En los últimos años, en México se ha registrado una situación de alarma, ya que ha crecido sustancialmente la violencia familiar. Según la consultora TResearch International, hasta febrero del 2024, los registros oficiales sumaron un millón 238 mil 702 casos, en cinco años de esta administración.
Simplemente, el año 2023 cerró con 284 mil 133 denuncias, en tanto el último año del sexenio previo (2018) concluyó con 180 mil 185, en una trayectoria ascendente y preocupante que no se corresponde con el crecimiento poblacional.
De acuerdo con la agencia, las entidades federativas con mayor número de denuncias por violencia familiar y por millón de habitantes son: Colima (27 mil 750), Coahuila (18 mil 49), Ciudad de México (17 mil 697), Nuevo León (16 mil 961) y Chihuahua (16 mil 812).
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que casi 60 mil niñas y adolescentes fueron víctimas de violencia en 2022, siendo los delitos más cometidos: feminicidios, lesiones, abuso, acoso y hostigamiento sexual.
De acuerdo con el Instituto, un total de 4 mil 197 niñas de entre 10 a 14 años fueron violadas en ese año y la cifra total de violaciones registradas a niñas y adolescentes (de 0 a 17 años) fue de 8 mil 487.
Lastimosamente, los agresores son personas cercanas a las víctimas, pues del total de adolescentes que sufrieron violencia en su niñez, 20.8 por ciento refiere que el abuso lo cometió un tío; 17.4 por ciento, un primo; y 15.8 por ciento indica que fue algún vecino o conocido.
De acuerdo con las estadísticas, la violencia familiar se registra en todos los estratos sociales, aunque empeora en los más bajos y las principales víctimas son los niños y las niñas en su etapa de mayor indefensión, al igual que las mujeres de cualquier edad y los adultos muy mayores.
Es un hecho que las cifras son indicadores de un problema de mayor gravedad, ya que es sabido que solo una parte menor de las víctimas y sus familiares presenta denuncias. Existe una gran parte de la población que cohabita con las expresiones de violencia, a veces durante largo tiempo, provocando un profundo deterioro físico y emocional.
La violencia está asociada a carencias económicas en el seno familiar; al desconocimiento de las leyes; a la falta de programas educativos y de capacitación, escolares y extraescolares; y también a la pérdida de valores. El problema se agudiza si prevalece una ineficiencia burocrática de las autoridades que debieran proteger a la ciudadanía y no actúan con rapidez y contundencia. Esto incluye a los integrantes del sistema de justicia, ministerios públicos y jueces.
En particular, la violencia contra la mujer, si bien se le ubica como escándalo global, no se reconoce la misma dignidad que al varón, ya que las sociedades están todavía muy lejos de admitir que la mujer tiene idéntica dignidad y derechos que los varones.
En Early Institute insistimos en la atención a esta problemática que afecta al sector de la población más vulnerable. La tendencia alcista de la violencia familiar debe ser un asunto prioritario, porque el hogar y la familia son los principios de toda organización comunitaria. Es ahí donde se educa para la vida adulta y para vivir en sociedad y esa educación siempre debe tener como nutriente principal la protección de cada uno de sus miembros. El abuso hacia los más pequeños y el feminicidio son plagas sociales que no han sido suficientemente denunciadas, a pesar de que la mujer, sea madre o abuela, es el pilar de las sociedades y los niños y las niñas, nuestro presente y futuro. Paremos de una vez por todas estas prácticas, que son de las manifestaciones antisociales más dolorosas e inaceptables.