Benito Solis

Política monetaria responsable de la inflación y de la probable recesión

Las principales autoridades monetarias no habían considerado el importante retraso que existe entre sus acciones y los resultados.

La inflación se ha generalizado en la mayoría de los países desarrollados, lo que hace un par de años era inconcebible, como resultado de la política monetaria laxa del banco central de Estados Unidos (o Fed). Esta política ha sido secundada por la mayoría de los bancos centrales del mundo, generalizando el incremento de precios en el mundo.

Ahora existe el temor de que las medidas que está tomando la autoridad monetaria puedan provocar una desaceleración económica o incluso una recesión, lo que se traduce en una gran volatilidad de los mercados financieros. Mientras que algunos piensan que esto no será así, otros opinan que puede provocarse una grave recesión en el mundo y perjudicar a nuestro país.

Pienso que esta confusión deriva de que las principales autoridades monetarias no habían considerado el importante retraso que existe entre sus acciones con sus resultados. Por ejemplo, cuando la Fed modifica las tasas de interés o la cantidad de dinero en circulación tendrá un impacto en los precios al consumidor después de un año o incluso más; mientras que en México normalmente es en menor plazo. Así que una mayor liquidez reactiva el comercio y la producción en una primera etapa, sin un impacto relevante en la inflación; lo que hace concluir a las autoridades que pueden incrementar aún más la liquidez en circulación sin un efecto negativo. Cuando se produce la inflación, tienden a responsabilizar a otras causas más inmediatas. Por otro lado, las medidas correctivas también tienen un retraso, pero es frecuente que los responsables se impacienten ante la falta de resultados para contener el incremento de los precios y tomen nuevas y excesivas medidas para enfrentar el problema, provocando recesiones.

La Fed ha seguido políticas expansivas desde hace más de una década, lo cual ha hecho que sus activos hayan crecido más de nueve veces, es decir más de 900 por ciento en este plazo. La mayoría de los demás bancos centrales han tenido comportamientos parecidos. Esto no se había reflejado en inflación por varias decisiones de los mismos bancos centrales, como era emitir un importante monto de bonos, que permitía reducir la liquidez; por acumulación de reservas internacionales denominadas en dólares por parte de los demás; por la creciente globalización del comercio que requería crecientes montos de divisas en dólares y otras razones más.

Sin embargo, los diversos programas del gobierno de Estados Unidos para enfrentar la crisis del Covid, que consistían en otorgar apoyos en efectivo a las familias, a las empresas, a los estudiantes, a los desempleados y otros más tuvo como efecto elevar la demanda agregada, lo que finalmente impactó en una creciente inflación.

En un principio, la mayoría de los banqueros centrales tenían la opinión de que este incremento en los precios era un fenómeno transitorio, causado por distintas razones, sin reconocer su responsabilidad en el mismo. Por ejemplo, atribuían los mayores precios del petróleo y de los granos enteramente a la invasión de Ucrania; así como al rompimiento de las cadenas productivas por el problema del Covid y otras causas más. A pesar de que ha mejorado el combate a la pandemia provocada por esta enfermedad el problema inflacionario sigue incrementándose.

En las últimas semanas la mayoría de los bancos centrales ya están más conscientes de que tienen que tomar decisiones para enfrentar este problema, mismas que deberían de haber llevado a la práctica hace más de un año, cuando se presentaron los primeros síntomas de la inflación. Sin embargo, los resultados serán visibles hasta dentro de varios meses, por lo que existe el riesgo de que las presiones políticas y sociales los obliguen a sobrerreaccionar, al darse cuenta de que la inflación no se reduce a la velocidad que desearían.

Ya aparecen algunos síntomas de que la “medicina” está funcionando, como es la reducción en el precio del petróleo y la gasolina en los mercados internacionales y de diversas materias primas y minerales, así como el rompimiento de las burbujas inmobiliarias en varias ciudades e incluso países en el mundo.

Sin embargo, por la impaciencia derivada de que la inflación al consumidor no tiene una clara tendencia a la baja en el corto plazo, es muy probable que diversas autoridades monetarias, principalmente la Fed tengan una sobrerreacción lo que provocará una recesión. Esto tendría un fuerte impacto en la economía mexicana, ya que la mayoría de nuestro pequeño crecimiento depende de las exportaciones a Estados Unidos, las cuales se reducirían.

El autor es economista.

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