Año Cero

Salvando a Pemex

Lo importante en la inversión que se va a hacer en Pemex es que cada peso metido a la petrolera nacional le dé más pesos al país.

En el 81 aniversario de la Expropiación Petrolera, el presidente López Obrador hizo lo que lleva escrito en su guion desde hace mucho tiempo. No importa la realidad ni la viabilidad que tengan las cosas, lo que importa es seguir siendo fieles al espíritu de lo que una vez sirvió para construir un país independiente y sobre todo soberano.

Realmente entiendo esa mezcla entre historia y sentimentalismo que anima a nuestro presidente para no permitir que la sensación que tuvo el Tata Cárdenas tras la expropiación petrolera desaparezca. Petróleo y soberanía, petróleo y dignidad han sido sinónimo durante muchos años, al menos desde el punto de vista propagandístico y de difusión de las fortalezas de un régimen que él mismo ha declarado, una y otra vez, oficialmente extinguido.

Los orígenes de los hombres son lo que son, los países al igual que las personas tienen ADN. Por eso no me extraña que para la cuarta transformación el hilo conductor de lo que significa un proceso de recuperación moral, no esté construido sólo sobre la base de la lucha frontal contra la corrupción o por lo menos el intento de hacerlo. Tampoco me sorprende que no esté construido sólo sobre la externalización de todos los secretos del Estado y el juego que cada una de las partes y los intereses involucrados en tener el poder en nuestro país han tenido en los últimos años. Ni está sólo fundamentado en la glorificación de lo que fueron las dificultades de la larga marcha del presidente López Obrador para estar donde está.

El problema es que el mundo tiene que contestar preguntas muy concretas. Por ejemplo, si nuestro crudo sigue siendo pesado y difícil de refinar y si, al final del día, en las decisiones que haya que tomar existen razones económicas, no solamente sentimentales o de soberanía nacional, que se adopten.

Robarse lo que quedaba de Pemex era una cosa, inventar un Pemex, que el desarrollo tecnológico o la competencia de los mercados ha situado en otra dinámica, es otra. La economía, como la moralidad, es algo que naturalmente parte de saber qué hacerse con ello. Pero todo esto después de que la gente, bien por convicción –como es de desear– o bien por temor, diseñe los mecanismos que permitan que sean rentables desde el punto de vista de la eficiencia económica y responsables de un código deontológico de comportamiento moral.

Una muestra también de la honradez profunda es saber crecer de acuerdo con la evolución de los tiempos y en ese sentido me parece que es el momento de llamar la atención sobre algo. La polarización que le gusta al presidente –según confesó en la entrevista que concedió recién empezado el año a La Silla Roja, de El Financiero Bloomberg– puede dar el pulso y la tensión necesarios para que el país avance hasta un punto. Aunque demasiada polarización puede provocar también el bloqueo, el miedo o la confrontación.

De momento, que nadie se engañe, aquí no hay nadie protegido ni por esa sacrosanta palabra llamada Estado, ni tampoco por el magma de la llamada seguridad nacional. Todos los días sale un pecado y todos los días surgen pecadores que de momento no se condenan, pero que naturalmente quedan permanentemente exhibidos. Estos tienen todas las sensaciones y situaciones para producir un ambiente que sirve como aviso general sobre que todo aquello que se haya hecho estará permanentemente en el foco de la posible justicia.

Hay una espada de Damocles que pende sobre el país y está representada como las responsabilidades que se asumieron en el pasado. Como en otros casos de cambio de régimen, aquí no es que tuviéramos una Stasi, pero sí tuvimos lo que es la legítima y, algunas veces ilegitima, lucha por el poder. Una lucha en la que, a diferencia de otras situaciones, no se ha extendido una amnistía, sino que simplemente se extiende un aplazamiento de la exigencia de las responsabilidades.

Lo que es importante es que además de las responsabilidades del ayer encontremos los resultados de hoy. Es importante también saber que, ya que nadie le cuestiona, él tiene oportunidades no solamente de exhibir el máximo poder, que es el del perdón. También tiene el poder de imponer con su fuerza, y con el seguimiento que de momento le da la mayoría arrolladora de la población, otra manera de hacer las cosas.

Una manera en la que no solamente tengamos la razón y ejerzamos una limpia actuación sino que además, al ser un país con capacidades para tener un crecimiento de cuatro por ciento, nos permita crear las condiciones para tener un crecimiento del seis por ciento. Para lograrlo, es necesario extender la practicidad de la amnistía, el castigo o el perdón, pero, sobre todo, la definición de qué sociedad somos.

Siempre he sostenido que estamos en otro tiempo, un tiempo que le exige y le impone al presidente hacer que la inversión que va a hacer en Pemex –que más que una inversión económica es una definición de un sentido del Estado y de un estado de conciencia moral– termine dando el resultado que busca en el sentido del bien general. Mientras tanto, lo que es importante es que cada peso metido en Pemex le dé más pesos al país. La eficiencia en el conseguimiento de ambas cosas definirá el legado de la cuarta transformación.

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