Si bien en toda América Latina y el Caribe hay una desigual distribución en el tamaño de las empresas (léase pocas compañías gigantes y un ejército de negocios diminutos y microempresarios), nada como el panorama que vivimos en México.
En nuestro país, cerca del 95 por ciento de las 50 empresas privadas más grandes están en poder de las familias más poderosas y tienen ingresos que equivalen a una cuarta parte del PIB, revela el último reporte del Banco Mundial, Competencia: ¿el ingrediente que falta para crecer?
También somos la economía con mayor porcentaje de empresas familiares que cotizan en la Bolsa, esto es el doble que en el promedio regional, de la OCDE y del mundo.
Este análisis del BM refuerza con datos el hecho de que el poder económico mexicano es hereditario y su peso en la política cada vez más relevante (aunque se niegue de ambos lados).
Uno de los puntos que lo revela es que “la dimensión del poder de mercado que facilita la extracción de rentas es un canal a través del cual la competencia (o su ausencia) puede afectar la productividad”.
Esta problemática vuelve a ser relevante dada -además- la ausencia de organismos de competencia eficaces en toda la región, reza el informe y pone como ejemplo regional ni más ni menos que a Telmex, “donde la concentración y la fijación oligopólica de precios están muy bien documentadas. En un principio, ni la agencia de competencia ni el regulador sectorial pudieron controlar el poder de monopolio. Telmex y las demás empresas gigantes de la industria de las telecomunicaciones son conocidas como ‘poderes fácticos’”. ¿Qué significa? Que son jugadores poderosos del mercado, capaces de diluir o evadir los controles a través de su intervención sobre el Poder Legislativo, Ejecutivo o Judicial. “La élite de las telecomunicaciones y los medios ha acudido al lobby sistemático en busca de leyes favorables y ha utilizado el sistema judicial mexicano para obstaculizar a los reguladores” (SIC).
En promedio, en América Latina el 22 por ciento de las corporaciones que cotizan en Bolsa y el 28 por ciento de las grandes empresas (entre 100 y 5 mil empleados) son de propiedad familiar. El caso extremo es México, casi duplicando al resto de la región con 33 empresas familiares en el mercado bursátil y 38 por ciento de las grandes empresas. Son un puñado de apellidos los dueños de las 50 empresas más grandes y aportan como mínimo el 30 por ciento de los ingresos en este segmento en Brasil, pero 95 por ciento en México. “A lo largo de la región, la baja competencia hace que los consumidores paguen más y tengan opciones de menor calidad en productos que van desde papel higiénico hasta la conectividad de Internet, disminuyendo el bienestar general”, agrega el informe del BM.
En el caso específico de empresas con alto poder de mercado (como América Móvil) “a menudo desvían recursos de actividades productivas a la extracción de rentas. Con el fin de mantener o incrementar su poder de mercado, pueden movilizar su influencia política y su poder de lobby, distorsionando las trayectorias de política en beneficio propio”. Básicamente trata de la permanente tarea de este tipo de consorcios por buscar cada vez menores presiones de competencia, incluidas instituciones antimonopolio débiles (como el IFT).