Carlos Javier Gonzalez

Pet friendly, ¿sí o no?

Los animales de compañía ocupan un papel cada vez más importante en la vida de algunas personas, lo que se ha visto reflejado en su inclusión en aspectos del funcionamiento social.

En las sociedades contemporáneas, los animales de compañía o mascotas ocupan un papel cada vez más importante en la vida de algunas personas, lo que se ha visto reflejado en su inclusión en determinados aspectos del funcionamiento social. De más en más vemos a perritos y otro tipo de mascotas domésticas en franca convivencia con sus tutores que en ocasiones les llegan a considerar como si fueran sus hijos. El concepto perrhijos es muy común y ya casi todo mundo comprende a lo que se refieren quienes expresan este vocablo, sobre todo en las generaciones más jóvenes. En un mayor número de países —que aún son pocos— se comienza a dar protección constitucional a los animales, al considerarlos como seres sintientes a los que el Estado debe dar protección. Recientemente, en Bélgica se aprobó una reforma que otorga protección a los animales apenas semanas después de que en Colombia se prohibieron las corridas de toros en todo su territorio. El mundo camina a varias velocidades, pero de manera preponderante para la protección de los animales. Nuestro país no se queda atrás, hay que recordar que la Constitución de la Ciudad de México reconoce a los animales como seres vivos sintientes y les otorga protección, mediante instituciones de reciente creación, pero que en muchas ocasiones han tenido un desempeño y resultados sobresalientes, como la Brigada de Vigilancia Animal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la PAOT (Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial). Es verdad que no es fácil satisfacer a todos los denunciantes en una ciudad en la que el maltrato animal es desbordante y en la que los rescatistas independientes no se dan abasto para poder ayudar a estos pobres animales indefensos a la merced de una serie de sádicos inconscientes que los maltratan, en ocasiones por el puro gusto de hacerlo. Es lamentable la existencia de fenómenos como el asesino serial de perros de Xochimilco en el parque Nativitas, que ha sido denunciado en múltiples ocasiones —incluyendo este espacio— y sobre el que no hay ningún tipo de avance. No obstante estas fallas evidentes, pareciera entonces que México se mueve en la dirección mundial de la inclusión interespecies.

Es por ello que llama la atención de quien esto escribe un debate al que asistí de manera tangencial en las redes sociales en que muchas personas con argumentos de todo tipo —unos sensatos y otros irreflexivos— quisieran que esta incorporación de los animales de compañía en nuestra ciudad se viera limitada, ya que en ocasiones existen personas amantes de los animales que no parecieran tener apego por ningún tipo de reglas e incluso, no parecieran tener sentido común. En ese debate se hablaban de casos en que en lugares pet friendly se habían dado altercados entre mascotas que en ocasiones habían lesionado a personas ahí presentes. Esto se ha repetido en parques, calles, aviones y otros sitios públicos, porque según trascendió muchos de estos dueños de animales, simplemente no toman las medidas de seguridad necesarias. Los pasean sin correa, los meten a lugares sin estar atentos de ellos e incluso, los dejan en manos de paseadores que llevan hasta diez perros en cada mano, lo que hace imposible que se les controle. Las propuestas van desde que se prohíba por completo el acceso con animales a lugares públicos hasta los que dicen que aquellos que no quieren sufrir riesgos simplemente no se acerquen a dichos sitios pet friendly. Es un debate que no es menor, ya que habrá que conciliar los derechos de unos y otros para una convivencia armónica en que reconozcamos el derecho a la vida digna de nuestros animalitos de compañía. Sin duda, es una gran interrogante: Pet friendly, ¿sí o no?

COLUMNAS ANTERIORES

Madre Roof, ¿matando a la Roma?
La verdadera transformación, no la de cuarta

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.