Mucho se ha especulado sobre las verdaderas intenciones del presidente López Obrador para que se lleve a cabo la reforma electoral en los términos que la envió al Congreso. Se dice que pretende manejar las elecciones para hacer ganar a los candidatos de Morena -que siempre ganan de todos modos ante una oposición pusilánime- o que desea controlar no solo esta elección federal sino todas las que vendrán, incluida la revocación de mandato del año 2028. Es ingenuo pensar que un animal político, como lo es el presidente, se vaya a retirar a su rancho en Palenque, Chiapas a esperar el juicio de la historia, por lo que desde ahora busca la manera de permanecer en el poder o por lo menos compartirlo después del año 2024.
Soy un convencido de que el PRI, con la hipócrita doble moral que le caracteriza, le dará el pase a Morena para una reforma electoral que sirva a los intereses de AMLO. Lo vimos con el caso de prolongar la presencia del Ejército en labores de seguridad pública hasta el año 2028. Al principio parecía que la fracción priista del Senado no se doblegaría, como lo hizo el abyecto de Alito Moreno y sus diputados, pero al final y luego de algunos cambios cosméticos, el PRI avaló esta reforma.
Es de esperarse que con la reforma electoral pase algo similar, que al principio pretendan los tricolores poner la pierna dura para posteriormente doblegarse dando alguna explicación increíble del porqué decidieron traicionar a una de las instituciones más solidas de nuestro país... por el bien de la patria. Lo único bueno de este movimiento es que, de traicionar el tricolor al INE, se garantizaría la extinción de dicho partido.
Pero si por alguna extraña razón no se hiciera la reforma, el presidente puede dejar acéfalo al INE, no haciendo la propuesta de consejeros que se deben renovar en 2023, entre los que se cuenta el presidente del Consejo General. De ese modo, si el resultado de las elecciones de 2024 no favorece a Morena, siempre podrá argumentar que se trató de una elección ilegal por no estar debidamente integrado el órgano electoral y pedir su anulación.
Pero como se ve remota la posibilidad de que Morena pierda la elección presidencial ante una oposición inexistente, la tentación de López Obrador de mantenerse en la palestra difícilmente se verá satisfecha, ya que su carácter mesiánico y narcisista no le permitirá ubicarse en un segundo plano. Independientemente de que logre la manipulación de su sucesora, deberá de asegurarse que ésta no lo traicione cuando ya tenga la banda tricolor puesta sobre el pecho. Y para ello, el actual presidente de la república, que sin duda alguna es un maestro en esquivar la ley y sus ordenamientos, puede llegar a prolongar de manera totalmente legal el ejercer el poder, por lo menos entre sus incondicionales. López Obrador puede convertirse en el presidente de Morena a partir de 2024 y controlar así a todos los senadores, diputados y gobernadores de dicho partido, asegurando con ello que él seguirá mandando y que no será traicionado por su sucesora. Además de garantizarle a López Obrador continuar detentando el poder de manera indirecta, garantizaría la sobrevivencia de Morena, ya que este partido político tiene como única fuente aglutinadora a la figura del caudillo AMLO, y se ve muy difícil que exista otro líder que pueda evitar la división y balcanización de este partido. Así pues, aunque haya dicho muchas veces que se irá a su rancho, quien esto escribe no le cree y es muy factible que López Obrador halle la manera de quedarse en la palestra del poder aún después de 2024. Aquí hemos presentado solo algunas opciones, quien sabe cuáles y cuántas más aniden en la cabeza de López Obrador.
Twitter: @carlosjaviergon