Año Cero

El mundo sigue

Está por verse qué parte del T-MEC será aprobado por los demócratas con mayoría en el Congreso de EU y hasta dónde México estará limitándose con el Atlántico teniendo una puerta tan grande en el Pacífico.

Por decisión o por intuición, el estudio reciente de la historia de México que tanto apasiona al presidente López Obrador ha llegado a la conclusión de que como le pasó al general Lázaro Cárdenas, autor de la tercera transformación, actualmente se vive un momento de la historia mundial en el que es mejor encerrarse, trabajar y esperar. Esto, para después poder aprovechar todas las oportunidades de las convulsiones internacionales y este momento de definición única que se le está ofreciendo a México al momento de consolidar sus políticas interiores y, al no contar con una clara política exterior, reconfigurar su estrategia geopolítica.

Pero, de cualquier manera, sea como sea, sea porque sabe que Trump pasará también y, con él, gran parte de las tensiones que en este momento sufre el mundo. O sea porque sabe que es muy difícil negar la realidad y que ésta hoy marca una situación en la que el liderazgo económico está en manos no sólo de un país, sino de dos que actualmente se encuentran confrontados por su llamada guerra arancelaria, es decir, China y Estados Unidos. Lo cierto es que, mientras el mundo sigue todos estos momentos de crisis ajenas, el sexenio de la cuarta transformación las aprovecha. Para parecer que no es sólo como dijo el presidente, no viajará, sino que las circunstancias exteriores tampoco condicionarán su política, tal y como hizo declarar al canciller, Marcelo Ebrard, con relación a la crisis venezolana.

Nos guste o no, México es una potencia regional. Se pretenda tener o no una inferencia en nuestras políticas, con injerencia o sin ella, las actuaciones marcan gran parte de los efectos de lo que pasa en nuestro entorno. Pero hay un pequeño problema. Nosotros tal vez nos podamos dedicar a hacer toda nuestra política interior y la consolidación de la cuarta transformación sin mirar hacia fuera. Pero lo que es evidente es que desde fuera nos miran hacia dentro y se atreven, entre otras cosas, a calificar nuestra solvencia económica y el futuro de nuestra economía basándose –por ejemplo– en el análisis de empresas como Pemex. Parece claro que, aunque en este momento para nosotros eso no parece tener una gran importancia, en el futuro inmediato, sea la consolidación económica y no el reparto de los beneficios sociales, ni esta justicia social al vapor que está poniendo tan en jaque a López Obrador y a la cuarta transformación, lo necesario para lograr grandes etapas de desarrollo económico.

El pacto por la productividad nacional y la toma de protesta del nuevo presidente del Consejo Empresarial que, por cierto, no es alguien que representa a los empresarios desde una pequeña empresa, sino que es un representante pleno, un embajador plenipotenciario de las grandes empresas, como lo es Carlos Salazar, parecen indicar que mientras hacia fuera podemos esperar que los datos y su reajuste nos sean favorables, hacia dentro, al mismo tiempo que hacemos la política social y la política de reestructura o desestructura política, según se vea desde la cuarta transformación, vamos cerrando filas y estrechando lazos con los encargados de generar riquezas.

Pero más allá de las exteriorizaciones que podamos tener y la representación de lo que es nuestra política exterior, que en este momento es básicamente interior, resulta claro que cuando Trump pase, cosa que es seguro que pasará con o sin abogados, y con el nuevo Congreso de Estados Unidos reinstalado en la conquista de la dignidad nacional frente a un presidente que claramente no le gusta la separación de los poderes y que no lo ha defendido sino que lo único importante era entenderse con Trump, hay que empezar a pensar que también serán ellos quienes tendrán que aprobar el Tratado de Libre Comercio firmado por Peña Nieto en el último día de su mandato, pero plenamente asumido por el presidente López Obrador.

Está por verse qué parte de ese tratado será aprobado por los demócratas con mayoría en el Congreso. Está por verse hasta dónde México estará limitándose económicamente con el Atlántico teniendo una puerta tan grande en el Pacífico. Falta ver quiénes, cómo y en qué condiciones pueden ser los socios estratégicos del modelo mexicano; sin duda habrá que establecerlo para nuestro desarrollo económico y no para nuestra catástrofe social en el siglo XXI. Dicho de otra manera, frente a todos los que se rasgan las vestiduras o que entienden que la política de México no puede ser no tener una política exterior, creo que hay que entenderlo desde un punto de vista en el que, al final del día, lo que importa es poder aprovechar las oportunidades a lo grande.

Como está demostrando la realidad, Venezuela es un tema muy complicado. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que lo de Venezuela ya llegó muy lejos y demasiado tarde. No existe ninguna posibilidad de disculpar, ni entender al régimen de Maduro el cual, no hay que equivocarse, ya no es el régimen de Chávez, sino simplemente el fracaso de Maduro. El hambre, la desesperación y la injusticia del pueblo de Venezuela no solamente tienen que estar en manos de los venezolanos con la ayuda que sea necesaria, sino que no puede ser el traslado de los grandes juegos del ajedrez internacional.

Hubo un momento en el que el tema se pudo haber resuelto a la americana, lo cual no es solamente mandando marines.

Hoy, con Rusia jugando a estar dentro como si fuera Siria; la deuda de China sin resolver y el circuito del miedo funcionando sobre los militares que no sé si protegen, que no sé si quieren, pero sí sé que rodean a Maduro, resulta muy difícil de resolver sólo con declaraciones políticas o con actitudes testimoniales. Las guerras se ganan con balas y estamos en una guerra no sólo de opinión pública sino de modelos confrontados que, descartado el modelo militar, para que salgan es evidente que las fuerzas que hay detrás tendrán que ponerse de acuerdo.

Pero mientras tanto, lo que es importante para México –en mi opinión, claro– es la construcción de las alianzas económicas que nos permitan descubrir y relanzar nuestro modelo económico en el siglo XXI, al igual que el TLCAN resultó un elemento clave para tener un desarrollo económico a finales del siglo XX. Se quiera hacer lo que se quiera hacer frente a la no existente política exterior de la cuarta transformación, el Pacífico sigue siendo el océano del siglo XXI. Por una parte, me parece que es inevitable en cualquier modelo económico, consolidar nuestra relación con el norte. Pero por otra, tener la posibilidad y la opción estratégica de abrir nuestra capacidad de actuación mirando hacia el Oriente, hacia el Pacífico y cambiando el esquema de relación que hoy tenemos casi en su totalidad en mano de dos jugadores, Estados Unidos y China.

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