Opinión Benito Solis

El problema de la elevada deuda de gobiernos y empresas

El grave riesgo que se vislumbra es que la reactivación económica que empieza en varios países elevará la inflación y en consecuencia las tasas de interés.

El autor es economista .

La actual pandemia ha dislocado las economías, el funcionamiento de las empresas, los incentivos de las instituciones e incluso el comportamiento y los valores de las personas. Lo que algunos consideraban con anterioridad como principios absolutos, ahora se ponen en duda y se aceptan conceptos que se pensaban como absurdos. El Covid-19 se ha vuelto un pretexto ideal para que distintos gobiernos olviden sus políticas económicas previas, como era la búsqueda del equilibrio fiscal. Ahora lo mismo se ejerce el gasto público en mejorar obsoletos sistemas de salud, que es un objetivo loable y deseable, que desperdiciar recursos en construir obras faraónicas por medio de empresas de amigos y familiares; en reparar viejas escuelas que en adquirir bonos de deuda de empresas inviables, mal diseñadas y administradas. En conclusión, para muchos gobiernos parece que su principal objetivo se limita a elevar el gasto público sin evaluar bien para qué y por qué hacerlo.

Esto ha llevado a que distintos gobiernos tengan déficit fiscales que hace algunos años eran inconcebibles, como es el caso de Estados Unidos, con un déficit anual cercano al 15 por ciento del PIB, Gran Bretaña con 20 por ciento, Canadá con 14 por ciento, España 12 por ciento, Italia y Francia con 11 por ciento, Brasil con 16 por ciento, Colombia, Chile y Perú con 8.0 por ciento. En este escenario el caso de México resalta con un desequilibrio fiscal de solo ¡4.5 por ciento del PIB! Lo que hace algunos meses hubiera sido motivo de grave preocupación e incluso devaluación del peso, ahora resalta por ser tan bajo.

Sin embargo, estos déficits se tienen que financiar de algún lado, lo cual ha propiciado que la gran mayoría de las naciones hayan incrementado de manera muy significativa sus deudas soberanas. Por ejemplo, las naciones de Europa occidental tienen una deuda superior a 100 por ciento del PIB, al igual que Estados Unidos; mientras que la de México es superior a 50 por ciento. A pesar de las afirmaciones que con frecuencia se escuchan, el gobierno mexicano ha seguido elevando su deuda externa, desde hace varios años, incluidos los pasados dos años de la administración actual. Además, no es lo mismo incrementar la deuda en un país con tasas de interés cercanas a cero, que el caso de México en donde las tasas de interés para la deuda del gobierno estaban arriba de 8.0 por ciento.

Los distintos gobiernos han propiciado disminuciones de las tasas de interés para enfrentar la pandemia y la consecuente recesión económica. Hoy en día la mitad de las emisiones de bonos de deuda en el mundo se realizan con tasas de interés negativas; al igual que las tasas de interés que pagan los bancos en los países desarrollados por recibir ahorro del público. Esto significa que una institución bancaria no solo no paga ningún rendimiento a los ahorradores, sino que les cobran por aceptar sus recursos.

En consecuencia, los bancos pueden otorgar créditos con tasas de interés extremadamente bajas; por ejemplo, no es difícil obtener hipotecas con tasas anuales de 1.5 por ciento al año e incluso menores. Este financiamiento ha hecho artificialmente 'rentables' proyectos y empresas que no tendrían viabilidad en el entorno anterior a la crisis. Asimismo ha vuelto trabajadores sin ingresos permanentes sujetos de crédito.

El grave riesgo que se vislumbra es que la actual reactivación económica que empieza en varios países, encabezados por China y Estados Unidos, elevará la inflación y en consecuencia las tasas de interés. Esto es claro al ver los precios de varias materias primas como el cobre y el acero, el precio de los energéticos como el petróleo y el gas, así como los precios de acciones en diversas bolsas de valores. Debido a los bajos niveles de las tasas de interés, un pequeño incremento de uno o dos puntos porcentuales significaría que los gobiernos y las empresas podrían duplicar sus costos financieros en unos cuantos meses.

En los próximos meses serán más obvias las presiones en los mercados financieros, perjudicando a los distintos sistemas bancarios. Los gobiernos tendrán que encontrar el difícil equilibrio para tomar la decisión de frenar la inflación y al mismo tiempo evitar el riesgo de detener la recuperación económica. De aquí la importancia de tener bancos centrales autónomos, con personal altamente calificado, para que puedan administrar de manera correcta la política monetaria en la tormenta que se avecina.

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