El hombre sigue en campaña y no porque carezca de entendimiento de que ya está sentado en la silla presidencial, sino porque su visión de poder trasciende la frontera de 2024, fecha en que termina su administración, para, por lo menos, seguir sentado en el trono, un sexenio más.
Esa es la visión de un hombre que a diario se encarga de dividir a los mexicanos, de exacerbar el odio entre conservadores y liberales, entre ricos y pobres, entre periodistas corruptos y zalameros, entre los buenos y los malos, entre chairos y fifís.
Un hombre que a base de propaganda barata y vacía piensa consolidar sus proyectos, en vez de resultados.
Las mañaneras son origen y destino de un proyecto que sólo trae saliva y falacias y pocos, muy pocos resultados.
El combate a la corrupción fue sólo un espejismo; la inclusión social se quedó en el discurso; el crecimiento del PIB y la bonanza para todos sólo fue una entelequia; la mejora en la seguridad pública es tan sólo una utopía y los más grave, ya con la pandemia, lo que menos interesa a Andrés Manuel López Obrador es ayudar a los mexicanos que se están muriendo o que están enfermos, o a aquellos que por millones se suman a las filas del desempleo.
Qué habrán hecho los nativos de un país que tiene todos los recursos naturales, de lo más vasto del mundo y, en contraparte, llega a la presidencia de México un personaje que en pocos meses ha llevado al país a décadas de retraso y de ignominia.
Efectivamente, el hombre sigue en campaña, ahora está enfocado totalmente en las elecciones del próximo año, para ello, está acumulando una fortuna, principalmente por préstamos internacionales del Banco Mundial, que permanece en las arcas de la nación, para llegado el momento, abrir la llave para ganar la mayoría en la Cámara de Diputados federal y 15 gubernaturas.
Después seguirá la revocación de mandato en 2022 y luego perpetuarse en el poder.
Con este propósito ha desmantelado las instituciones que eran un contrapeso a ese poder omnipresente y totalitario que tenía el presidente de la República en los mejores años de la dictadura perfecta.
Ahora, el INE está en la mira.
Con esta finalidad, ha creado los programas asistenciales, conformados por millones de mexicanos que con tan sólo estirar la mano reciben las migajas del gobierno y a cambio sólo tienen que presentarse cuando sean llamados a las urnas o una consulta popular, o incluso a defender a su mentor del ataque malévolo de los conservadores.
Han pasado dos años de mentiras, ya que desde que ganó legítimamente en las urnas la presidencia de México, prometió un país más igualitario, libre de corruptos y de malandros; sin embargo, dos años después estamos en el peor de los mundos; una crisis sin parangón en la historia del mundo contemporáneo con la presencia de un virus devastador y asesino, y el peor gobierno que ha tenido México desde los tiempos de otro López y también liberal, Antonio López de Santa Anna.
Sólo se necesitaron dos años para dividirnos a todos, de desconfiar de los otros, de odiar a los mexicanos que con esfuerzo y talento han forjado grandes empresas y que ahora son estigmatizados por su riqueza.
Sólo pasaron 24 meses para ahuyentar a los inversionistas extranjeros y nacionales, esos capitales que son la piedra fundamental para crear empleos formales y bien pagados.
Ahora nadie voltea a ver a México como un país seguro para invertir sus capitales, prefieren buscan otras regiones del mundo que, aunque estén más lejos del principal mercado de consumo del mundo que representa América del Norte, respetan el Estado de derecho y las leyes.
Se cree que con la entrada en vigor del TMEC y de las remesas recobraremos el crecimiento económico. Mentira tan perversa no se había oído, ya que la planta productiva nacional y las cadenas de valor en varios sectores productivos, se están desmoronando, sobre todo las Mipymes, ante la carencia de apoyos del gobierno en la crisis.
Las remesas son oxígeno puro para millones de mexicanos que las reciben y en las cuales nada tiene que ver AMLO. Disculpe, sí tiene que ver, en el éxodo de mexicanos que buscan el sueño americano, no obstante la pandemia y la persecución.
El nuevo tratado no es la panacea y por arte de magia no producirá desarrollo económico en el país, si el gobierno no acompaña a las empresas y por lo visto esto no ocurrirá.
Antes de la crisis ya se tenía 0.1 de decremento del PIB, ahora llegaremos a dos dígitos negativos y este dato duro es más contundente que todos los 'logros' que escucharemos a todas horas, por parte del presidente.