Desde Otro Ángulo

Caída libre

El planeta como lo conocemos habrá de acabarse si seguimos como vamos dada la tecnología (la dura y la social) existente. Pero, si cambiamos ambas, se abre un resquicio para salvarnos.

A eso me huele el mundo estos días. Me huele y me sabe a caída libre afuera de lo conocido. Alumbramiento dirían algunos (incluyendo a alguna de las que soy). Quizá. Pero, cada vez más seguido, siento sobresalto y temor frente a la evaporación progresiva de lo asumido como esperable, probable e, incluso, posible.

Parecido a esos instantes que saben a siglos de cuando tiembla o te estás cayendo. Vértigo, pérdida de piso, mareo. Los ejes arriba-abajo, derecha-izquierda, redondo-cuadrado: desdibujados y, al mismo tiempo, rotando. Lo conocido sigue ahí, pero el marco grande que le da sentido gira, se prende, se apaga, pega de brincos y no deja de dar volteretas. La comida sigue yendo después del desayuno, pero en los mapas de adentro ya no sabes si vas a salir o vienes llegando.

"Cuando encontramos algo que no tiene precedente, automáticamente lo interpretamos a través de los lentes de las categorías que nos son familiares y ello hace invisible precisamente lo que tiene (la cosa) de sin precedente". Eso dice –genialmente– Shoshana Zuboff en su extraordinario libro The Age of Surveillance Capitalism. Posiblemente esa sensación de vértigo y de susto que experimento, cada vez con mayor intensidad y frecuencia, sea producto de eso: de la imposibilidad de ver, ya no digamos de entender lo que se sale de mis/nuestros lentes conocidos. Pudiera ser. Seguramente mucha de la explicación de mi vértigo es que no logro entender qué está pasando.

Cuando la realidad se sale tantísimo de las cuadrículas interpretativas usuales, sin embargo, ocurre que incluso el umbral a partir del cual se prenden las alarmas se vuelve incierto. Y eso tiende a producir susto. Básicamente porque no saber si sirve la alarma de incendios lo coloca a uno en una posición de riesgo extremo.

Toda esta zozobra ocurre en México, sin duda. Pero, está sucediendo en el mundo entero. Estamos viviendo un momento en el que confluyen movimientos tectónicos fuertes en distintos planos. Cada uno de ellos abre fisuras en lo conocido, es difícil de entender y genera enormes incertidumbres. Su combinación configura, sin embargo, un cóctel extraordinariamente difícil de descifrar.

En el terreno económico, por ejemplo, a los quiebres evidentes relacionados con el ensanchamiento brutal de la desigualdad y la exclusión producidas por varias décadas de mercados crecientemente desregulados, se están sumando (endógenamente) nuevas transformaciones de fondo. Entre las más importantes y como muestra magistralmente Zuboff en su libro citado arriba: el surgimiento de un nuevo tipo de capitalismo global basado en la expropiación masiva y alegre de la información, las subjetividades y las voluntades de millones y millones de personas para control y beneficio de un puñado de empresas.

En lo social, identidades individuales cada vez más fracturadas ocurriendo en simultáneo con el desgarramiento de las formas tradicionales de relacionamiento y protección cercana (léase, parejas, familias, amistades, e identidades grupales modernas). Violencia e inseguridad crecientes. Anomia a raudales.

En lo político, las geometrías político-ideológicas conocidas hechas añicos, destape vociferante de las vísceras y los tribalismos a garganta abierta. Los partidos políticos de siempre (e incluso los nuevos) desbaratándose o dando tumbos. Lo impensable volviéndose cotidiano. Civilidad y razonabilidad elementales acechadas y en peligro. Las instituciones heredades –formales e informales– bajo fuego. Los líderes carismáticos capaces de interpelar a los millones de excluidos e invisibles creciendo en poder y centralidad a tambor batiente.

Lo más gordo y decisivo para todos, desde luego, el cambio climático y el segundero anunciando el punto de no retorno. De no retorno para hacer posible la vida de la especie humana en nuestra única casa: la Tierra.

Frente a la implosión del hábitat Tierra a la que nos dirigimos ineluctable y velozmente por el camino que vamos, uno se pregunta (como lo hace la joven sueca Greta Thunberg): ¿cómo es que hablamos de cualquier otra cosa? Winter is coming y a los que les toca hacerse cargo de todos nosotros (dentro de las parcelas nacional/territoriales en los que estamos organizados para la supervivencia) parecen no haberse enterado.

Todo parece indicar que pasamos ya o estamos muy próximos a llegar al punto de retorno. Conviene, con todo, reparar en que ello es así ceteris paribus. Es decir, el planeta como lo conocemos habrá de acabarse si seguimos como vamos dada la tecnología (la dura y la social) existente. Pero, si cambiamos ambas, se abre un resquicio para salvarnos.

Por eso importa hablar de otra manera de lo social, lo económico, lo cultural y lo político. Importa, pues si no estamos dispuestos a reorganizar de fondo la forma en la que articulamos la convivencia y a pagar los costos (enormes) a nivel individual que ello implica, la posibilidad de futuro para la especie toda estará cancelada.

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