Análisis sin Fronteras

El huracán Trump: ¿Con qué empezamos, con las buenas o con las malas?

Por las promesas que Donald Trump hizo durante la campaña, en materia de la relación bilateral buscará estar al frente. Eso es malo, muy malo.

Empecemos con las buenas noticias: aunque es preocupante la reelección de Donald Trump, por lo menos no habrá muchas sorpresas, porque ya gobernó cuatro años y esto permite al gobierno de México y el resto del mundo anticipar y tomar decisiones para contener el impacto catastrófico de las acciones prioritarias que ejercerá inmediatamente, aun antes del 20 de enero cuando constitucionalmente tomará protesta.

¿Las malas noticias? Que de antemano sabemos lo difícil y doloroso que serán estos arrebatos, para la economía y la población en este país y los connacionales que viven y trabajan sin documentos legales en Estados Unidos. Y para agregar a la desfortuna nacional, Trump tiene el ojo puesto en México. Hace ocho años aseguraba que México pagaría el muro. Ahora buscará que empiece a pagar inmediatamente. Seguramente entre las primeras decisiones que tomará el mandatario durante su primer día de gobierno tendrá que ver con aranceles, y el inicio de una redada masiva de mexicanos y de otras nacionalidades que serán detenidos y regresados a México, sin importar realmente su nacionalidad. De hecho, ya hay grupos que han expresado preocupación que, en esta persecución masiva y desordenada, caerán ciudadanos estadounidenses. Con esta primera decisión, que podría afectar a millones de personas, haciendo uso de la guardia nacional, policías estatales y locales, Estados Unidos se acerca peligrosamente a un país bajo estado de excepción. Imaginemos el ‘modelo Bukele’, pero en un país de más de 300 millones de personas. El lanzar aranceles y amenazar con cerrar la frontera a productos mexicanos también está en su lista de prioridades.

Pero lo que podría estar preocupando más al gobierno de México es la estrategia trumpista para detener el tráfico de fentanilo y acotar la capacidad de las organizaciones criminales que trafican con estupefacientes y migrantes. Surgieron múltiples versiones de los intentos de Trump de enviar comandos especiales a México para secuestrar o matar capos. Inclusive se ha documentado cómo Trump insistía en usar un misil en contra de estas organizaciones. Supuestamente preguntó: “¿cómo van a saber quién lo lanzó?”. Aparentemente un asesor pudo disuadir al entonces presidente por el impacto que tendría en la relación bilateral y sugerir otras opciones. La mala noticia es que, en la nueva administración trumpista habrá pocos, muy pocos que puedan o quieran cuestionar al fortalecido y envalentonado presidente electo. Trump sabe que en su administración anterior hubo funcionarios que hicieron malabares para detener a Trump y sus peligrosas ocurrencias que podrían tener un impacto devastador en la seguridad nacional de ese país y del mundo. Usaban diferentes artimañas, como no documentar u ‘olvidar’ alguna orden del mandatario. Llenarlo de papeles, que probablemente lo frustraba enormemente, porque es legendario el hecho de que a Trump no le gusta leer. Yo me pregunto, además, si simple y llanamente le mentían al presidente.

Ahora Trump y su equipo más cercano no permitirán que esto suceda de nuevo. Ya anunciaron que habrá una depuración masiva de funcionarios, y a diferencia de lo que sucedió hace cuatro años, ahora sí están listos para iniciar una transición más organizada y con cientos de perfiles de personas identificadas para iniciar en enero. Entonces, México y el resto del mundo, no podrán depender de funcionarios sensatos y que conozcan la importancia de la relación bilateral con México.

También fueron legendarios el desorden con que funcionaba la Casa Blanca durante la anterior administración de Trump. De hecho, tuve la oportunidad de entrevistar hace algunos años a John Bolton, quien fuera en su momento el asesor de seguridad nacional por aproximadamente un año. Él cuenta, en la entrevista y en un libro que publicó sobre su experiencia en la Casa Blanca, que había desaparecido por completo el proceso de hacer decisiones en la Casa Blanca y era casi nula la injerencia del Departamento de Estado, el Pentágono y la Procuraduría en las ocurrencias, perdón, decisiones que tomaba el presidente. Ni siquiera había claridad de quién tenía la responsabilidad sobre la relación. Generalmente era la última persona que hablaba con Trump en la noche lo que definía la estrategia o la decisión del mandatario. En el caso de México, Jared Kushner tenía la cercanía ideal con su suegro para encauzar las decisiones de México a su favor.

En este momento, no se sabe quién será la persona que coordine la relación bilateral. Ante tantos temas y fricciones entre los dos países, se beneficiaría muchísimo la relación si se manejaran las negociaciones desde el Departamento de Estado, y no desde la Casa Blanca. Pero esto no parece factible, y tal vez será el siguiente procurador o el secretario de Seguridad Interna quienes podrían tomar el liderazgo ante México. Está por verse quiénes formarán el gabinete, pero todo indica que, en materia de la relación bilateral, por las promesas que hizo durante la campaña, Trump buscará estar al frente.

Y esto es malo, muy muy malo.

La otra consideración que hay que poner en la mesa, al ir entendiendo cómo será la nueva administración Trump, tiene que ver con la edad y la salud del futuro mandatario. Al igual que se le criticó a Joe Biden, en su momento, por la fragilidad física y lapsus públicos que señalaban un deterioro cognitivo marcado, que resultó en que desistiera en buscar su reelección, ahora hay que mirar de nuevo a Trump. Durante la campaña, casi a diario el expresidente hacía comentarios o tenía un comportamiento que verdaderamente pone en duda su capacidad para gobernar cuatro años. Tal vez estamos en una situación como la que se vivió en el segundo mandato de Ronald Regan, cuando su esposa Nancy y otros funcionarios escondieron los síntomas de demencia que tenía el popular mandatario republicano. En el caso de Joe Biden, parece que hubo un extraordinario esfuerzo de esconder los claros síntomas de un marcado deterioro cognitivo. Yo me pregunto: ¿quién en la Casa Blanca tendrá la responsabilidad de cuidar y proteger la imagen de Trump, cuando continúe este deterioro y si estas personas tendrán la capacidad de detenerlo cuando está a punto de hacer alguna locura?

Pero, de nuevo, las buenas noticias son que México y el mundo saben perfectamente cómo va a gobernar Trump. No habrá sorpresas. Y esto debería permitir que el gobierno de México se vaya preparando para la llegada del huracán Trump. Pero esperemos que no sea como Otis, que los agarró a todas y todos negligentemente desprevenidos.

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