Año Cero

La Revolución de los Claveles 50 años después

Entendí la diferencia entre vivir en un país donde podías elegir, tener derechos y no sólo obligaciones, y donde nadie te impondría a la fuerza qué es lo que tenías que pensar.

Hace 50 años, acompañados de la programación de una canción prohibida por la censura oficial de la dictadura portuguesa, comenzó la revolución menos cruenta de la historia y que sería modelo a seguir de lo que después serían las transiciones democráticas en países como España. Hace 50 años la canción Grandola Vila Morena –que estaba prohibida– sirvió para reunir a los cuerpos militares portugueses para empezar a tomar las posiciones de Lisboa y de todo el país y terminar con la dictadura de derecha más antigua de toda Europa. En ese momento, Portugal estaba gobernada por la dictadura conocida como régimen del Estado Nuevo, que estuvo en el poder 48 años hasta que el Movimiento de las Fuerzas Armadas decidió restaurar la democracia en el país ibérico. Todas las provincias, con excepción de Madeira y Macao –donde los portugueses tenían una fuerte presencia–, lograron su independencia entre 1974 y 1975. Macao fue devuelto a China en 1999 y Madeira continúa siendo el único territorio donde Portugal tiene en propiedad fuera de Europa.

Durante el siglo 20, el portugués fue uno de los grandes poderes coloniales del mundo, teniendo injerencia en el continente africano e incluso en el asiático, como es el caso de Macao. Además, eran aliados de la dictadura franquista por medio de la firma de un tratado de mutua defensa llamado el Pacto Ibérico. En aquel entonces y previo a la revolución, Portugal era una nación en manos del dictador Marcelo Caetano y era un país que poco a poco se iba desangrando con tal de mantener su cada vez menos relevante poderío alrededor de África y Asia. La esclerosis política y social que sufría la nación portuguesa iba cada vez agotando más a la sociedad portuguesa e imposibilitaba cualquier anhelo o esperanza de desarrollo.

A pesar de su cercanía, Portugal nunca fue dominada por España. Portugal, con diferencia de su contraparte española, no fue una nación en la que imperó el cainismo. Se trata de un país conocido como una tierra de compadres y una sociedad basada o administrada más bajo la influencia inglesa que la española o la francesa. Los oficiales del Ejército portugués llevaban más de 15 años sumergidos en guerras civiles en África mientras las arcas del gobierno se iban desangrando poco a poco. Parecía insostenible que un país tan pequeño pudiera sostener unos aires coloniales tan grandes como los que tuvieron los dictadores del régimen del Estado Nuevo. Además, no hay que olvidar que en 1974 las luchas inspiradas en la diferencia entre los modelos comunistas, socialistas y capitalistas nutrían las principales armas no sólo de los guerrilleros, sino también de los movimientos de liberación.

Los portugueses, que en ese momento tenían en sus manos al Ejército y las fuerzas policiales, aquellos que se encargaban de mantener el orden dentro del país, decidieron que no existía ninguna posibilidad de seguir teniendo a la nación bajo el desangramiento que estaba provocando la dictadura de Caetano. El 27 de abril de 1974, dos días después de que inició el proceso de revolución portuguesa, algunos periodistas –entre ellos el corresponsal de Le Monde José Antonio Novais y el abogado defensor del general Humberto Delgado, el general de la Fuerza Aérea portuguesa asesinado por la policía política de la dictadura portuguesa en territorio español– pudimos atravesar caminando por la franja fronteriza entre España y Portugal. De ahí, pudimos caminar desde Elvas hasta Lisboa interceptados por varios rehenes de campesinos que –con escopetas en la mano– vigilaban y se aseguraban saber si las tropas y los camiones militares que nos escoltaban estaban a favor o en contra de la revolución.

En la mañana del 27 de abril pudimos llegar a Lisboa y ese mismo día se perpetró la gran manifestación de la libertad desde la Praça Marquês de Pombal hasta la Plaza de Pedro IV –o también conocida como la Plaza de Rossio, que era por donde caminaba Fernando Pessoa–; los tanques portugueses por primera vez escoltaron a un millón de portugueses que se manifestaban con la boca de los cañones llenas de claveles clamando la democracia. A la par, Europa estaba en su punto álgido entre los comunistas y los capitalistas. Asimismo, se vivía un momento en el que los movimientos liberadores y anticolonialistas estaban manejados como parte de la lucha general de la teoría del dominó que manejaba, en el último año de la guerra de Vietnam, el Departamento de Estado estadounidense.

No recuerdo momentos más exclusivos que aquellos que significaron presenciar cómo los tanques, con claveles en sus cañones, escoltaban la manifestación del pueblo. He de confesar que allí, a una corta edad, entendí la diferencia entre vivir en un país donde podías elegir, donde podías tener derechos y no sólo obligaciones y donde nadie te impondría a la fuerza qué es lo que tenías que pensar. Ese sentimiento colectivo se convirtió en algo radical y, dos años después, provocó que toda la península ibérica –tras la muerte del general Francisco Franco– aviniera, como una pradera seca, el fin de la dictadura. Desde ese momento, las aguas refrescantes de la democracia llovieron por completo en el territorio español y portugués. Esa tarde del 27 de abril entre la Praça Marquês de Pombal y la Plaza de Rossio, no sólo se celebraba lo logrado por el pueblo portugués, sino la esperanza de que las dictaduras europeas empezaran su etapa conclusiva. Fue muy emocionante presenciar que, tan sólo tres días después de que la dictadura Caetano llegó a su fin, se anunciaba la gran proyección de películas como El gran dictador de Charles Chaplin y filmes que nunca habían podido ser proyectados en la península debido a las dictaduras presentes en España y Portugal.

Había llegado la oportunidad de hacer todo lo que hasta ese momento había estado prohibido, de ver películas que antes no se podía, de poder elegir leer libros al gusto y la oportunidad de conquistar las libertades y voluntades individuales. En ese momento, hace 50 años, inició el cumplimiento del sueño postergado por españoles y portugueses de pertenecer a la Europa de las libertades.

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