GINEBR, Suiza.– Esta es la segunda ciudad más grande de Suiza, con solo 200 mil habitantes, famosa por su transparente lago y su Jet d´Eau, chorro de agua con una altura de 140 metros, que puede ser visto en toda la zona urbana. Aquí es la cuna de la relojería y sede de numerosos fabricantes de chocolates, así como de gran cantidad de bancos y fondos de inversión, pero con frecuencia es considerada la ciudad más cara del mundo. Es la más internacional de las ciudades suizas, ya que más de la mitad de su población es extranjera.
Aquí están alrededor de 40 organizaciones internacionales, siguiendo el ejemplo de la Liga de las Naciones, que se fundó en 1920 a raíz del fin de la Primera Guerra Mundial. Su sucesora, las Naciones Unidas, tiene aquí su sede de Europa. Están también las oficinas de la Cruz Roja Internacional, de la Organización Mundial del Comercio, que regula esta actividad a nivel mundial; de la Organización Mundial de la Salud, que ha tenido gran relevancia a partir de la aparición del covid-19, así como la Organización Internacional para los Refugiados, que presta gran atención a lo que está pasando en México y en diversos países europeos como Italia, España y Turquía. Además, aquí existen cerca de 750 organizaciones no gubernamentales consultoras de las Naciones Unidas y 177 representaciones de estados extranjeros.
Pienso que este país tiene gran estabilidad, a pesar de que lo componen tres nacionalidades (que son la alemana, la francesa y la italiana), ya que están unidas por su respeto a la ley y por un Poder Ejecutivo débil, el mismo es denominado Consejo Federal, integrado por siete ministros, que deben tomar sus decisiones por consenso y presidido por uno de ellos por solo un año. Además, el gobierno es muy estricto en sus finanzas, siendo frecuente que tenga un superávit fiscal cada año, lo que le permite tener en la actualidad una inflación anual de 2.6 por ciento, muy inferior a la que tienen otros países europeos, como Italia con 8.3 por ciento o el Reino Unido con 10.1 por ciento.
En semanas recientes quebraron tres bancos medianos norteamericanos y un banco suizo, el Credit Suisse. En este caso, los reguladores y las autoridades financieras indicaron que el banco no requería apoyo, a pesar de un posible contagio derivado de la situación bancaría en Estados Unidos, ya que tenía la liquidez y el capital requerido. Sin embargo, unas semanas después, las autoridades le tuvieron que otorgar un apoyo financiero al banco y cambiaron el tratamiento a los llamados “Cocos Bonds”, que son emisiones de deuda de los bancos que bajo ciertas condiciones se transforman en acciones del banco y dejan de pagar intereses.
A uno de estos bonos, denominados AT1, que fueron creados a raíz de la crisis financiera de 2008 existiendo 260 mil millones de dólares, el gobierno suizo tomó la decisión de no pagar los de Credit Suisse, en lugar de convertirlos en acciones. Esto derivó en un importante ajuste a la baja en el capital de numerosos bancos europeos e incluso norteamericanos, porque estos bonos no son tan seguros como se pensaba. Lo anterior derivó en presión a los bancos y en retiro importante de ahorros del público en algunos de ellos.
Los bancos tienen un capital que permite responder en el caso de que los ahorradores decidan retirar sus depósitos, pero solo hasta cierto porcentaje. Esto es así porque las instituciones financieras utilizan gran parte de estos recursos en otorgar los créditos a diferentes plazos. Por eso existen instituciones garantes de los depósitos que apoyan en caso de retiros extraordinarios.
El sistema económico y principalmente el sector bancario opera bajo la premisa fundamental de la confianza. Existe la confianza de que si deposito mi dinero en una institución bancaria, con el tiempo lo puedo recuperar, con un rendimiento previsto. Es por eso qué en los casos inflacionarios, el dinero que recupero después un tiempo ya no puede adquirir la misma cantidad de bienes que podía al inicio. Eso hace que se pierda la confianza en todo el sistema. Cambiar las reglas de manera inesperada entorpece o impide el funcionamiento de las economías.
El autor es economista.