Año Cero

El temblor de Europa

Francia está en medio de una situación que marca las consecuencias y la gravedad de la crisis migratoria que se ha venido desarrollando en los últimos años.

Las distintas modificaciones de las fronteras europeas que se han dado a lo largo de la historia se pueden asemejar a una operación a corazón abierto. Desde los griegos y desde la época del Imperio romano, nunca se ha producido una alteración de los límites geográficos europeos de manera pacífica. Hoy, el caso no es distinto. Europa actualmente sangra y tiene miedo. En la última semana, el continente europeo ha dado un salto cualitativo que solamente las condiciones tan especiales de este tiempo que estamos viviendo pueden justificar.

Me causa estupor ver el juego de la deuda ucraniana ya impagable, se mire como se mire. Es muy preocupante tener una guerra con Rusia por persona interpuesta, sobre todo porque el gran temor de Rusia es la invasión. La esencia de los rusos está compuesta por una extraña mezcla entre sentimentalismo, lágrimas y violencia extrema. Desde su nacimiento y a lo largo de toda su historia siempre han sido los que, bien para defenderse o bien para atacar, han estado jugando en esa macabra danza en que consiste la alteración de las fronteras.

Es verdad que la culpa no sólo es de ellos y es verdad que Ucrania es sólo la última manifestación de una tendencia que tiene cientos de años. Pero, tras lo que pasó la semana pasada y después del fracaso tan importante y acumulado por un periodo mayor a los 16 meses de Vladímir Putin y de sus Fuerzas Armadas en Ucrania, resta preguntarse hasta dónde llegaremos. ¿Serán verdad las tesis que dicen que todo el montaje del grupo Warner no fue más que una artimaña para instalarse en Bielorrusia y desde ahí atacar directamente Kiev? ¿Será cierto que las derrotas sucesivas del Ejército ruso no son más que la repetición de las que en algún momento tuvo el Ejército soviético y que, después de una exhibición dantesca de muerte, les permitió ser la primera fuerza que entró en el Berlín caído de Adolf Hitler? Es difícil saberlo, lo que sí es cierto e incuestionable es que, desde que llegó al poder hace más de 15 años, Putin atraviesa uno de sus peores momentos.

Todo el mundo considera a Putin ser capaz de cualquier cosa; sin embargo, lo que nunca calculamos es que el mismo genio que tiene la capacidad de haber creado –como buen espía que es– las mejores técnicas de hackeo, las mejores operaciones para envenenar sigilosamente a la gente o todo lo que ha hecho de manera encubierta, se ha dejado envejecer y ha descuidado significativamente el compromiso y la lucha a favor de su sociedad y de su país. El Putin que vemos en la actualidad es irreconocible y dista mucho del estratega que en algún momento fue capaz de incluso colocar a un presidente estadounidense en la Casa Blanca. Pero no sólo él está en un estado desconocido, sino que –como se ha demostrado desde el primer día que inició la operación sobre Ucrania– también lo está su Ejército.

La guerra en Ucrania es impagable por el Estado ucraniano, aunque la realidad es que para otros países ese conflicto está siendo uno de los mejores negocios que han hecho en los últimos años. Ucrania debe tanto a Estados Unidos y a Europa que realmente el cobro no puede ser más que en especie o, dicho de otra manera, el cobro de la deuda de Ucrania sólo puede ser por medio del debilitamiento de Putin y de Rusia, a pesar del riesgo que esto conlleva. Un riesgo que, conociendo la historia de Rusia, es necesario tener en consideración y que es que nadie nos garantiza que después de Putin o una vez caído Putin lo que venga no sea mucho peor.

Joe Biden aún no ha cometido el error de dar aviones al presidente ucraniano. Espero, por el bien de todos, que no lo haga, ya que por mucho que le prometan que con ellos no atacarán territorio ruso, sin duda alguna sería una provocación que no podría producir nada más que el contagio de la guerra y, desde luego, un recrudecimiento de las acciones militares. Si yo fuera polaco, húngaro o estuviera en Bielorrusia, tendría miedo. Pero no miedo a Rusia, sino a la reacción en cadena que se puede producir como consecuencia del movimiento ucraniano, bien de manera accidental o bien provocado. El caso es que actualmente estamos en una situación en la que Rusia está debilitada tanto externa como internamente. Su liderazgo político que –debido a las condiciones y papel global del país– necesariamente tiene que ser fuerte y casi imbatible, está sufriendo unos desgastes que en la historia rusa normalmente se han pagado con la vida de sus gobernantes.

Aquí la pregunta es dónde y cómo acabará esto. ¿Cuál sería el escenario de una guerra en la que Ucrania pusiera de rodillas a Rusia y no solamente no perdiera ningún territorio, sino que demostrara que Rusia puede perder las guerras? Y que las puede perder sencillamente porque, en primer lugar, los rusos ya no están dispuestos a luchar por su país y, segundo, porque su Ejército está en pésimas condiciones.

Mientras tanto, todos los antiguos dictadores y todos los gobernantes que pululan por la Europa occidental y por la Europa más orientalizada –todos los que están metidos en este baile– pueden y deben tener pánico a lo que puede suceder a partir de aquí. Y es que un Kremlin en manos de un gobernante incontestable y tan duro como Putin es muy peligroso, aunque es más peligroso y temible un Kremlin sin nadie que gobierne y con la puerta abierta a cualquier aventurero que le pudiera llegar a suceder.

Estados Unidos está viviendo su propia guerra interna y con una polarización que cada día es más fuerte. Mientras todo esto sucede, las palabras de Abraham Lincoln sobre que es imposible mantener o ganar con una casa dividida –que por cierto está muy dividida– están más vigentes que nunca. El negocio del complejo industrial-militar que Dwight Eisenhower divulgó en 1961, momentos antes de ceder la Presidencia a John Fitzgerald Kennedy, ese negocio aumenta. Actualmente estamos teniendo un ejercicio de modernización y de compra de armamento que inevitablemente sitúa a China en una posición en la que o bien se opone y lucha contra la venta de ese armamento o hace lo que mejor sabe hacer, que es vender, y añade un nuevo rubro de riqueza a sus fuentes de producción.

Hablando de Europa, hay otro tema que es necesario tratar y es el concerniente a lo que está sucediendo en Francia. Actualmente, Francia está en medio de una situación que en muchos sentidos marca las consecuencias y la gravedad de la crisis migratoria que se ha venido desarrollando en los últimos años en el continente europeo. Con el desbordamiento de la entrada de migrantes a los grandes países europeos, pero, sobre todo, con la falta de políticas que verdaderamente contribuyeran a la correcta gestión de este fenómeno, la situación se ha convertido en algo insostenible.

A 11 días de conmemorar un nuevo aniversario de la Toma de la Bastilla, curiosamente surge un hecho que hace recordar la larga tradición que tienen los franceses de resolver sus problemas por medio de levantamientos. Hoy Francia arde y lo hace mucho más allá de los conflictos sociales que se están gestando. Lo que ahora está sucediendo se parece a todo el odio social engendrado por los múltiples movimientos migratorios que se han dado a lo largo del mundo. Si a algo se le puede asimilar los hechos recientes sucedidos en Francia es al homicidio de George Floyd, que fue la llama que provocó el gran estallido social en Estados Unidos y el surgimiento del movimiento Black Lives Matter y provocando ponerle la atención necesaria a un sector que se ha visto marginado por más de 400 años en Estados Unidos.

En este caso fue un joven de 17 años llamado Nahel, cuya familia era de origen argelino y que fue asesinado en manos de un policía. Un hecho imperdonable que ha marcado el inicio de unas protestas y descontento social que no sabremos hasta dónde llegarán. No es la primera vez que pasa en Francia, ya había sucedido algo similar en 2005 con la muerte de dos adolescentes, también en manos de un policía. Sin embargo, ahora parece tener mayor profundidad.

El tema migratorio es un tema pendiente por resolver. Sobre todo, siendo conscientes de que, sobre todo en Europa, la mayoría son sociedades que serán heredadas a los hijos de los migrantes, haciendo el cambio de ser minoría para pasar a ser la mayoría y quienes tendrán la gran responsabilidad de forjar un mejor futuro. Desgraciadamente hay países como Rusia, Hungría, Polonia y algunos otros que –estando en el borde de poder ostentar la condición de ser naciones demócratas– aún no han reconocido la gravedad y estado actual de la circunstancia. Y es que, al final del día, mientras Putin se ha convertido en todo lo dicho anteriormente, uno de los graves problemas a partir de aquí es saber qué podrá estabilizar a Europa.

Los veranos en Europa son difíciles y generalmente están acompañados de turbulencias, ya sea en forma de olas de calor o, como en este caso, de amenazas latentes que pueden explotar en cualquier momento. En los veranos la gente tiende a buscar descanso y distracción, sin embargo, no hay que olvidar que, en un verano como este, pero de 1939, todo se salió de control y se dio un paso sin marcha atrás. Esperemos que este no sea el caso.

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