México, terreno fértil. La pregunta es ¿terreno fértil para qué? Claramente el presidente Andrés Manuel López Obrador cree que México está listo para concretar el legado de Andrés Manuel López Obrador en el presente y el futuro. Y con cada hora que pasa a partir de este momento, al 2 de junio del año entrante, todo comentario, decisión, viaje, reunión, está enfocado en asegurar su legado (lo bueno y lo malo) y proteger a su familia, asesores de su círculo cercano. En un distante segundo lugar, los objetivos del presidente serán asegurar la viabilidad de sus proyectos prioritarios, los programas sociales y la economía del país.
En un distante tercer lugar está asegurar la viabilidad a largo plazo del segundo partido que él fundó, Morena.
Y desafortunadamente, desde hace más de dos años López Obrador reconoció que su administración se “quedará debiendo” en lo que se refiere a la seguridad del país. Y con este posicionamiento, por ende, podemos deducir que a López Obrador tampoco le importa la gobernabilidad del país después de las elecciones. Andrés Manuel asume que estos pendientes ya no son su responsabilidad y esto lo tendrá que resolver la siguiente mandataria, una vez electa.
Y esta actitud del presidente también se ve reflejado en su decisión de supuestamente no involucrarse en la selección y probidad de los candidatos que representarán la cuarta transformación durante las siguientes elecciones, excepto las candidaturas de aquellas personas, que por diferentes razones, requieren la inmunidad que proporciona un puesto de elección popular.
La responsabilidad ahora es de Claudia Sheinbaum. Y si ella permite que representen la 4T y sean electos candidatos corruptos, ligados al crimen organizado, antiguos enemigos de la izquierda, o simplemente impresentables por sus posiciones políticas, el problema será de Claudia.
Yo sí le creo a López Obrador cuando asegura que después de las elecciones se retirará a su finca para escribir un libro sobre los conservadores. Claro está que se mantendrá “en retiro” siempre y cuando no lo ataquen a él, su legado, su familia, y aquellos asesores que pudieran traicionarlo si es que se sienten amenazados. De ser cierto esta hipótesis del actual comportamiento del presidente, sería un acto de egoísmo y una traición catastrófica para todos aquellos mexicanos que le apostaron que, por fin, México sería un país más igualitario, menos pobre, más próspero y sobre todo más seguro.
El legado del presidente López Obrador está resultando ser todo lo contrario: con las decisiones tomadas en los últimos cinco años, en el siguiente sexenio habrá más desigualdad, más pobres, será menos próspero, y definitivamente, mucho más peligroso.
Ante el número de homicidios, masacres, desapariciones, además del control territorial que ejercen más y más estas organizaciones criminales, no debería de sorprender que la siguiente presidenta enfrente insurrección o brotes de ingobernabilidad en el siguiente sexenio.
Adicionalmente, ante todos estos fenómenos de violencia, rápidamente se está convirtiendo México en uno de los países expulsores de migrantes. Y aunque hace seis años, el entonces candidato López Obrador aseguraba que el problema migratorio se resolvía con crear incentivos de desarrollo para que las personas decidieran quedarse en sus comunidades, su estrategia resultó todo lo contrario.
Aunque el enfoque de la actual crisis cae sobre el dramático incremento de migrantes caribeños, centroamericanos y latinoamericanos que llegan a la frontera sur de México, la traición de López Obrador está reflejado en el dramático incremento de mexicanos que cruzan ilegalmente. De hecho, todo lo que ha hecho López Obrador hasta la fecha es asegurar esa migración mexicana. Sin las remesas de estos connacionales trabajando en Estados Unidos colapsaría la economía del país. Y el mismo presidente presume en sus mañaneras el dramático incremento de las remesas durante su sexenio.
La siguiente presidenta tendrá que resolver el legado desastroso de López Obrador, y si gana Claudia Sheinbaum no solo tendrá que aplaudir este desastre, sino atacar el legado de Andrés Manuel. No será una tarea fácil, ya que, desde el primer día de tomar protesta, la presidenta tendrá que desmantelar inmediatamente las múltiples estrategias fallidas del saliente presidente. México es un terreno fértil de muchas crisis: ingobernabilidad, inseguridad y crisis política. Pero sobre todo es difícil imaginarse que el siguiente sexenio, no sea otro sexenio perdido para nuestro país.