Antonio Cuellar

Soledad y violencia

En el caso de Bolivia, México se ha alineado a una postura nacionalista que parece anticuada.

I. El veinte de noviembre pasado, con una votación a favor de veintiséis países miembro, se aprobó por el Consejo General de la OEA la resolución CP/RES. 1140 (2259/19) referente a la situación que atraviesa Bolivia, en la que se instó a las autoridades bolivianas a convocar a elecciones; se urgió a todos los actores políticos y civiles a cesar la violencia y a respetar los derechos humanos; se invitó apoyar la iniciativa del secretario general de la OEA para desplegar una delegación que busque garantizar la celebración de elecciones libres y justas, y para que la Secretaría del organismo otorgue su apoyo técnico para el proceso electoral.

México, junto con Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, votó en contra; su voto se sustentó sobre la base de que el ejército boliviano debe abstenerse de reprimir a la población, además de que se debe permitir a la Asamblea General de ese país sudamericano llevar a cabo la convocatoria a elecciones libres que garanticen el ejercicio de los derechos de autodeterminación de los pueblos.

La Constitución de nuestro país establece con claridad los principios a los que se debe someter la política exterior, y somete al titular del Ejecutivo a respetar el derecho de autodeterminación de los pueblos, como también a la búsqueda de la solución pacífica de toda controversia. De esta manera, las reservas expresadas y el voto elevado por México ante la OEA debería entenderse ajustado a nuestra Constitución.

No podemos en este caso dejar de expresar nuestra reflexión alrededor de la trascendencia que tiene la colaboración internacional y la importancia que, con ese mismo propósito, revisten en esta época los organismos multilaterales; un ámbito político supranacional en el que México había venido teniendo un papel activo y, en algunos casos, destacado. Ante escenarios de reconocimiento y respeto a los derechos humanos de orden mundial, ante la integración internacional en el orden de la cooperación para el desarrollo ¿se debe seguir observando una política exterior contemplativa en la que México no se ensucie jamás las manos?

En el caso de Bolivia, México ha alineado su postura a la de un puñado de países, evadiendo una posición que nos compromete con principios que reconocen la vigencia, la visión, la fortaleza, la presencia e intervención pacífica de los organismos internacionales para la reconducción a la paz y el orden constitucional de los estados miembro. Esa perspectiva nacionalista parece anticuada y produce una permisión que vulnera el funcionamiento de un sistema democrático desde la perspectiva nacional e internacional. Como tal, el voto de México nos aísla de una corriente de pensamiento mundial y evidencia una falta de disposición al diálogo para la asunción de principios universales de convivencia que, el día de mañana, bien podrían convenirnos.

II. A través de las redes se viene convocando a la ciudadanía a una marcha el próximo 1 de diciembre, con el propósito de expresar desaprobación y repudio a muchas de las políticas emprendidas por la administración de Andrés Manuel López Obrador.

El fenómeno, a un año de iniciado este gobierno, constituye un hecho sin precedentes que nadie debería de dejar de tomar en cuenta; en especial el ocupante de Palacio Nacional.

No es extraño que la voluntad popular se exprese de esa manera, si se toma en consideración que el discurso cotidiano del propio presidente de la República está encaminado a generar encono entre una y otra clases sociales, al calificar a unos de neoliberales y corruptos, y a otros de pueblo bueno y honrado.

Lamentable resulta el hecho de que, un pseudo periodista a modo, la semana pasada invitó al propio presidente a convocar al pueblo a una manifestación multitudinaria el mismo 1 de diciembre, para festejar el Informe de Gobierno, solicitud que de inmediato fue acogida y planteada, lo que conduciría a suponer que el mismo día habrá una congregación enorme de gente lanzando consignas y gritos de desaprobación contra el gobierno, y otra reuniéndose con vivas y cantos en apoyo a López Obrador. ¿No es así como se gestan las guerras civiles?

En una semana hemos visto cómo el gobierno de México es inactivo tratándose de facilitar la intermediación internacional, para encontrar una solución democráticamente legítima a un proceso de violencia interna que ha descarrilado el orden constitucional en Bolivia, y al mismo tiempo cómo es activo tratándose de incitar a la demostración pública, con el peligro de violencia y confrontación social, en el caso de la calificación de las políticas que se vienen emprendiendo desde el Ejecutivo federal.

Todo hace pensar que el movimiento que impulsa la supuesta transformación de México se nutre y asegura su supervivencia a través del discurso estigmatizante que divide a nuestra sociedad. Todo hace suponer que la visión lopezobradorista encuentra en el distanciamiento de los polos, la fuerza primordial para impulsar un mecanismo de subsistencia que supere la prueba de los seis años. La postura de la cancillería en el caso de Bolivia pareciera reflejar el interés de impedir cualquier intervención internacional cuyo propósito fuera evitar un episodio de violencia similar, con el fin de restablecer el orden constitucional.

El artículo 136 de nuestra Carta Magna establece que "esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta". ¿Cuánto habrá de perdurar está cláusula de salvaguarda de los principios políticos fundamentales en que descansa la democracia de nuestro país?

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