Estamos a menos de dos semanas de las elecciones más importantes en la historia reciente de México y es un momento clave para el país. No solo por lo que representan los resultados electorales para la continuidad o no de la cuarta transformación de Andrés Manuel López Obrador. Pero, sin importar cuáles sean los resultados del 6 de junio, los siguientes años serán de mucha inestabilidad política, económica y financiera. (En otras entregas les proporcionaré un análisis sobre esta conclusión). Pero algo que hemos aprendido de los años de gobierno del presidente López Obrador es que él es un líder que ejerce su liderazgo buscando caos y división. La historia decidirá si fue efectivo este estilo de liderazgo. Pero lo que sí sabemos es que para que haya desarrollo y prosperidad a corto plazo en México -o cualquier otro país- se requiere estabilidad política, jurídica y económica.
Hace algunos años publiqué varios ensayos sobre liderazgo en crisis y las lecciones plasmadas en el milenario documento ‘El arte de la guerra’ del sabio chino Sun Tzu. Permítame retomar algunos de los conceptos que es importante subrayar ante lo que se avecina a partir del 6 de junio.
El tema del liderazgo en Sun Tzu es punzante y extraordinariamente profundo. Ya hace más de dos mil quinientos años que se habla de las virtudes que debe tener un líder: “el liderazgo es cuestión de inteligencia, equidad, humanidad, valentía y autoridad”. Si los futuros gobernantes y legisladores tuvieran las siguientes características identificadas por Sun Tzu, el país estaría en muy buenas manos. A continuación, les presento un resumen de estas virtudes:
Inteligencia. Cuando se habla de inteligencia no es necesario que el presidente sea un genio o un conocedor de todos los temas; al contrario, inteligencia es tener la capacidad de reconocer lo que uno no sabe y rodearse de asesores adecuados y de secretarios que suplan esa falta conocimiento y que ayuden a gobernar efectivamente. En el caso de Andrés Manuel, parecería que uno de sus grandes errores históricos será no reconocer la importancia de rodearse y escuchar a asesores y expertos.
Equidad. Es importante que esta característica se relacione con la percepción somera del líder como un hombre justo, que distingue entre el bien y el mal y que no favorece ni castiga injustamente. Esta es una de las virtudes de la que más adolece el presidente. Persigue a sus enemigos políticos.
Humanidad. Característica por la que el líder entiende y muestra empatía con los problemas que enfrentan las personas a quienes gobierna. Esta es una de las virtudes que el presidente presume con frecuencia en sus conferencias de prensa, pero su ‘humanidad’ parecería estar limitada a ciertos grupos con perfiles electorales que podrían favorecer a su partido.
Valentía. Para el presidente de una democracia, es difícil imaginar por qué necesitaría tener entre sus cualidades la valentía. Por ello es factible preguntar: ¿queremos un presidente cobarde? La valentía es una cualidad que empuja al ser humano no sólo a enfrentar el peligro sino a tomar riesgos. Y ganará algunos de ellos y otros los perderá. Un presidente debe estar dispuesto a tomar muchos riesgos, la coyuntura que enfrenta el país no permite que el mandatario pretenda ‘nadar de muertito’. Pero la valentía también debe de estar enfocada al bien común, no para mantener y abusar del poder.
Autoridad. Es trascendental que un líder tenga autoridad. Esto no quiere decir que el presidente deba ser autoritario, pero sí que un mandatario debe tener un buen juicio y no temer el uso de la fuerza. Un mandatario temeroso de usar la autoridad no inspira respeto sino desdén. En este rubro, hasta la fecha, el presidente ha demostrado abiertamente estar dispuesto a ‘negociar’ con aquellas organizaciones que más violencia han ejercido en el país. Esa es la única forma de entender el ridículo y ofensivo lema “abrazos y no balazos”.
Jia Lin, intérprete de las enseñanzas del maestro Tzu, explica el concepto de liderazgo: “confiar sólo en la inteligencia produce una actitud de rebeldía. El ejercicio exclusivo de la humanidad acaba en debilidad. Aferrarse sólo a la integridad tiene como consecuencia la insensatez. La dependencia de la fuerza del valor acaba en la violencia. Una excesiva severidad de mando tiene como consecuencia la crueldad. Cuando se poseen las cinco virtudes juntas, cada una adecuada a su función, se puede ser un líder”.
A votar el 6 de junio…