Desde San Lázaro

Sin presupuesto no se remedia la inseguridad

Mientras no se atienda de fondo el tema de la criminalidad, léase presupuesto, no habrá poder divino que le garantice a AMLO pasar a la historia como un mediano gobernante.

Quién será el gobernante que le ponga un freno a la inseguridad pública, hasta ahora son pocos los esfuerzos exitosos que se han emprendido en el país durante los últimos 25 años.

Los expertos hablan de acciones de prevención, de educación, de inclusión social, de construir una nueva narrativa nacional condenando a los criminales, en lugar de exaltarlos; de fomentar la práctica del deporte y las bellas artes, entre otras tantas medidas que, sin duda, deben acompañarse con la aplicación de toda la fuerza del Estado y del imperio de la ley.

No se puede hablar de seguridad sin considerar la procuración de justicia y el sistema de reclusorios del país.

Las acciones de prevención son de largo alcance que obviamente trascienden las fronteras de los sexenios, por ello, resulta poco atractivo para el presidente en turno llevarlas a cabo, ya que no se pueden capitalizar políticamente durante su administración.

Otro factor que debe considerar la estrategia de seguridad es la coordinación institucional entre los tres niveles de gobierno y, por supuesto, entre los tres poderes de la Unión.

Empero, lo más relevante es que no existe estrategia de seguridad que funcione sin presupuesto, lo demás son entelequias y como se observa, López Obrador no está dispuesto a meterle billete al problema.

De qué sirve apuntar con el dedo flamígero a los mandatarios estatales, si su margen de maniobra está acotado por el mismo pacto federativo en lo que corresponde a la repartición del presupuesto e incluso a la toma de decisiones en el envío de las Fuerzas Armadas a las entidades.

AMLO decidió distraer al Ejército y la Marina de garantizar la seguridad a los mexicanos, en tareas de construir aeropuertos y en general obras que le corresponden más a sectores productivos y especializados.

La solución del gravísimo problema de la inseguridad corresponde a todos, empero esta visión no es compartida desde el gobierno, en virtud de que en lugar de sumar se resta y se divide.

El encono que existe entre la sociedad es alto y se alimenta a diario desde Palacio Nacional.

Como se aprecia, la estrategia de seguridad del gobierno de la 4T no contempla en la praxis ninguna de las variables que se han enunciado y menos en los hechos se destinan los dineros del pueblo para resolver el mayor problema que lo aqueja.

Mientras no se atienda de fondo el tema de la criminalidad, léase presupuesto, no habrá poder divino, ahora que está de moda acudir a las cosas de Dios, que le garantice a AMLO pasar a la historia como un mediano gobernante.

Se podrá cooptar adeptos y emprender obras de relumbrón, pero lo relevante se deja de lado.

La inseguridad no solo afecta a "los fifís y a los conservadores", sino a todos y en esa lógica, no existe proyecto político que sume simpatías si no han podido solucionar el mayor problema que aqueja a la ciudadanía.

En este contexto las perspectivas para el 2020 son desalentadoras por lo menos en dos aspectos, la inseguridad y, por supuesto, la economía.

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