En días pasados se conoció que la economía mexicana tuvo un crecimiento anual en el segundo trimestre del presente año de 19.5 por ciento, elevado porcentaje porque se le compara con el mismo periodo de 2020, que fue anormalmente bajo por el Covid que sufrió el país. Si la comparación se realiza con respecto al primer trimestre, el PIB se incrementó en 1.5 por ciento, que aunque alto es más normal y corresponde a un aumento anualizado cercano a 6.0 por ciento. Sin embargo, al examinar con más detalle los datos mensuales, y no los trimestrales, se identifica que el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) ya mostró un dato negativo en junio con respecto al mes anterior de -0.9 por ciento. Más relevante es que sus tres componentes, que son las actividades primarias (agropecuarias), las secundarias (que se refieren a las industriales) y las terciarias (servicios), muestran ya una contracción en el mes de referencia (-4.4, -0.5 y -0.7 por ciento respectivamente). Esto indica que es elevado el riesgo de una desaceleración o incluso una nueva contracción de la economía mexicana en los siguientes meses.
Por otra parte, la inflación en nuestro país se mantiene elevada y por arriba del objetivo de las correspondientes autoridades, ya que registró 5.81 por ciento en julio, mientras que fue de 3.62 en el mismo mes del año anterior. Destacan el elevado incremento que muestran alimentos, energéticos y vivienda, en donde algunos de ellos se sitúan por arriba de 10 por ciento en el año. Esto perjudica principalmente a los sectores de la población con menores ingresos, a los desempleados y a los que laboran en la informalidad, ya que los alimentos representan un mayor porcentaje de sus gastos totales.
Sin embargo, este incremento de la inflación no es privativo de México, ya que se manifiesta en una gran cantidad de naciones, especialmente en las subdesarrolladas. Por ejemplo, después de una reducción de la inflación en la mayoría de los países como resultado de la pandemia, ahora se tiene un incremento en varios de ellos como son Rusia (6.5 por ciento), Turquía (19 por ciento), India (5.9 por ciento), Brasil (9.0 por ciento) y en México como se mencionó previamente. El caso de Argentina es especialmente grave con una inflación de 52 por ciento. Este problema también se tiene en varios países desarrollados, en donde la inflación era cercana a cero y ahora muestra una clara tendencia de alza, como es en Estados Unidos (5.4 por ciento), Canadá (3.7 por ciento), Alemania (3.8 por ciento) y España (2.9 por ciento). Esto tiene un claro impacto negativo en los sectores de la población con menores ingresos, que se agrega a los costos que han provocado la pandemia y el clima especialmente adverso en varias zonas del planeta, ya sea por elevadas temperaturas, incendios o inundaciones.
La explicación que la gran mayoría de los gobiernos dan a la inflación es que resulta de incrementos temporales de los precios, como resultado de los diversos shocks que impactan a la oferta, los cuales han sido provocados por la pandemia, el cambio climático y la reducción en las actividades laborales consecuentes. Por lo mismo esperan que la situación se estabilice en los siguientes meses, una vez que la producción se normalice. (Hay el riesgo de que los consumidores perciban esta mayor inflación como un fenómeno de largo plazo y no solo temporal, en cuyo caso se empezaría a generalizar el incremento de las tasas de interés. Su impacto en México sería que las tasas de interés locales seguirán subiendo en los siguientes meses).
Para enfrentar la crisis económica derivada del Covid se han tomado distintas medidas de política económica, especialmente la expansión monetaria (QE o Quantitative Easing) y la fiscal (déficit en las finanzas públicas) en la mayoría de los países desarrollados, la cual se ha anunciado que empezaría a reducirse hasta el segundo semestre del próximo año. La misma tiene diversos efectos en las economías en la actualidad, como son un aumento importante en la liquidez, menores tasas de interés e incrementos en los precios de los bienes inmuebles y en los activos financieros.
Sin embargo, esta expansión monetaria no es temporal como se anunció, sino se inició desde el año de 2008, como resultado de la quiebra del grupo Lehman Brothers y el colapso del sistema financiero global; caracterizado por la quiebra de centenares de bancos en la mayoría de los países desarrollados. A partir de ese momento, esta expansión no se ha restringido, ya que sigue existiendo el riesgo de una nueva crisis global; por lo mismo los distintos desequilibrios no solo se mantienen, sino que se agravan cada vez más.
El autor es economista.