Trabajar le da significado y propósito a tu vida,
de hecho, tu vida estaría vacía sin el trabajo.
Stephen Hawking (1942-2018)
A pesar de que actualmente hay muchas ofertas de empleo, a las empresas les está costando trabajo llenar esas vacantes. Ya Enrique Quintana, en su editorial del pasado viernes 15 de julio, nos daba algunas razones. Una que me parece sumamente importante es la primera que señaló: “Hay un cambio de preferencia por el ocio respecto al trabajo”.
La pandemia demostró a muchos que pueden trabajar (y producir) a distancia, sin perder el tiempo en embotellamientos de tráfico que pueden sumar muchas horas a la semana y que, además, pueden generar mal humor, sufrir la agresividad de otros conductores y el sentimiento de estar, precisamente, perdiendo el tiempo.
Quienes han logrado manejar bien el equilibrio trabajo/labores domésticas, algo que no es fácil, no están dispuestos a volver a un trabajo 100 por ciento presencial. Han aprendido a apreciar una vida menos estresante, más relajada, con mejores momentos ‘de ocio’, sin que ello signifique disminuir la eficacia o la calidad de su trabajo.
Muchas empresas lo entienden y dan facilidades a sus colaboradores para que puedan tener trabajo ‘híbrido’; algunas, incluso se han dado cuenta de que tener oficinas suntuosas en zonas caras de la ciudad no es indispensable y que prescindir de ellas reduce los costos sensiblemente. Conozco empresas que, de plano, han cerrado sus oficinas, hay otras que han cambiado de ubicación a zonas menos caras (o donde están sus almacenes) o simplemente han achicado los espacios que rentaban.
Como siempre sucede en caso de cambios abruptos (y vaya que la pandemia fue un cambio muy abrupto), los primeros que se adapten a las nuevas circunstancias serán los que mejor las aprovechen y tomarán ventaja.
Así que, ante la escasez de mano de obra, quizás habría que recurrir a trabajadores más experimentados, más de la ‘tercera edad’.
Antes de la pandemia, era común afirmar que quienes rebasaban los 40-45 años ya se veían maduros; lo cierto es que, conforme vamos envejeciendo (o madurando), también cambia nuestro punto de referencia. Para muestra, los primeros millennials, nacidos en 1980, ya tienen 42 años cumplidos. Ni modo, hay que aprovechar lo que hay.
Por el lado de la fuerza laboral, hay que hacerse el planteamiento. ¿No se suponía que a los 65 años ya íbamos a empezar una vida más relajada, viajes, golf, etcétera? Sin embargo, hay diversos estudios que demuestran que las dolencias, enfermedades e incluso los ataques cardiacos se incrementen entre las personas que abruptamente se retiran.
Tenemos entonces una pequeña ‘tormenta perfecta’: los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1970) están llegando a la edad de retiro sin que haya suficientes millennials para reemplazarlos. Además, hay que considerar dos hechos del entorno.
Para empezar, la gente vive más tiempo. Según datos del Inegi, la esperanza promedio de vida en México que en 1950 era de 46 años, aumentó a 61 años en 1970, a 74 en el año 2000 y para 2019 se ubicó en 75 años.
A esto hay que añadir que un buen porcentaje de la población de más de 65 años carece de pensión o recibe una insuficiente, por lo tanto, tiene la necesidad de trabajar.
Es cierto que va a haber importantes incrementos en la productividad de las personas y en la automatización del trabajo. ¿Ya tuvo su primera experiencia solicitando información a un ‘robot’? No es tan traumático y es algo que hace poco hubiéramos considerado ciencia ficción pura.
Tenemos entonces los elementos de nuestra ‘tormenta perfecta’:
Hay vacantes y no se están llenando.
El trabajo a distancia llegó para quedarse (y hay quienes lo hacen muy bien).
Los adultos de más de 65 años, los ‘grises’ (en inglés grays), no están tan convencidos de querer dejar de trabajar, todavía les queda tiempo de ser productivos, de aportar. Finalmente, el trabajo no deja de ser una actividad que, bien enfocada, nos desarrolla.
Hay muchos que tienen que trabajar para mantenerse por carecer de una pensión adecuada.
Así que, como afirma el dicho, “se juntaron el hambre y las ganas de comer”. Bien harán las empresas (esta es una clara oportunidad) en aprovechar a estos nuevos trabajadores, y bien harán estos ‘nuevos’ trabajadores en aprovechar las oportunidades que se han abierto.
Se nos acaba el espacio y no hemos agotado el tema, continuaremos en la próxima columna.
El autor es profesor decano del área de Política de Empresa (Estrategia y Dirección) en el IPADE.