Desde Otro Ángulo

Ruth Bader Ginsburg (1933-2020)

La pérdida inmensa que representa la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg es especialmente costosa para Estados Unidos en el momento presente.

Para ACH .

Ruth Bader Ginsburg (RBG) encarnaba justo el espíritu contrario a las miasmas que hoy nos devoran. En medio del resentimiento venenoso, del encono feroz y de los desgarramientos éticos que líderes como Trump agitan y abanderan en muchas partes del mundo, su muerte supone una pérdida incalculable para todas y para todos.

Esa mujer menuda, esa abogada filosa, serena y luminosa representa todo lo que hoy más nos hace falta. Valentía desde la templanza; convicción férrea desplegada con puntería fina y mesura abundante; profundidad formidable y ligereza deliciosa. Disposición a escuchar, a ceder, a acordar, sin perder nunca la brújula que le daba norte: la igualdad como condición de posibilidad para más libertad y más seguridad para todas y todos.

RBG dedicó su vida a pelear por la igualdad en general y, muy particularmente, por la igualdad plena de las mujeres y los hombres. Luchó contra un sistema legal completo que discriminaba a las mujeres alegando protegerlas, y tuvo que hacerlo desde una cancha profundamente dispareja. Desde un tiempo histórico en el que todos los espacios de poder estaban monopolizados por los hombres; desde una sociedad y una cultura en las que la discriminación en contra de la mujeres inscrita y sancionada por la ley aparecía como natural e inamovible; desde una profesión legal que era una fortaleza inaccesible a las mujeres.

En su lucha por la igualdad entre los sexos, en la cual fue singularmente exitosa (a pesar de tenerlo casi todo en contra), Ruth Bader Ginsburg echó mano de un arsenal de recursos sorprendentemente amplio, original y variado. Perseverancia tenaz; capacidad argumentativa sin parangón; solidez y amor abundante en su vida personal; estudio y más estudio; inteligencia estratégica; paciencia, mesura y buen humor; así como una habilidad extraordinaria para inspirar y sumar aliadas y aliados a sus causas. Sus implementos de trabajo cotidiano fueron siempre las palabras precisas y los argumentos espléndidamente construidos. En el fondo, siempre y por encima de todo, la convicción profunda de que, detrás de la fuerza de la ley, está el poder de las razones.

Sus talentos como estratega fueron, también, notabilísimos. ¿A quién, si no a ella, pudiera habérsele ocurrido la genialidad de empezar el desmontaje de la discriminación legal en contra de las mujeres por la defensa de varones para quienes el reparto legalizado de roles, derechos y deberes imponía altos costos? Como ese caso de un viudo reclamando el derecho a recibir los apoyos para poder ocuparse de sus hijos a pesar de no ser mujer con el que RBG logró cimbrar la arquitectura de un sistema legal que, al discriminar sistemáticamente a las mujeres, aprisionaba también a los hombres en posibilidades e imposibilidades fijas (Weinberger v. Wiesenfeld, 1975).

Su camino al máximo tribunal de justicia de Estados Unidos fue una larga y tortuosa carrera de obstáculos. Baste recordar que, al llegar, en 1993, fue apenas la segunda mujer en conseguirlo en el país más rico y desarrollado del mundo. Contribuyeron a ello su claridad de propósito, su fuerza ética, su excepcional brillantez como abogada litigante y como jurista, y su trabajo incansable. Como reconoció una y mil veces, también ayudaron mucho a su llegada a la Corte los esfuerzos persistentes y el apoyo incondicional de su esposo, Marty Ginsburg.

La pérdida inmensa que representa la muerte de RBG es especialmente costosa para Estados Unidos en el momento presente. Su partida deja un vacío moral e intelectual gigante. En términos más concretos, deja una silla vacía en la Suprema Corte estadounidense y lo hace a unas cuantas semanas de las elecciones presidenciales de noviembre. La vacante que deja RBG junto con la mayoría republicana en el Senado abre la posibilidad de que Donald Trump y su partido se empeñen en colocar a un tercer conservador en ese cargo. Si lo consiguen, ello cambiará el balance de poder a favor de los conservadores dentro de la Corte en el largo plazo, y pondrá en riesgo derechos fundamentales para garantizar la igualdad, tales como el derecho a interrumpir el embarazo o el derecho a la salud (Obamacare).

Ante la magnitud de lo que está en juego en términos electorales y de cambios políticos profundos de más largo aliento, no es de sorprender que el proceso de sucesión de Ruth Bader Ginsburg en la Suprema Corte esté radicalizando aún más la, de por sí, muy intensa polarización entre demócratas y republicanos de cara a las elecciones de noviembre. La pregunta en el aire es si esa polarización acentuada beneficiará a los primeros estimulando una mayor participación electoral de las bases demócratas o, bien, a los segundos endureciendo posiciones y limitando el número de indecisas/os cercanos a los republicanos que pudieran optar por apoyar a Joe Biden.

Deseo fervientemente que la luz y el poder de RBG nunca mueran. Que nos sigan orientando e inspirando a todas y todos, especialmente en estos tiempos de miedos y odios enfrentados a muerte, de ciénagas morales, y de batallas que nos empequeñecen y nos empobrecen a todos.

Gracias, RBG, gracias por todos tus trabajos. Gracias por contribuir tanto a darnos un piso menos disparejo a tantas, a tantísimas.

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