La DEA no tiene quien le escriba. Tampoco el FBI. Tal vez la CIA reciba un mensajito, una invitación a tomar café (o tequilas) pero no mucho más. Probablemente la conciliación inmediata será con los enemigos históricos, pero que tienen muchos intereses en común: The United States Armed Forces.
¿Ahora quién tomará las llamadas de la DEA para coordinar operativos?
Obviamente después del arresto del exsecretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, confirmo por qué las Fuerzas Armadas en México deberán de continuar teniendo una desconfianza histórica de las autoridades del vecino país del norte.
Ante la filtración de que la detención de Cienfuegos está fundamentada en chats de un BlackBerry, podrán imaginarse la desconfianza de cualquier comunicación con funcionarios estadounidenses: ¿Cuántos uniformados le tendrán confianza suficiente para conversar o enviar mensajes por WhatsApp, a las 3:30 a. m. cuando haya un operativo o haya una necesidad urgente de reaccionar ante una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos o de México?
Voy a usar un ejemplo un poco rudimentario para explicar el impacto en las Fuerzas Armadas mexicanas por la detención del general Cienfuegos: Hace unos cien años, la detención de un exsecretario de la Defensa por parte de un país aliado podría haberse considerado como un acto de guerra o un secuestro.
De hecho, hay muy pocos ejemplos donde hay la detención de un general del nivel y de la importancia estratégica para ambos países, que se suponen que son aliados. Confieso que no encuentro ningún ejemplo reciente.
No voy a entrar en el debate sobre la inocencia o la fortaleza de las pruebas en contra del general Cienfuegos. Al no tener acceso a la información y las pruebas, estamos en un ambiente de especulaciones. Lo que sí creo es que si los procesos de pesos y contrapesos, que tradicionalmente existían dentro del gobierno de Estados Unidos, la detención del general Cienfuegos probablemente nunca hubiera sucedido. Simple y llanamente por los intereses estratégicos que hay entre ambos países.
Los intereses estratégicos de la seguridad nacional de Estados Unidos están directamente vinculados a los intereses estratégicos de la seguridad nacional de México. Por más distantes, los vecinos están eternamente vinculados por razones de seguridad, comerciales y culturales.
Pero estos obvios intereses estratégicos entre ambos países no resuelven la desconfianza natural que surge después del incidente de la detención del general Cienfuegos.
Otro ejemplo muy sencillo: ¿Cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que un funcionario o exfuncionario mexicano sienta confianza de viajar a Estados Unidos para una reunión con sus contrapartes estadounidenses?
Esto será uno de los grandes retos para la nueva administración del presidente Joe Biden. Hay un cambio de paradigma fundamental que ni Estados Unidos ni México han enfrentado o han querido discutir. No hay contrapartes naturales entre ambos países para coordinar la relación bilateral. La Secretaría de Gobernación ya no juega el papel de coordinación de los aparatos de seguridad en México, y la Procuraduría no está en la mesa de negociación por ser ahora independiente. Y con la desaparición de la Policía Federal y la relación 'orgánica', además de la paternidad de la Sedena sobre la Guardia Nacional, ¿con quién deberán de reunirse los funcionarios de Estados Unidos para discutir la agenda de seguridad?
Obviamente, además de los mecanismos de coordinación, parte del problema de ambos países es que urge responder cuáles son las prioridades en la agenda bilateral en ambos países.
Me atrevería a decir que con la liberación y el regreso a México del general Cienfuegos, hay indicios de cuáles son los intereses estratégicos desde la óptica del gobierno saliente. La pregunta es ¿serán los mismos intereses estratégicos que los del gobierno que está por iniciar?
Pero lo que sí es real, fundamental, es que Estados Unidos y México entiendan este nuevo cambio de paradigma, quiénes son los que estarán representados en la mesa de negociación y quién toma las decisiones y lidera la coordinación en ambos países. Y, sobre todo, cómo desarrollar una relación de confianza para enfrentar los temas estratégicos para México y Estados Unidos: inmigración masiva centroamericana, tráfico de fentanilo y de armas, amenazas terroristas entre otras.
No sólo hay un cambio de gobierno en Estados Unidos, también hay un cambio en quienes estarán conversando y haciendo decisiones en ambos lados de la mesa.
¿Quién le tomará la llamada por celular de un funcionario a las 3:30 a. m.?