Mientras que la capital del país regresa gradualmente a la normalidad mediante la imposición del semáforo naranja, los municipios aledaños a ella, siguen en rojo. Esta contradicción sólo tiene una explicación, los criterios políticos se imponen sobre la preservación de la salud y la vida de las personas.
No hay que ir muy lejos para observar qué pasa cuando se apresuran las aperturas; en Miami se tuvo que ordenar nuevamente el confinamiento después de que, al regresar a la 'normalidad', se dio un pico de 40 mil contagiados.
Qué pasará en la Ciudad de México con esta reapertura gradual, sencillamente se dispararán los contagios y nuevamente la saturación en hospitales y lamentablemente en hornos de cremación y panteones.
Combatir la pandemia de raíz no depende de la voluntad de los gobernantes, ni de Andrés Manuel López Obrador, ni de Claudia Sheinbaum, sino de dos elementos que todavía no están a mano de los ciudadanos del mundo: la vacuna y la cura para sanar del coronavirus. Mientras ello no ocurra, se está a expensas de los cuidados personales e institucionales.
Cuando todavía más habitantes de la Ciudad de México, de los que creemos, dudan de la existencia del mortal virus, se regresa a una nueva normalidad, con el sistema de transporte público a tope y las áreas públicas también, como los tianguis y mercados de la gran capital.
No es que uno sea agorero de mal presagio, sino simplemente que existen cientos de personas infectadas que ni siquiera lo saben por ser asintomáticos y ellos, en una cadena progresiva y mortal, contagiarán a otros.
En dependencias o instituciones que se hacen sistemáticamente pruebas de detección, se observa un universo de personal o visitantes contagiados, alto, como en el Congreso o equipos de futbol como el Cruz Azul y merced a ello, los enfermos se recluyen en sus domicilios o en hospitales para recibir el tratamiento adecuado.
Esto no se puede hacer en otras esferas de la sociedad y que por desgracia es la población de más bajos recursos y por ende corren más riesgo de contagio y muerte.
El dilema de mantener recluida a la población o liberarla para activar de inmediato la economía, es una espada de Damocles que pende en la cabeza de cada persona que tiene que salir a la calle.
En el Senado ya se tuvieron sesiones presenciales y en la Cámara baja se aprestan a hacer lo mismo, sin embargo, ojalá me equivoque, en unas semanas otra vez se ordenará el nuevo confinamiento y no por un repunte del virus, sino porque jamás se fue.
Estamos en un escenario de guerra, para aquel que no lo observe así está equivocado. Tenemos la crisis médica, la económica, la de inseguridad que mostró toda su crueldad con el intento de asesinato del jefe de la policía capitalina, Omar García Harfuch y por si fuera poco, el gobierno actual no está a la altura de la problemática tan severa.
Esperemos que este regreso a la 'nueva normalidad' no haya sido una decisión equivocada, aunque hay que decirlo, no hay posibilidades de que esto ocurra, simplemente, porque no existen razones médicas y científicas para decir lo contrario.