Benito Solis

Sigue impactando la crisis de 2008 en la actualidad

Luego de la crisis financiera de 2008 se temía que los apoyos monetarios adoptados podrían incrementar la inflación, lo cual no ha sucedido por la manera en que se controla la liquidez.

El autor es economista .

La crisis financiera global ocurrida en septiembre de 2008 sigue impactando las políticas económicas de los distintos países todavía en el presente. Desequilibrios actuales como la debilidad de las distintas monedas, incluido el dólar; las bajas o incluso negativas tasas de interés; la menor productividad en sectores productivos; así como las crecientes deudas soberanas y los desequilibrios fiscales de diversos gobiernos tienen su origen en las medidas 'temporales' que se tomaron en aquel momento para superar la crisis. Mucho del deterioro en la distribución del ingreso entre los factores de la producción y la creciente participación de los gobiernos en la economía pueden ser atribuidos a la misma razón.

Debido a la fuerte expansión del crédito en Estados Unidos en esa década, especialmente en el sector hipotecario, la economía global inició el camino a una fuerte crisis sólo comparable a lo sucedido en la Gran Depresión de la década de los 30. Recuerdo que en esos años los bancos en Estados Unidos daban hipotecas para pagar en varias décadas y con bajas tasas de interés. Pero si los compradores no tenían para el pago inicial, también daban un segundo crédito para el enganche, basándose en el supuesto de que el precio de las casas seguiría incrementándose en el futuro, lo cual no siempre sucedió.

Al inicio de 2008, varias instituciones financieras ya mostraban graves signos de deterioro y en marzo de ese año el grupo financiero Bear Stearns tuvo que ser rescatado por el gobierno para evitar su contagio a otras empresas. La situación siguió deteriorándose y el 7 de septiembre los gigantes hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae fueron rescatados por las autoridades. Aunque estas instituciones no eran del gobierno, en la práctica tenían una garantía implícita del mismo, por lo que descontaban hipotecas de los diversos bancos, para que pudieran seguir operando.

Debido a esta expansión crediticia y a cambios en la legislación correspondiente, a la reducción en el capital mínimo de los bancos y a otras circunstancias más, así como a la creencia de que el gobierno salvaría a las distintas instituciones financieras en problemas (si eran lo suficientemente grandes, es decir too big to fail) los bancos tomaron excesivos riesgos. Esto se reflejó en crecientes carteras bancarias en problemas, como le sucedió a Lehman Brothers.

Hubo diversos intentos para comprar y salvar a esta empresa, los que no fructificaron y así el lunes 15 de septiembre se declaró en quiebra. Esto inició un creciente pánico entre los distintos ahorradores de otras instituciones, no sólo en Estados Unidos, sino en otros países. Por ejemplo, en Francia el gobierno dijo que no apoyaría a los malos franceses que depositaron sus ahorros en bancos extranjeros y en cuestión de horas se formaron largas filas de personas que deseaban sacar sus recursos de los bancos, incluidos los franceses, provocando una crisis bancaria en esa nación.

En los siguientes días la aseguradora global AIG y otros bancos avisaron al gobierno que ya no podrían seguir operando y las transacciones interbancarias se detuvieron durante varios días, con lo que se suspendió la entrega de préstamos a los clientes. La situación fue de una fuerte contracción de liquidez en la mayoría de los países desarrollados, que se transmitió al resto del mundo. El gobierno del presidente Bush solicitó poderes extraordinarios al Congreso el 20 de septiembre para lograr contener la crisis financiera, iniciando así un incremento que triplicó la liquidez existente en la economía.

Aunque en un inicio se temía que estos apoyos monetarios podrían incrementar la inflación en las distintas naciones, esto no ha sucedido hasta la fecha, por la manera en que se controla la liquidez y la forma en que se mide la inflación. A partir de ese momento los bancos centrales y los gobiernos de distintos países han decidido seguir con esta política expansionista para enfrentar casi cualquier problema que se les presente, aunque no sean de tipo bancario.

Esto ha provocado una reducción importante en las tasas de interés, las cuales están cerca de cero e incluso en la mitad de los países desarrollados son ya negativas, lo que significa que los ahorradores tienen que pagar a los bancos para que puedan guardar sus recursos. Además, los distintos gobiernos han incrementado su participación en las economías, reduciendo los recursos disponibles para las empresas y los consumidores. Esto ha propiciado una reducción en la inversión. Otro tema preocupante es la magnitud de la deuda soberana en la mayoría de las naciones, que serían impagables en un entorno de mayores tasas de interés.

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