Opinión Benjamin Hill

Julian Assange, una papa caliente

Es en extremo inconveniente que se reciba a Julian Assange cuando se encuentra requerido por la justicia de EU. Desde su punto de vista, equivale a colaborar en la fuga de un reo.

La decisión del gobierno de México de ofrecer asilo político al activista por la transparencia de la información pública, Julian Assange, es una movida arriesgada que puede tener consecuencias negativas en la relación de México con Estados Unidos. Pocos activistas sociales han conseguido un nivel de relevancia mediática comparable a la del australiano nacionalizado ecuatoriano Julian Assange. Hoy por hoy, es posible que las únicas que se encuentran en la misma categoría de fama global sean la activista pakistaní por el derecho de las mujeres a la educación Malala Yousafzai, y la ambientalista sueca Greta Thunberg. Pero ni siquiera ellas, con toda la atención que generan, han sido tan polémicas como Assange, ni han conseguido meterse en tantos líos legales, políticos y diplomáticos como él.

Assange es un personaje que entusiasma y polariza, como se sugiere en la película The Fifth Estate (2013) de Bill Condon, en la que el siempre excelente Benedict Cumberbatch interpreta a un Julian Assange carismático, idealista, motivado, radical, intolerante, paranoico y más que egocentrista, enamorado sin remedio de sí mismo y de su figura pública. Hace año y medio publiqué en estas páginas (16-04-2019) la descripción de Assange que hace Alan Rusbridge –exeditor de The Guardian– en un artículo para The Washington Post, con base en su propia experiencia y la de otras personas que trataron directamente a Assange, y en la que digamos que no sale bien librado. Lo describe como majadero con sus colaboradores, agresivo en las discusiones, egoísta, grandilocuente, irracional, de temperamento volcánico y descuidado con su arreglo personal, hasta el punto de apestar físicamente.

Pero el hedor tal vez sea lo de menos. La dimensión polarizante que ha marcado la trayectoria de Assange y de la organización que fundó y que encabeza, Wikileaks, le han acarreado una serie de problemas legales que lo han obligado a vivir a salto de mata, a permanecer en cautiverio en la embajada de Ecuador en Londres por casi siete años, y a pasar año y medio en una cárcel del Reino Unido. Algunos de los problemas en los que se ha metido no tienen que ver con su labor como activista ni con Wikileaks. Assange pidió asilo a Ecuador y adquirió la ciudadanía ecuatoriana para evitar que se le extraditara a Suecia, donde enfrentaba un juicio por violación y abuso sexual supuestamente cometidos en 2010 en Estocolmo. Ese caso fue finalmente abandonado por la justicia sueca en noviembre de 2019.

El problema legal que enfrenta Assange actualmente es evitar ser extraditado y procesado en Estados Unidos. La justicia de ese país lo busca con relación a la publicación en 2010 de información militar secreta y comunicaciones diplomáticas confidenciales sobre las actividades de ese país en Irak y Afganistán. Dicha información fue filtrada a Wikileaks por el soldado y analista de inteligencia Bradley Manning, quien estaba desplegado en Irak desde 2009. Manning fue sentenciado a 35 años de prisión, pero el presidente Obama redujo esa condena a siete años. Como si esta historia necesitara de más detalles rocambolescos, en 2013, mientras purgaba su condena, Manning manifestó su deseo de cambiar de sexo, y ahora lleva el nombre de Chelsea Manning. El caso del gobierno de Estados Unidos contra Assange es una acusación de conspirar con Manning para hackear una computadora del Departamento de Defensa y robar información secreta. Pero esa no es la única filtración de datos políticamente relevantes para Estados Unidos en la que Assange está involucrado. También se le relaciona con la filtración de miles de correos electrónicos de la campaña de Hillary Clinton, supuestamente obtenidos gracias al espionaje ruso, en lo que para muchos fue un hecho clave que propició la derrota electoral de Clinton y el triunfo de Donald Trump. En suma, Assange no tiene muchos aliados en las esferas del poder en Estados Unidos. Por un lado los conservadores lo desprecian por filtrar información militar; por el otro, los demócratas lo odian por haber sido instrumental para el triunfo de Trump. Assange es una papa caliente.

Casi al mismo tiempo en que una corte del Reino Unido negó la extradición de Assange a Estados Unidos, el gobierno de México hizo pública una oferta de asilo político al activista. Personalmente, creo que Assange no debería ir a la cárcel, pero con independencia de eso, la oferta de asilo es por un lado incongruente y por el otro, inconveniente para los intereses de México. Es desde luego incongruente con la actitud hostil del gobierno hacia el organismo independiente encargado de asegurar el derecho de acceso a la información, el INAI, al que durante años, reiteradamente y apenas ayer de nuevo, el presidente ha amenazado con desaparecer. Es incongruente también que México, el país más peligroso para ejercer el periodismo, invierta recursos políticos y económicos para recibir a un activista extranjero, antes que resolver los retos de la protección a sus propios periodistas. Pero es además en extremo inconveniente que se reciba a Assange cuando se encuentra requerido por la justicia de Estados Unidos; desde el punto de vista de ellos, equivale a colocarnos en el papel de colaborador en la fuga de un reo. Ahora solo queda esperar que Assange encuentre refugio en otro lugar o que él mismo rechace la oferta del gobierno mexicano… por congruencia.

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