La economía mundial está inmersa en un importante cambio de ciclo, en el cual el anterior no termina de morir y el nuevo no termina de nacer. Por lo mismo se tienen características de ambas etapas y es constante la confusión entre ambas. La anterior se caracterizó por la integración de las diferentes economías del mundo, esto es por el proceso de globalización que permitió una reducción drástica de los costos de producción y un incremento muy importante de la productividad. Esto se reflejó en reducciones importantes de precios para los consumidores, muy bajas tasas de inflación y por ende en un incremento de su poder de compra.
Por su parte, las tasas de interés se redujeron a niveles cercanos a cero e incluso en algunos casos fueron negativas, lo que fomentó la inversión, aunque también propició la realización de proyectos que no son rentables en el largo plazo. Como resultado se tuvo un periodo de elevado crecimiento que, como es normal en estos casos, no pudo ser homogéneo. Las economías más educadas y mejor integradas al resto del mundo tuvieron un desarrollo más elevado que las demás y lo mismo sucedió dentro de cada país. Por ejemplo, en México la parte norte del territorio, el Bajío y las zonas turísticas tuvieron tasas de crecimiento de doble dígito, mientras en la zona sur hubo estancamiento y en ocasiones se registró contracción económica. Los sueldos y salarios tuvieron el mismo comportamiento, ya que aquellas personas que tenían mejor educación y quienes trabajan en las zonas beneficiadas por la integración global tenían ingresos muy superiores a los demás.
Estas diferencias han creado diferentes conflictos sociales y políticos, que se agravaron de manera drástica con la aparición del Covid, las que impiden que se continúe con el proceso previo de globalización e integración económica de los distintos países.
El nuevo ciclo se caracteriza por el proceso de desglobalización y de rompimiento de las cadenas productivas, lo que eleva los precios, la inflación y las tasas de interés. En cada país el efecto de lo anterior es diferente, al igual que la reacción de los gobiernos, pero el crecimiento es menor. Se tienen impactos como la situación en Medio Oriente, la crisis inmobiliaria en China, la quiebra de empresas financieras en Estados Unidos y otros países, así como la volatilidad de los tipos de cambio, con frecuencia inesperados, como sucede aquí.
Es frecuente que las distintas políticas de los gobiernos sean contraproducentes, como sucede en México y en los Estados Unidos; ya que mientras la política monetaria es contraccionista, es decir reduce la liquidez para bajar la inflación, pero por otro lado la política fiscal es expansiva con mayor gasto público y déficit fiscal, aumentando así la liquidez.
Lo anterior explica el hecho de que mientras se esperaba en 2023 que la economía norteamericana tuviera un bajo crecimiento o incluso una recesión, terminó con un crecimiento elevado de 2.5 por ciento y sus mercados bursátiles registraron uno de sus más elevados crecimientos de las últimas décadas. En México sucedió algo parecido, ya que la economía creció el doble de los previsto en 2023 y el tipo de cambio en lugar de debilitarse, logró una apreciación del 13 por ciento en el año.
Sin embargo, hoy se conocerá que en nuestro país es posible que el PIB haya tenido una ligera contracción en el último trimestre del año pasado, que se explica por la perdida de competitividad de las exportaciones mexicanas en los mercados internacionales (por la apreciación del peso), así como por la competencia interna de las importaciones más baratas. A esto habría que agregar la incertidumbre por el entorno político interno en el último año del actual gobierno.
En conclusión, se espera que el entorno internacional y el nacional seguirá en un proceso de ajuste, que se agravará por los procesos electorales en ambos países. Dependiendo del resultado de las elecciones se definirá el futuro de ambos países en las próximas décadas.