Desde San Lázaro

Se sienten dioses

Los ciudadanos que pagan sus impuestos y exigen la vacuna tienen dos opciones: esperar y en ese inter tal vez enfermar, o de plano canalizar su demanda a través de las instituciones.

Ellos deciden quién muere o quién recibe la vacuna, nadie más. Y si quieres inocularte, mejor vete a otra parte del mundo porque si no trabajas en el gobierno en los altos niveles, estás condenado a que te de Covid-19.

El reparto y aplicación de la vacuna está concebido para beneficiar a quienes son agradecidos con el actual régimen. El único criterio que prevalece en tiempos y lugares para el reparto del antígeno es la elección del 6 de junio.

Por qué determinaron que primero fuera Coahuila y no Nuevo León, por ejemplo; o por qué se vacunarán primero a los mayores de ochenta años de zonas marginadas y no en las zonas de alta concentración humana y con más riesgos de contagio; cuál es la razón de escoger sitios en donde acuden los beneficiarios de los programas asistenciales a recoger sus apoyos.

Pura lógica electoral y mientras el pueblo, callado y sumiso, espera ser bendecido por la varita mágica del huésped principal de Palacio Nacional para recibir el tan anhelado antígeno.

Así las cosas, mientras vemos el show del arribo a cuenta gotas de las vacunas, pasarán las semanas y veremos cómo se siguen engrosando las listas de fallecidos.

Un solo hombre, el presidente de la república, no debe decidir el destino de millones en cuanto a la aplicación de la vacuna contra el coronavirus. Ni siquiera la Secretaría de Salud, dependencia que encabeza el Consejo General de Salubridad, instancia que en estricto sentido debería establecer el calendario de vacunación, lugares y sectores de la población.

Ante este atropello, qué hacen los otros poderes de la Unión, callar y ser cómplices de delitos que bien pueden ser de lesa humanidad.

Por qué un puñado de hombres, sin la preparación adecuada y que solo los mueve la lógica electorera, deciden sobre la vida de los mexicanos.

Ya van más de 250 mil personas fallecidas en un cálculo conservador y de acuerdo a los pronósticos más objetivos, a mediados de año serán el doble y, mientras tanto, a evitar que la guadaña de la parca te alcance.

En los círculos de amigos familiares y conocidos todos tenemos ya casos de fallecidos y enfermos, pero casi nadie puede dar fe de algún vacunado.

Y esto tardará todavía algunos meses más.

Incapaces y soberbios.

¿Quiere, estimado lector, una prueba más de la ineptitud del responsable de combatir la pandemia, Hugo López Gatell? Su viaje a una playa de Oaxaca en tiempos en donde la saturación de hospitales, panteones y salas crematorias están hasta el tope, pone de manifiesto la irresponsabilidad del funcionario que raya en el cinismo y el de su jefe en transgredir los ordenamientos constitucionales, en específico, el articulado que habla de las responsabilidades del jefe del Poder Ejecutivo

Si bien es cierto que ya hay voces en la Cámara Diputados que piden la dimisión de López, el de Salud, la verdad que esos reclamos le harán 'lo que el viento a Juárez', es decir, quedarán en lamentos al aire que solo tendrán eco en algunos espacios en los medios de comunicación.

Si hubiera congruencia y ética, el subsecretario ya habría renunciado a su cargo, como lo hizo el ministro de Salud neozelandés que contravino el confinamiento impuesto en su país, o el ministro de Finanzas de Ontario que dejó el cargo después de irse de vacaciones en plena pandemia, pero no es el caso.

Aquellos ciudadanos que pagan sus impuestos y son mexicanos sin tacha y que exigen la vacuna, pues solo tienen dos opciones: esperar y en ese inter tal vez enfermar, o de plano canalizar su demanda a través de los caminos institucionales y legales. El otro camino es una salida que no está contemplada en la ley pero que les dio resultados a los que ahora están en el poder: la manifestación, el bloqueo de las avenidas principales de la CDMX, cierre de aeropuertos, tomas de pozos petroleros y en general la revuelta social.

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