfrentarlo. Tan sólo mencionar que dejar pasar la dorada oportunidad de acudir a la cumbre del G-20 ha sido un error de proporciones mayúsculas, ya que entre los mandatarios más poderosos del orbe, seguramente hubiera encontrado empatía por las causas de México.

De ninguna manera Andrés Manuel López Obrador debe continuar con su discurso de amor y paz ante el mandatario estadounidense, ya que cada vez serán más grandes los reclamos y las peticiones, a grado tal de comprometer la soberanía y la independencia de México.

Tan sólo el permitir que la Guardia Nacional sea la border patrol de EU es una intromisión a la seguridad interior de México.

Cierto, desde el año pasado las caravanas de migrantes centroamericanos se incrementaron hasta tornarse un problema de seguridad nacional. Desde el inicio de su administración, AMLO las alentó con discursos y diversos apoyos para llegar al país, pero cuando se multiplicaron los cruces fronterizos hacia la Unión Americana, entonces se prendieron los focos de alerta.

El aseguramiento de la frontera sur es condición indispensable para preservar y salvaguardar al país; sin embargo, hacerlo bajo las condiciones del 'imperio yanqui' es inadmisible.

Bajo esta lógica se debe operar, en principio, con desligar todas las acciones que hace el gobierno mexicano de las absurdas peticiones electoreras de Trump.

Se habla de un plazo de 45 días para demostrar que se disminuyó la internación de centroamericanos a Estados Unidos; sin embargo, aunque esto se logre, nos enfrentaremos a toda una retahíla de nuevas condiciones de Trump; primero, para asegurarse de que México se convierta en tercer país seguro y, con ello, abrir un boquete de proporciones gigantescas en materia de seguridad y presupuestal, y segundo, plegarse a su agenda electoral que le garantice votos para su reelección.

La presión del magnate inmobiliario está obligando a que López Obrador ajuste su gabinete con la unción de Marcelo Ebrard como vicepresidente, quien, por cierto, es el único de sus colaboradores que tiene los tamaños para cumplir la encomienda, aunque en ello se requieren funcionarios que estén alineados al plan de trabajo del canciller, y los que no cumplan esta condición, dejen sus cargos, como sucedió con Tonatiuh Guillén, exdirector del Instituto Nacional de Migración, y seguramente vendrán otros, como Olga Sánchez Cordero, titular de Segob.

Hay que decirlo, estos cambios de funcionarios y de estrategia no serán suficientes para enfrentar la contingencia, si no se da un golpe de timón en la relación con Donald Trump.

Bien dicen que toda crisis abre al mismo tiempo oportunidades; por ello, AMLO debe representar a todos los mexicanos que se sienten agraviados por el trato brindado por Trump, con virar a una postura más enérgica y digna. Si lo hace, entonces podrá revertir el repudio que crece a diario.

De no dar el manotazo sobre la mesa, entre las consecuencias que se vislumbran, habrá durado un sexenio el arribo al poder de Morena. Estaremos nuevamente ante otra alternancia en 2024.

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