Benito Solis

España tiene extraordinario crecimiento en las pasadas décadas

El impresionante crecimiento de la economía española es claro y se comprueba cuando se ve que su PIB per cápita pasó de 4.7 mil dólares anuales en 1985 a 37.9 mil dólares en 2008.

MADRID, España.– La economía española ha tenido un extraordinario avance en las pasadas décadas después de su incorporación a la Comunidad Europea, aunque todavía tiene diversos retos que superar. Hoy en día, Madrid es una gran ciudad metropolitana, con gran cantidad de museos, imponentes avenidas, eventos y competencias de categoría mundial, así como universidades y restaurantes comparables con cualquiera existente en el resto del planeta. Sus amplias avenidas le dan un aspecto señorial y caminar por ellas en épocas de poco turismo, y sin las elevadas temperaturas prevalecientes en el verano, es muy agradable.

Sin embargo, el COVID-19 si le afectó y numerosas empresas redujeron de manera importante su personal e incluso varias tuvieron que cerrar, igual a lo sucedido en otros países. Los distintos gobiernos locales y nacional tienen diversos apoyos para reducir el desempleo y un servicio médico que es accesible a cualquiera, lo que ha hecho más llevadera la crisis de salud, aunque en varios casos hay saturación en sus instalaciones. La economía se recupera de manera visible y el PIB creció a una tasa de 8.3 por ciento en el último trimestre, uno de los más elevados en Europa.

El ciudadano común se preocupa por su empleo y por la sequía que predomina en el país, por sus próximas vacaciones, por la ley de la vivienda, el control de las rentas y por el aumento de la inflación entre otros temas. El conflicto con México, al que le tiene gran cariño, lo ve como algo entre los gobiernos y no entre los habitantes de nuestros países. Me sorprendió que algunos pregunten si México será la siguiente Venezuela. Es frecuente ver entre los inversionistas que detienen o ponen en pausa distintos proyectos, hasta que se defina la propuesta de la ley de energía eléctrica.

Este impresionante crecimiento de la economía española es claro y se comprueba cuando se ve que su PIB per cápita antes de ingresar a la Unión Europea era cercano a la mitad del promedio que tenían las restantes naciones del continente, con 4 mil 700 dólares anuales en 1985, a precios constantes de 2011 (esto para eliminar el efecto de la inflación en este periodo). Para el año de 2008 el ingreso por habitante en España había subido a 37 mil 920 dólares anuales, es decir ocho veces superior en estos años e igual al promedio europeo. Sin embargo, en los últimos años se ha detenido este avance.

En enero de 1986 entró en vigor la integración del país a las llamadas Comunidades Europeas, después de ocho años de negociaciones y de varios intentos para ser aceptado. Se le había rechazado anteriormente porque no cumplía con ciertos requisitos, como eran mantener un bajo déficit fiscal, la existencia y respeto a un sistema político de democracia, el otorgamiento de diversos subsidios a distintos sectores de la economía y varios más. Entre los temas más sensibles en las negociaciones fueron los apoyos que recibía el sector agropecuario.

La competencia que tuvieron los productores españoles por la entrada a la Unión Europea fue parecida a la que enfrentaron las empresas mexicanas cuando se inició el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Los fabricantes locales se vieron forzados a reducir costos, incrementar su productividad y su calidad y hoy en día tienen varias empresas de calidad muy competitiva en diversos sectores, como es en el bancario. Una diferencia fundamental entre nuestras economías fue que la Unión Europea le ha otorgado diversos fondos a España para que elevara su competitividad, mismos que se han utilizado en la creación de infraestructura, como son autopistas, aeropuertos, ferrocarriles, etcétera. Al principio obtuvo cerca de 0.8 por ciento del PIB anualmente por estos ingresos, varios de ellos a fondo perdido o con bajas tasas de interés. Todavía en la actualidad le acaban de autorizar recursos para un programa de reactivación económica para superar la crisis por el COVID.

Otra diferencia entre nuestras economías es que España tuvo que entregar su autonomía monetaria, al eliminar la peseta y aceptar el euro como su moneda. Esto le quitó un importante instrumento de protección natural a la su planta productiva local ante diversos shocks, así como el hecho de que no puede aislarse de las políticas monetarias contraccionistas o expansivas que decidan seguir los demás miembros de Europa, aunque sean contrarias a lo que su economía en particular requiera. Esto forzó a un mayor ajuste a las empresas de ese país, mientras que en México se pospusieron muchas decisiones, como fue la eliminación de numerosos monopolios y de trámites para la creación de empresas, una mejor reforma fiscal y la formalización de millones de empresas y personas que trabajan en la economía informal, etcétera.

A pesar de lo anterior existen grandes analogías entre nuestras economías, que nos pueden servir para tomar mejores decisiones de política económica.

El autor es economista.

COLUMNAS ANTERIORES

Deterioro en la calificación de México recuerda que se necesita crecimiento
Afectará a México el nuevo equilibrio económico global por Trump

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.