Año Cero

La fe que quita los cerros

Antonio Navalón reflexiona sobre el aeropuerto de Santa Lucía, que acabaría con un cerro, y el informe de Mitre, que podría no permitir el reaseguramiento de los aviones.

Escrito está en la palabra de Dios, la fe mueve montañas. Yo sé que el presidente es un juarista que por encima de todo respeta la condición de que somos un Estado que no tiene confesionalidad. También sé que en su cabeza no hay confusión entre su paz espiritual y la imposición constitucional de gobernar un país que, según las malas experiencias, tenemos que librarle de la influencia de la Iglesia, en este caso, de las Iglesias. Pero hay que reconocer que frente a los que no hacen más que criticar y que pretenden que el mundo es sólo proyecciones financieras, presupuestos y estudios técnicos está la fuerza absolutamente imparable de la fe, la ilusión y la esperanza.

No hemos puesto la primera piedra de lo que será el aeropuerto Felipe Ángeles, me encanta el nombre, aunque todo lo demás es oscuro. Entre otras cosas porque Santa Lucía ya es un aeropuerto militar. Además, porque los aviones militares tienen capacidades operativas y necesidades tecnológicas diferentes a los aviones comerciales. No es lo mismo tener aviones para que la gente pueda vender tornillos que tener aviones para defender la integridad de la patria.

El cerro de Santa Lucía, suponiendo que exista porque a estas alturas también estoy dispuesto a considerar que es un invento fifí, es una gran prueba de que, aunque esté ahí no importa, no nos detendrán. La razón, la ilusión y la sabiduría del pueblo lo demolerán. Por eso creo que la noticia no es que vayamos a tener aeropuertos, si es que los llegamos a tener, sino cómo el cerro será disuelto por la fe, la esperanza y la ilusión popular. También está ese otro Everest que se le levanta frente a Santa Lucía y que lleva por nombre Informe Mitre, el cual también será derrumbado por la fe del pueblo.

Se dice que en cuanto las obras estén más adelantadas, porque al final los enemigos siempre son perversos, el Informe Mitre no permitirá el reaseguramiento de los aviones. Si eso es así ningún avión –incluido Aeroméxico– podrá volar desde el aeropuerto de Santa Lucía. Naturalmente todo esto puede ser parte de la campaña organizada por los que, pese haber sido barridos el primero de julio, siguen queriendo dificultar lo que será el testimonio histórico del paso de la cuarta transformación. ¿Qué pasará si el cerro no lo disuelve la esperanza popular? Mitre es una institución privada nacida en la universidad MIT y es, sin duda alguna, el centro más prestigiado del mundo sobre condiciones de vuelo. Ya se sabe que existen enemigos altamente conectados con el ITAM. Dicho lo anterior y viendo el panorama, ¿qué haremos si Mitre decide y desaconseja el uso del nuevo aeropuerto?

Si esto sucede, ¿se creará un instituto que pueda competir con Mitre en las nuevas zonas recuperadas del suroeste? O, ¿liberaremos al mundo de tanta esclavitud? Como pasa con las calificadoras, que primero nos sacan dinero para luego chantajearnos. Si se cumple lo anterior, ¿aprenderemos y volaremos sin las recomendaciones de Mitre?

El mundo es nuevo y no logro entender por qué un país como Brasil, con un presidente como Bolsonaro, puede volar sin ninguna garantía y uno como Estados Unidos tiene a alguien como Trump como presidente en la sala del control central. Si el mundo está así de loco, ¿por qué va a ser más peligroso volar en un aeropuerto sin la recomendación de Mitre que simplemente volar en la vida con estos presidentes en la Torre de Control?

Todo ha cambiado y, naturalmente, para pedir prudencia hay que empezar por arriba, aunque por arriba lo único cierto es que esta era ha matado la prudencia. Entiendo que Santa Lucía es importante sobre todo por una cosa. Es importante porque más allá de tener la capacidad –la cual no veo– de resolver el problema tan grave del aeropuerto de la Ciudad de México es, más aún, una nueva prueba de la infalibilidad de la cuarta transformación. Por eso, cualquier cosa con ese aeropuerto está convertida, y así seguirá siendo, como un acto de fe. ¿Cree usted en los milagros?

Para los enemigos del pueblo y para todos aquellos que desean fervientemente el fracaso de este nuevo régimen, es inevitable recordarles dos cosas. Primero, que todo siempre puede empeorar. Y segundo que, como se ha dicho anteriormente, si el mundo puede vivir con semejantes barbaridades sobre el tráfico de las ideas, armas y con un comercio internacional como el actual, ¿por qué nosotros no podríamos vivir con un supuesto grado de peligrosidad en las curvas de aproximación entre el aeropuerto de la Ciudad de México y el de Santa Lucía? Aunque, de ser así, contaríamos con la solución propuesta por el ingeniero José María Riobóo, la cual está en que los aviones, como pasa con algunos insectos, no pueden chocar porque automáticamente se repelen.

Entonces mantengamos la fe y démonos cuenta de lo que significa que ese aeropuerto, en primer lugar ya existe. Y segundo, está hecho por, para y con los militares, y lo que es más importante, así seguirá siéndolo. Si usted tiene duda sobre la seriedad civil, no se preocupe, el aeropuerto de Santa Lucía es una instalación militar que seguirá siendo una organización castrense al servicio de la sociedad civil. Por eso, al momento de inaugurar los estudios no había más civiles que el presidente y sus invitados, entre ellos los gobernadores de los estados afectados, el de Hidalgo y el del Estado de México. Todo lo demás era un océano de uniformes.

COLUMNAS ANTERIORES

El poder no debe nada
¿Habrá elecciones?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.