Carlos Ruiz Gonzalez

Una guía para envejecer

A medida que se envejece, se viva una vida examinada, que va aceptando y adoptando sus nuevas capacidades en lugar de enfurecerse contra las anteriores, (esas que va perdiendo).

“El paso de los años es inevitable, envejecer es opcional”.

Arthur C. Brooks (Estados Unidos, 1964) es un personaje muy interesante. Siendo joven fue concertista de corno francés, tocó en un quinteto de Baltimore y en la orquesta de la ciudad de Barcelona, pero a los 30 años le dio un giro a su carrera: estudió economía (licenciatura, maestría y doctorado) y empezó a trabajar para la RAND Corporation, el laboratorio de ideas formado por un grupo de académicos expertos en análisis y formulación de políticas.

Posteriormente fue profesor de políticas públicas en la Syracuse University y en 2008 fue nombrado presidente del American Enterprise Institute. En 2013, invitó ahí al Dalai Lama a hablar de felicidad, libre empresa y desarrollo humano. Seis años después regresó a la academia como profesor de la Harvard Kennedy School y de la Harvard Business School.

Estamos frente a un especialista en ciencias sociales, músico, columnista que escribe en The Atlantic y en el New York Times y autor de 12 libros. Brooks se define como independiente de centro derecha y ‘libertariano’. Además, es converso al catolicismo; criado en el protestantismo, la banda de la preparatoria en donde tocaba hizo un viaje a la Ciudad de México donde, dice, tuvo una experiencia de conversión en la Basílica de Guadalupe.

Este año publicó un libro muy interesante: From Strength to Strength: Finding Success, Happiness, and Deep Purpose in the Second Half of Life (De fuerza en fuerza: encontrar el éxito, la felicidad y un propósito profundo en la segunda mitad de la vida) con la editorial Portfolio, en Estados Unidos, en donde nos presenta una ‘guía para envejecer’.

Envejecer, algo a los que nos enfrentaremos tarde o temprano. Un libro interesante, serio y optimista sobre un tema que él, personalmente, ha vivido.

Y si bien, es cierto que nuestras capacidades empiezan a “decaer” con la edad, Brooks afirma que, a medida que envejecemos, también ganamos poderes. Se basa en el trabajo del psicólogo británico Raymond Cattell que, en 1971, afirmó que las personas poseen dos tipos de inteligencia en una mezcla que varía con la edad.

Brooks escribe: “La primera es la inteligencia fluida, que Cattell definió como la capacidad de razonar, pensar con flexibilidad y resolver problemas novedosos. Es lo que comúnmente consideramos inteligencia pura…”. Los innovadores suelen tener esta inteligencia fluida en abundancia. Cattell también señaló “esta inteligencia es muy fuerte en la juventud y va disminuyendo a partir de los treinta, cuarenta años”.

El segundo tipo de inteligencia de Cattell es la “inteligencia cristalizada”, o la capacidad de usar la enorme reserva de conocimiento de uno. En otras palabras, escribe Brooks: “cuando eres joven, tienes una inteligencia pura; cuando seas viejo, tendrás sabiduría”.

La inteligencia cristalizada parece que crece con la edad y tiende a convertir a las personas mayores en mejores historiadores y maestros. Brooks argumenta que los grandes triunfadores, tarde o temprano, tienen que renunciar a roles que son en gran parte analíticos o que dependen del pensamiento rápido en favor de roles que explotan su capacidad superior para reunir y aplicar lo que saben, y así ayudar a los jóvenes.

En este tema, Brooks cita al estadista y filósofo romano Cicerón, quien creía que, mientras los ancianos deberían “reducir sus trabajos físicos”, al mismo tiempo “sus actividades mentales deberían aumentar. Deben esforzarse, mediante su consejo y sabiduría práctica y así dar el mayor servicio posible a sus amigos y a los jóvenes”.

Así, Brooks siguió su propio consejo: renunció como director del American Enterprise Institute a los 50 años y ahora enseña en Harvard. Sin embargo, afirma: “No los exhorto a odiar y rechazar el mundo, ni a vivir como un ermitaño en una cueva. No hay nada malo o vergonzoso en la abundancia material del mundo, y hacemos bien en disfrutarla”.

En lugar de, como muchos, escribir una lista de deseos, Brooks decidió que enseñaría, reduciría sus necesidades y se centraría en las personas. Coincidiendo con los que escriben sobre la felicidad, Brooks insiste enfáticamente en invertir en las relaciones humanas, un área difícil para los directores. Las amistades son algo que hay que trabajar, dice el autor, y sorprende lo poco que a la gente le interesa.

Brooks nos muestra el camino, un camino que él mismo ha seguido, y quizá por eso puede recomendarlo: que, a medida que se envejece, se viva una vida examinada, que va aceptando y adoptando sus nuevas capacidades en lugar de enfurecerse contra las anteriores, (esas que va perdiendo). Además, cierra con una filosofía de tres ideas:

1. Aprovecha lo que tienes.

2. Ama a las personas.

3. Adora (rinde culto) a lo divino.

Brooks deja que cada uno de nosotros decidamos la parte divina por nosotros mismos. Se entiende pues todo el mundo puede tener un propósito profundo, con o sin religión, y envejecer puede ayudarte a concentrarte en este.

“Las sociedades envejecidas y las bajas tasas de natalidad implican que los directores se van a tener que acostumbrar a contratar y gestionar trabajadores mayores”.

* El autor es Profesor Decano del Área de Política de Empresa (Estrategia y Dirección) en el IPADE.

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