Carlos Javier Gonzalez

Asesinatos en serie en Xochimilco

Seguramente la indolencia de José Carlos Acosta, alcalde de Xochimilco, se terminaría si en vez de ser perritos los asesinados, fueran personas.

La Constitución de la Ciudad de México fue considerada de vanguardia en su momento al reconocer a los animales como seres sintientes y dar a la autoridad de la capital del país, la obligación de garantizar su bienestar. Sin embargo, parece ser que en este campo se avanza a diversas velocidades, ya que mientras existen instancias muy competentes como la Brigada de Vigilancia Animal (BVA) o la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT) que hacen una labor encomiable para revertir —en la medida de lo posible— el maltrato animal, por otro lado, existen infinidad de animales ferales o ‘callejeritos’ que se encuentran a la merced de la maldad humana y, al no tener amos, dueños o una familia responsable que vea por ellos, son presa fácil de los peores actos por parte de los seres humanos.

Actualmente, se ha ventilado un caso que es muy preocupante en la CDMX, concretamente en la alcaldía Xochimilco, en el parque Nativitas. De manera cada vez más frecuente se encuentran los cadáveres de perritos torturados, lacerados, desollados y mutilados en que les extraen los órganos vitales y dejan sus cuerpos en dicho sitio, como si fueran basura. Esta situación es del conocimiento de las autoridades de la alcaldía, que hasta el momento no han instrumentado ningún tipo de operativo para dar con el o los responsables de estos macabros hechos.

¿Hasta dónde puede llegar la inmundicia humana de atacar a los más indefensos simplemente porque sí? ¿Hasta dónde dejarán las autoridades de Xochimilco y de la Ciudad de México que esta situación continúe valiéndoles un comino la vida de seres vivos y el cumplimiento de su responsabilidad constitucional de velar por los animales? Existen estudios que concluyen que muchos de los asesinos seriales de personas, comenzaron con el maltrato animal, por lo que el temor de muchos pobladores de esa demarcación va más allá de la simple compasión por los animalitos muertos, sino que temen que el o los responsables den un paso más para comenzar a atacar a seres humanos. ¿Y las autoridades? En campaña, en encuestas, en acarreos, es decir, en puras tonterías que no sirven a la sociedad, pero sí a sus dueños, a sus líderes, a sus amos.

Seguramente la indolencia de José Carlos Acosta, alcalde de Xochimilco, se terminaría si en vez de ser perritos los asesinados, fueran personas. Entonces sí, movería lo que tenga que mover, porque las personas sí votan, los perritos no. Pero las autoridades olvidan que quieran o no, tienen que cumplir con sus obligaciones y más cuando éstas son impuestas de manera directa por el texto constitucional, es decir, no tienen opción de no hacerlas. A menos que les valga un pepino, como seguramente pasa en este caso, en que, lo más importante en este momento, no es la defensa de la vida, sino las encuestas, el hueso y la campaña. Qué pobres autoridades tenemos, qué indolencia y valemadrismo. Esto tiene que parar, y tiene que parar ya, porque si no, las consecuencias que deriven de esta negligencia ante los crímenes de animales —que pueden derivar en crímenes de personas— tendrán responsables y deberán ser sancionados… por mucha “Claridad” que deseen.

El autor es abogado experto en administración pública.

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