Desde San Lázaro

Quién cae primero

Los encargados de las diversas carteras tienen razón por sentirse inquietos y en estado de desasosiego, en virtud de que no saben en qué momento saltará una bomba que pueda explotar en sus manos.

Las apuestas están al orden del día sobre quién será el primer miembro del gabinete del presidente López Obrador en 'renunciar', ya por motivos de salud o para incorporarse a otras responsabilidades.

Tanto del fuego amigo, como de los conservadores o de plano de ociosos, ilusos y mentes calenturientas, un día despiden a Olga Sánchez Cordero de Segob; otro, al senil Javier Jiménez Espriú, que cobra en la SCT; ahora, al canciller Marcelo Ebrard, y pasado mañana a la titular de la Secretaría de Bienestar, María Luisa Albores, con eso de que anda desapareciendo niños de las estancias infantiles.

Lo cierto es que la forma de gobernar de AMLO está rompiendo paradigmas y códigos políticos, por lo que si alguien se siente olvidado por el Tlatoani, pues no debe alarmarse, ya que ese es el estilo, es la forma de gobernar.

Él tiene su propia manera de evaluar y su pulso para templar a sus colaboradores. Las conferencias mañaneras son origen y destino.

No hay más, ni siquiera un Plan Nacional de Desarrollo, vamos ni siquiera un proyecto de intenciones por secretaría, sólo existe la coyuntura, la ocurrencia y, por supuesto, el tema político-electoral.

Es precisamente la coyuntura y los movimientos de quien tiene el control sobre las piezas de ajedrez, lo que impone la agenda de los colaboradores del presidente.

Ya se ha escrito hasta el cansancio sobre la rutina cotidiana del huésped de Palacio Nacional y de su cosmovisión sobre cómo reaccionar y qué va a decir a ese su público que está ávido de sus posicionamientos para replicarlos en sus comunidades.

Es un experto en mandar pelotas con jiribilla y en crear distractores que tienden cortinas de humo ante los temas escabrosos.

Sobre estas señales, sus colaboradores construyen escenarios y acciones, en un ejercicio que responde más a interpretaciones que a órdenes directas.

Por ello se dan los desmentidos. Mientras unos creen que ya descifraron el código, otros se hacen engrudo con los mensajes encriptados.

Los subalternos tocan de oído, sin ninguna partitura.

Así le ha pasado al subsecretario de la SHCP, Arturo Herrera, a quien le han tapado la boca en los temas de la refinería de Dos Bocas y ahora con la tenencia federal.

Igual pasa con Jiménez Espriú, que cuando cree que ya encontró el hilo negro, pues nada, que anda perdido. Su más reciente declaración en torno a la cancelación del aeropuerto de Texcoco, en la que señaló que no fue la corrupción el motivo de terminar con la megaobra, le mereció que le enmendara la plana el presidente de la República.

Cierto, más de uno de los secretarios y titulares de las descentralizadas y empresas productivas del Estado, como Pemex y CFE, andan con el Jesús en la boca, por eso de que, en una de esas, sí tiene razón la prensa fifí y son corridos.

Lo que subyace en todo el asunto es que prevalece la incapacidad y la improvisación, que se detonan en seis áreas de gobierno: económica, gobernabilidad, seguridad pública, política internacional, programas sociales y energía.

Los datos duros, tanto del propio gobierno como los que registran los organismos internacionales, avalan la aseveración.

Así las cosas, los encargados de las carteras tienen razón por sentirse inquietos y en estado de desasosiego, en virtud de que no saben en qué momento saltará una bomba que pueda explotar en sus manos.

Así que hagan sus apuestas sobre quién cae primero, porque yo ya tengo mis pronósticos.

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