SÃO PAULO.- Cada tres de diciembre (Día Internacional de las Personas con Discapacidad) terminamos, muchos activistas, haciendo lo mismo: la lista de todas las cosas que faltan, que se omiten, que se quitan, que se abusan, que no se cumplen en todos los ámbitos en nombre de esta minoría silenciosa e invisible. Las personas con discapacidad siguen estando fuera de cualquier proyecto, plan, modelo, ley, inversión o iniciativa pública y privada.
“Las empresas más diversas tienen el doble de oportunidades de traer innovación a las empresas, se gana en talento. Si no invertimos en ser más diversos en el sector privado, estamos dejando mucho dinero sobre la mesa: el que generan las personas con discapacidad”, escucho decir a Marina Peixoto, fundadora de la Associação Mover, una alianza de empresas privadas brasileñas para la inclusión laboral y panelista del Foro Global contra el racismo y la discriminación 2023, aquí en São Paulo.
Entonces, ¿qué pasaría si en un mundo utópico el 100 por ciento de las personas accedieran a todos sus derechos, estuvieran activos laboralmente, con el mismo nivel educativo, atención a su salud y libertad de elección de vida? Recientemente el Banco Mundial publicó un reporte de América Latina y el Caribe, y es un buen punto de inicio para imaginar y poner números y dinero al asunto. Y dentro de este enorme y superjugoso informe clavé la pupila en México.
Según el BM, excluir a las personas con discapacidad de la economía de cualquiera de los 46 países de la región equivale a perder hasta 7 por ciento del PIB. Es decir, que sumarlos equivale a agregar ese mismo porcentaje.
Si nos ajustamos al tamaño de la economía mexicana, incorporar a las personas con discapacidad representa unos 102 mil 485 millones de dólares. ¿Esto es poco o mucho? Los contextos siempre ayudan.
Si todos los números salen como vaticina el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), este año las remesas sumarán 64 mil 247 millones de dólares (mdd), esto quiere decir que las personas con discapacidad incluidas al 100 por ciento en la vida activa equivale a multiplicar por 1.5 veces lo que envían desde Estados Unidos “los héroes vivientes”.
Otra referencia: las personas con discapacidad produciendo en nuestra economía equivaldrían a las exportaciones agropecuarias del país. Y definitivamente el mercado interno estaría mucho más sólido.
Hoy por hoy la inclusión laboral en México es baja (una de cada cuatro tiene un empleo) y el índice de informalidad es superior al 70 por ciento. Y hay un punto importante que la propia Marina Peixoto explicó sobre el mercado brasileño y que también aplica al nuestro, “no solo hay que invertir en la contratación de personas con discapacidad sino que hay que invertir en la post contratación, garantizar la continuidad y el crecimiento laboral en las empresas”.
Según este reporte del Banco Mundial (2021), cada hogar mexicano con alguno de sus miembros que viva con alguna discapacidad pierde un 4.3 por ciento de sus ingresos. Si tenemos en cuenta que el ingreso promedio trimestral de un hogar en ese lapso fue de 50 mil 309 pesos, se dejan de ganar unos 2 mil 12 pesos.
Según Inegi, hay en el país 35.7 millones de hogares. Aplicando el porcentaje de personas con discapacidad que reveló el último censo (16.5 por ciento) podemos inferir que son 58 mil 905 los hogares con alguien con alguna condición de vida. Si le agregamos esa ‘pérdida’ de 4.3 por ciento de sus ingresos, son 119 millones de pesos mexicanos que se suman a la economía nacional cada trimestre.
Y las armadoras de coches estarían felices de aumentar su cuota de mercado interno (que tanto les cuesta crecer versus las exportaciones). El relevamiento del BM indica que 51.3 por ciento de los hogares sin personas con discapacidad tienen acceso a un vehículo, mientras que solo 38 por ciento de aquellos que sí tienen a una persona con discapacidad. Aquí hay una enorme oportunidad, entendiendo las necesidades de este nicho de mercado.
¿Los bancos necesitan más clientes? Aquí también hay mercado sin atender. Según el Centro de Inclusión Financiera, en toda Latinoamérica 15 por ciento vive con alguna discapacidad (85 millones de personas), pero solo 0.5 por ciento es cliente de alguna institución financiera.
Si los datos los extrapolamos a México, según Inegi hay 9.9 millones de mexicanos con discapacidad dentro de Población Económicamente Activa (PEA), es decir, que serían potenciales clientes bancarios y hoy por hoy menos de un 1 por ciento tiene relación con una entidad bancaria.
Y por último, pero no menos importante (de hecho es el corazón del desarrollo económico de todos) es muy revelador leer en este reporte que está medido que “educar paga”.
“Un sistema de educación inclusivo produce beneficios de largo plazo: los retornos económicos de la educación son casi tres veces más altos para las personas con discapacidad que para el promedio mundial de las personas sin discapacidad”. Es decir que, por cada año adicional de educación, la probabilidad de que una persona con discapacidad ocupe los quintiles de ingreso más bajos disminuye en casi 5 por ciento. Además, la inclusión educativa beneficia a todos los estudiantes, aportando ganancias difíciles de cuantificar, como la construcción de sociedades más inclusivas y justas.
Las personas con discapacidad son más creativas y con una enorme capacidad de resiliencia y fidelidad hacia quienes les dan oportunidades tanto escolares como laborales.
Hay que pensar la discapacidad de una manera diferente: como una enorme cantera de talento que significa millones de dólares que ni el gobierno ni las empresas han entendido cómo abordar y capturar.
“Las empresas deben contribuir a mitigar la falta de talento de minorías en la economía”, dice Marina Peixoto como una máxima para la IP, “dicen que somos el país del futuro, pero no llegaremos allí si no es un país con todos y para todos. Brasil no puede perder su mayor tesoro: su gente”.
Sería un sueño algún día poder decir que esto es una promesa cumplida en nuestro México.