Octubre 2021 fue el mes del destape total. Total, desastroso y ciertamente entretenido. Seguir las redes sociales (especialmente Twitter) del canciller Marcelo Ebrard y la jefa de Gobierno de la Ciudad de Mexico fue un ejercicio cansado, observando cómo los posibles candidatos presidenciables por Morena competían por los titulares de medios y trending topic en redes: Marcelo Ebrard en la G20, codeándose con presidentes y primeros ministros, mientras que Claudia Sheinbaum hacía campaña con giras en diferentes estados, siguiendo al presidente y buscando apoyos políticos.
Ambos abiertamente haciendo campaña esta semana para ser candidato o candidata de Morena para 2024. Y el senador Ricardo Monreal levantando la mano, a gritos, asegurando que él puede ganarles a ambos, desde su curul en el Senado. Mientras tanto Mario Delgado, presidente de Morena, levanta la mano de otra ‘corcholata’: Lázaro Cárdenas Batel. Pero es una trampa. Indudablemente los posibles candidatos de Morena para la carrera presidencial de 2024 reconocen la trampa que les ha puesto el líder máximo del partido, Andrés Manuel López Obrador. Pero son rehenes del presidente, de su regla ‘no escrita’ para 2024: Más que una elección presidencial, lo que busca asegurar López Obrador en 2024 es la supervivencia de la 4T y su legado histórico. Es entendible que AMLO piense que solo él puede asegurar la transformación de México. Pero ante todos los indicios de que no podrá continuar en el poder a partir del 30 de septiembre de 2024, cuando toma protesta el nuevo presidente de México, López Obrador tiene que asegurar que su clon, o un acólito fiel lo reemplace. Y es así la trampa de López Obrador.
Aunque insista en que hay varias ‘corcholatas’ que tendrán que serán seleccionadas de un proceso mediante encuestas, claramente los resultados no importarán: la decisión cae rotundamente en manos del presidente, sin importar quién sea el más popular o la más idónea para la presidencia.
Y antes de criticar al presidente López Obrador por la falta de democracia interna en su partido, hay que recordar cómo, anteriores presidentes, priistas o panistas, buscaron controlar el proceso de selección de su reemplazo buscando aquél que pudiese garantizar, más que su legado histórico, la impunidad, sin importar credenciales partidistas o experiencia. Ahora, menos de tres años antes de las elecciones y la toma de protesta del nuevo presidente en 2024, pareciera que López Obrador está perdiendo control sobre el proceso del dedazo al literalmente ‘destapar’ a los posibles candidatos, abriendo un abanico donde la mayoría no tendría ninguna posibilidad de ser seleccionados mediante encuestas.
Al contrario, empuja a el y la candidata con más posibilidades de tener presencia nacional suficiente para ver su popularidad reflejada en una encuesta nacional, a una carrera donde probablemente ambos acabarán perdiendo. Explico por qué: Marcelo Ebrard busca usar la cancillería para amarrar su candidatura, guiando la política exterior para ser su trampolín a la presidencia. Pero hay pocos registros en el mundo, de un político que haya sido electo gracias a la política exterior impulsada.
Fotografía y reuniones con lideres mundiales pocas veces se traducen en votos, especialmente si se busca ser candidato del presidente López Obrador, quien ha evitado a toda costa viajar al exterior. Al contrario, mientras más viaja hacia afuera el canciller, opacar al presidente y subraya una de sus grandes debilidades.
En el caso de Claudia Sheinbaum la trampa que le puso López Obrador es más peligrosa. Ella tiene que empezar a hacer campaña fuera de la Ciudad de México, corriendo el riesgo de perder aun más el apoyo de los capitalinos, que no verán con buenos ojos sus giras a otras entidades presumiendo éxitos inexistentes.
El problema de Sheinbaum no es que sea mujer. Su debilidad es ser chilanga, y cada vez que salga a hacer campaña es un recordatorio que gobierna la problemática y caótica Ciudad de México, donde perdió la mitad de los votantes en las elecciones pasadas. Y con hacer campaña en los estados, corre el riesgo de perder la otra mitad de la capital.
Y para las otras ‘corcholatas’, ya sea el traidor a la UNAM, el embajador Juan Ramón de la Fuente; el desaparecido embajador en Estados Unidos, Esteban Moctezuma; y Lázaro Cárdenas Batel, ¿cómo hacer campaña para asegurar que su nombre se vea reflejados en las encuestas? Misión imposible. Por eso, la trampa está tendida, las ‘corcholatas’ decididas a jugar, con la esperanza de que sobrevivan el tablero tendido por López Obrador, donde el siguiente mandatario dependerá de la popularidad del presidente y el apoyo del mandatario y los gobernantes de Morena.