Benito Solis

Se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín

Este evento destruyó la creencia de que un pequeño grupo puede tener la capacidad de sustituir a millones de personas en sus decisiones diarias.

El pasado 9 de noviembre se cumplieron tres décadas de la caída del Muro de Berlín, que se construyó para separar la parte controlada por la URSS en la capital de Alemania, de las zonas que estaban bajo la administración de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. No solo estaba dividida esta ciudad, sino toda la nación. Esta división del país germánico resultó de los acuerdos de Yalta, que tuvieron lugar en febrero en 1945, cuando ya era claro que Alemania perdería la Segunda Guerra Mundial. En la misma participaron los jefes de Estado Winston Churchill de Inglaterra, Franklin D. Roosevelt de Estados Unidos y Josef Stalin de la URSS.

Como resultado de las reuniones entre estas potencias la ciudad de Berlín, Alemania y gran parte de Europa quedó dividida en dos grandes bloques. En uno se siguió una política económica con semejanza a la que predominaba en Rusia de planeación estatal; mientras que en el otro se siguió el esquema de mayor libertad en el funcionamiento de los mercados. Desde un principio se hizo patente que la parte occidental de Berlín tenía un mayor crecimiento económico, lo cual propició una fuerte emigración de la población. Se estima que 3.5 millones de alemanes orientales huyeron de la parte controlada por los soviéticos, es decir la República Democrática Alemana (RDA) a la denominada República Federal de Alemania (RFA). Este porcentaje era equivalente al 20 por ciento de la población.

Para detener esta migración se construyó el muro de 45 kilómetros que separaba esta ciudad, volviéndose el símbolo de la llamada Guerra Fría y de la separación de Alemania y de Europa. Esta construcción se hizo en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961; con lo que terminó la separación de ambas partes de Alemania, ya que desde 1952 se empezó a construir una frontera fuertemente armada entre la RDA y la RFA.

La frontera interna de Alemania eran impresionante, ya que tenía vallas, torres para vigilantes, una zona de 5 kilómetros de ancho reservada para aquellos que tuvieran un permiso de residentes, además de los 500 metros de ancho de zona prohibida y una barrera de 10 metros.

De estudiante pude recorrer varios países de Europa Oriental y me impactó la seguridad y las restricciones que tenía la población para evitar su salida hacia la parte de Europa Occidental e incluso para transitar en el mismo país. Me sorprendió conocer todos los requisitos existentes para adentrarse en estos países, pero sobre todo la cantidad de horas que se necesitaban para poder salir del mismo. Aspecto preocupante fue la solicitud para entregar los comprobantes de todos mis gastos para demostrar que no había hecho operaciones en el mercado negro de divisas.

Pero sin ninguna duda lo que más me impresionó fue descubrir los bajos niveles de vida que tenía la población que habitaba en las zonas que tenían el sistema económico de planeación central. Eran las mismas familias y la misma historia, el mismo clima y el mismo suelo pero en la parte donde funcionaba el sistema de mercado existía abundancia y en la que estaba separada por un muro, donde se utilizaba la planeación central del gobierno, predominaba la escasez y el hambre.

En aquella época había una lucha ideológica sobre qué sistema económico era más conveniente para lograr el desarrollo de las naciones. Sin embargo, el colapso económico de los países de Europa Oriental que utilizaban la planeación y control del gobierno sobre los procesos productivos demostró la ineficiencia de este sistema.

La caída del Muro de Berlín no solo fue la destrucción de una instalación que separaba una ciudad y un país, sino también la caída de la creencia que es posible que un pequeño grupo de personas tengan la capacidad de sustituir a millones de personas en sus decisiones diarias.

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