Benjamin Hill

Polarización, debate público y un deseo

En un ambiente en donde el debate está radicalizado, ni gobierno ni opositores tienen incentivos para abandonar sus posiciones, aunque éstas afecten materialmente el progreso del país.

Ha sido frecuente escuchar en conversaciones de sobremesa que, independientemente de nuestra opinión sobre el gobierno, es necesario apoyar al presidente, pues si le va bien a él, le irá en consecuencia, bien a México. Decir eso en realidad es un sofisma: al presidente y a cualquier otro político le podría ir muy bien, por ejemplo, en la acumulación de poder y su permanencia en él, pero eso no elimina la posibilidad de que el país se vaya al pozo. Sin embargo, lo contrario al comentario original no es posible: no es compatible un presidente que fracasa con un país que alcanza el éxito, de modo que si insistimos en que el gobierno fracase, la derrota del país está asegurada. Desde luego, lo ideal es tener un presidente sensato y sensible, con un cuerpo burocrático profesional que toma decisiones buenas e imparciales, que conduzcan un desarrollo equitativo y con respeto a los derechos de todos. Escribo esto pensando en que el debate nacional se desarrolla como en las trincheras de la primera guerra mundial, en la que los combatientes no podían ver ni tener contacto directo con el enemigo, y en la que se intercambiaban balas y cañonazos cada quien desde su propio agujero en la tierra. Si no podemos ver ni reconocer los motivos y razones de los demás, es difícil que el diálogo y el debate público sean constructivos y se alcance el bien de México.

Robert McNamara, el polémico Secretario de la Defensa de Kennedy y Lyndon Johnson, dejó en el documental Fog of War una especie de testamento político en el que hace una revisión de su vida y experiencias como analista de datos en la Segunda Guerra Mundial y después, como responsable por la estrategia militar de su país durante gran parte de la guerra con Vietnam. En ese testimonio reconoce que durante esa guerra, nunca sostuvo un diálogo directo con su homólogo vietnamita y que en realidad, el temor estratégico principal de los Estados Unidos, que Vietnam cayera bajo la órbita política de la China de Mao, era en gran parte, infundado. En un encuentro que sostuvieron en 1995, el general Vo Nguyen Giap, contraparte vietnamita de McNamara, le dijo que su país jamás hubiera aceptado ser dominado por los chinos, a quienes venían combatiendo desde hacía más de mil años, y que lo único que buscaban era su independencia. Muchas vidas se hubieran salvado si estos dos líderes se hubieran reunido en un momento oportuno a hablar en privado sobre los intereses y preocupaciones de sus países.

Hago esa referencia porque creo que podríamos lograr mucho mas como país si tanto partidarios como opositores al gobierno fuéramos capaces de construir un debate que partiera de la verdad y del interés por encontrar lo que más convenga a México y a su gente. Sin embargo, el debate público actual, el que se refleja en medios y redes sociales parece ser una carrera de reprobación, una larga caravana de desacreditación mutua y una búsqueda por eliminar la autoridad moral e intelectual de los contrarios. Muchas personas que en otros ámbitos de su vida han demostrado su seriedad, caen víctimas del "gatillo fácil" de las redes sociales, republicando, compartiendo o dando por buena información falsa o calumniosa, sólo porque coincide con sus ideas. En la mayoría de las discusiones donde se comentan asuntos que generan posiciones distintas, el punto de partida no es la validez del argumento o la verdad de la información, sino la defensa irreductible de una posición previa. Y aquí hemos fallado todos; todos hemos puesto por delante nuestras preferencias e ideas antes que el beneficio de México.

En una reciente encuesta realizada por Alejandro Moreno para El Financiero, el 39 por ciento de los encuestados dijo que durante el año que termina, el país estuvo políticamente más dividido; una mayoría, el 55 por ciento, dijo ver a la sociedad más unida en lo político. Sin embargo, el que una mayoría opine que no hay más división no significa que no exista un ambiente polarizante, del que tanto se ha hablado, pues como dice Moreno: "[…] la polarización no es un asunto de proporciones, sino de distancias y de pérdida del punto medio. De manera que, aunque la mayoría opine que 2019 fue un año de unidad, entre ellos y la minoría que opina lo contrario sí puede haber cierto grado de polarización" (Un año polarizante, 27-12-19). Mi valoración no científica, es que con independencia de las opiniones de las personas que pueden ser medidas en encuestas, el debate público se encuentra envenenado de polarización, y eso representa un riesgo pues no permite la construcción de compromisos políticos ni los consensos sociales necesarios para emprender proyectos de transformación, sino que promueve la radicalización y la discordia. En un ambiente así, en donde el debate está radicalizado, ni gobierno ni opositores tienen incentivos para abandonar sus posiciones, aunque éstas afecten materialmente el progreso del país, y eso no conviene a nadie. ¿Es posible una mayor contención de las pasiones alimentadas por la polarización que hagan del debate público un ejercicio más productivo, que ayude al gobierno a cambiar de opinión en lo que puede ayudar a México, incluso renunciando a posiciones previas? Creo que la principal responsabilidad de iniciar la construcción de un entorno de reconciliación es del gobierno debido claro está, a que son ellos quienes tienen la responsabilidad de gobernar y tienen una mayor capacidad para definir el tono del debate público. Ojalá ese proceso de reconciliación o de despolarización inicie en 2020. Ese es mi deseo. ¡Muy feliz año nuevo!

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