Año Cero

La rebelión de los dioses

De lo que se trata es que detrás de cada voto se halle todo un decálogo de valores democráticos que en este momento están en grave peligro.

Nunca habíamos estado tanta gente a la disposición de tan pocas manos y a quienes realmente les importan tan pocas cosas. Aproximadamente 60 por ciento de la población mundial que vive bajo un sistema democrático o similar acudiremos a las urnas este año. Es muy difícil recordar una concentración tal de poder elegir, depositar el voto –con las condiciones de secreto y libertad que ello conlleva– que pueda competir en número con lo que pasará durante este año. La primera regla del periodismo es que lo que más importa es lo de la esquina, lo que está sucediendo más próximo a quien es responsable de elaborar la nota. Todos juzgamos el mundo según nos va. Todos tenemos una impresión, una motivación, una interrupción o una dinamización de nuestras vidas en función de lo que nos toca vivir o lo que se nos da desde el día en que nacemos.

En América del Norte se sabe que cada 12 años México y Estados Unidos –que somos los dos países más habitados del continente y que además da la circunstancia de que compartimos no sólo los 3 mil 152 kilómetros de frontera sino el cada vez más creciente y preocupante flujo migratorio– coincidimos en fechas electorales. El tema de la migración –que involucra y tiene una potencial afectación a los más de 11 millones y medio de mexicanos que oficialmente residen en territorio estadounidense, pero que también repercute a todas las familias que reciben las remesas– es uno de los puntos clave de las próximas elecciones. Pero el tema de los migrantes que han decidido traspasar –legal o ilegalmente– no es el único que tiene una relevancia significativa, sino que también es necesario prestar atención a las millones de personas, tanto mexicanas como estadounidenses, que cruzan diariamente la frontera, ya sea por cuestiones personales o laborales y que podrían verse afectadas en este turbulento proceso electoral y lo que suceda a partir de aquí.

Una realidad incómoda para este proceso electoral estadounidense es que uno de los temas clave se llama México y no en el buen sentido. Poco, sin quererlo y como lo ha entendido el presidente López Obrador, aunque las leyes claramente marcan un espacio temporal de meses para no poder cambiar nada antes de la elección, el voto de los migrantes y el peso que éste vaya a tener en el resultado electoral va a hacer que se adopte una postura mucho más comprensible hacia los mecanismos exigibles y exigidos a nuestros compatriotas para poder ejercer el derecho al voto. Si ellos son quienes nos sostienen –teniendo que en 2023 hubo un total acumulado de remesas por 63 mil 300 millones de dólares–, su relevancia en los próximos comicios electorales es alta. Con independencia de las expresiones de los malquerientes de la 4T sobre que una parte de las remesas es sudada y la otra está llena de valores de limpieza del dinero y aderezada con gotas de los negocios y los sistemas del crimen organizado, la verdad es que, si pueden sostener a nuestros pueblos, nuestra hambre y a nuestros ciudadanos, teniendo la red de consulados que hay en Estados Unidos ¿por qué les vamos a impedir que ejerzan su derecho al voto?

No me vengan con que la ley es la ley. Sin duda alguna, esta será una de las frases favoritas del sexenio que parece que llegará a su fin el próximo 2 de junio, aunque en realidad todo está hecho para que pueda continuar, si no de manera física, sí en el espíritu que animó las grandes transformaciones de este régimen liderado por Andrés Manuel López Obrador. Si llega a ganar la candidata Sheinbaum, el trabajo del presidente López Obrador no es que llegue a su fin –ya que directa o indirectamente seguirá dictando el porvenir del país–, pero sí podrá dormir con mayor tranquilidad.

En Estados Unidos todo arde y arde porque, al final del día –como demostró en la fiesta que celebró en su mansión de Mar-a-Lago–, Donald Trump no es solamente el más popular o el más fuerte. No es sólo quien puede reunir en una fiesta a Ted Cruz o a los senadores de Florida, sino que además es quien tiene la capacidad de señalar el tema migratorio como el principal problema de cara a las próximas elecciones. También es quien, al ver que su Partido Republicano –o más bien el trumpista republicano– va a llegar a un acuerdo con los demócratas, simplemente decide interrumpir, revirar y cambiar ese acuerdo. Desde la época de los romanos, siempre ha sido malo que un hombre esté por encima de las leyes. Pero qué se puede decir de alguien que –como también en otro país muy cercano a Estados Unidos– no le importa la ley, sino que lo que le importa es su propia interpretación de la ley.

En medio de todo esto, el comercial hecho por Tucker Carlson en el Kremlin con Vladímir Putin es toda una lección de cómo aguantar y cómo no perder los nervios. Mientras todos están nerviosos y preocupados con lo que hay que hacer, Putin, que es quien tiene la guerra declarada en forma de operación militar especial, a pesar de los soldados rusos que están muriendo en el frente ucraniano y el castigo económico –aunque con muy poco efecto– recibido por parte de las naciones que conforman el G7, es capaz de dar lecciones de templanza, de fe y de autocontrol en una entrevista que, en parte, también fue una especie de comercial rumbo a su deseo de reelegirse en las próximas elecciones presidenciales que se celebrarán en Rusia en menos de un mes. Putin es tan inteligente, tiene tantos servicios de información y puede adivinar el pulso de su pueblo que si bien no tiene exactamente el porcentaje por el que ganará, sí tiene la tranquilidad de que su liderazgo no peligra.

Merece especial mención el pronóstico de Putin sobre que la elección estadounidense la ganará Donald Trump. Eso no es ninguna novedad. Basta recordar que en el año 2016 los servicios de inteligencia rusa y el propio Putin jugaron un papel muy importante en la campaña electoral. Este año, en medio del desajuste y de la ausencia de programas, ¿por qué no concentrarlo todo para que gane un líder que, aunque discutido, tiene probada su capacidad de liderazgo? En ese sentido, la nueva victoria de Trump y su regreso al Despacho Oval será, en cierto sentido, una victoria compartida que le abrirá las puertas de la Casa Blanca de par en par a un Putin ansioso por que esto suceda.

La democracia está en peligro de extinción. En las próximas elecciones es necesario salir a las urnas y hacer válido nuestro derecho al voto, pero, sobre todo, hay que instituir una serie de valores claros que sostenga esa democracia. No sólo se trata de efectuar el ejercicio de ir un día, coger una papeleta, doblarla e introducirla en una urna, sino que detrás de ese voto se halle todo un decálogo de valores democráticos que en este momento están en grave peligro.

El año 2024 será el año en el que mayor número de gente podremos ir a votar. El año de, seguramente, el conjunto de una serie de autócratas, como nos ha dado desde la década de 1930 Europa, Rusia y también, como consecuencia de la victoria de Mao en la guerra civil china. Un año que marcará un antes y un después en la historia moderna de la democracia, pero, sobre todo, será un año que reflejará si en verdad las sociedades son capaces de marcar sus propios límites o si prefieren seguir a la disposición de quienes las lideran.

Posdata. Mientras tanto, en medio de la guerra de encuestas y predicciones, a lo que hay que acostumbrarse –sobre todo cuando se trata de la política– es a ver y analizar la dirección del viento. La ocupación del día de ayer en la Ciudad de México –de la cual hay quien estima que se llegaron a reunir más de 700 mil personas– por las fuerzas, si no contrarias, sí diferentes a las del presidente López Obrador, se trata de una clara señal de que algo en la capital del país, que es además la reserva política de Morena, está empezando a cambiar. No se utilizaron recursos públicos, ni se empleó la práctica cada vez más común de ‘acarrear’ a la gente contra su voluntad. Y aquí llega el momento de preguntar: ¿por qué o qué es lo que hace que las personas se movilicen? Eso es lo que tendrán que descifrar las candidatas y sus equipos, pero sin menospreciar ni dejarse engañar, sobre todo el bando que recurrentemente afirma que ya ha ganado cuando la realidad es que –visto lo de ayer– aún todo puede suceder.

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