Carlos Serrano Herrera

Política monetaria inefectiva ante cuellos de botella

Lo que debe analizarse, es cuál es la mejor combinación de políticas para enfrentar el problema de la elevada inflación. La política monetaria es inefectiva ante los cuellos de botella.

Economista en Jefe de BBVA México

La inflación en la mayoría de los países está en niveles significativamente más elevados que los observados en la última década y por encima de los objetivos de sus respectivos bancos centrales. En Estados Unidos, que durante la última década vio como su tasa de inflación se ubicó consistentemente por debajo del objetivo de 2.0 por ciento de la Reserva Federal (o la Fed), la inflación en septiembre pasado fue de 5.4 por ciento. En México, donde el objetivo de Banco de México es de 3.0 por ciento, la inflación fue de 6.0 por ciento anual en el mismo mes.

La gran discusión que hoy ocupa a economistas y analistas a nivel global es si se trata o no de un fenómeno temporal. De entrada, conviene apuntar que “temporal” probablemente no sea el término más afortunado por ambiguo e inexacto. Después de todo, incluso la inflación de Estados Unidos en los setenta fue “temporal”. Al respecto, creo que es más productivo entender la naturaleza de las causas de esta mayor inflación para poder determinar si se trata de un fenómeno estructural y, sobre todo, cuáles deben de ser las medidas de política para enfrentarla.

La elevada inflación mundial obedece en buena medida a los cuellos de botella en las cadenas de suministro de bienes manufacturados ante una fuerte alza de su demanda y problemas logísticos tras un año y medio de pandemia. Los puertos en el mundo están congestionados, con las embarcaciones esperando por días antes de descargar mercancías, como sucede en Los Ángeles y Long Beach, donde además se registra una falta de estibadores. Asimismo, en tierra también hay cuellos de botella ante la menor oferta de transportistas en países como Estados Unidos y el Reino Unido. Estos cuellos de botella son resultado de la pandemia: por un lado medidas de distanciamiento social que implican que puertos y embarcaciones no puedan operar a toda su capacidad, y por otra un aumento inusual en la demanda por bienes manufacturados que es resultado de la disminución en el consumo de servicios debido a las mencionadas medidas de distanciamiento social. Las personas salen menos a comer fuera, pero entonces compran más utensilios de cocina; han dejado de ir a los gimnasios, pero entonces compran equipo para ejercitarse en casa. La razón por la que estos fenómenos no son estructurales es porque eventualmente la pandemia estará bajo control y las cadenas de valor podrán operar con capacidad normal y las personas van a rebalancear su consumo desde los bienes a los servicios −no se comprarán equipos de ejercicios y computadoras en forma recurrente.

La inflación también es elevada debido a los altos precios de los energéticos que a su vez obedecen a asuntos geopolíticos y a que la transición hacia energías más limpias no está siendo lo gradual y ordenada que se esperaba.

El que la alta inflación no sea estructural y no se explique por presiones de demanda agregada no significa que no sea un problema y que no se deban implementar políticas para atacarla. La mayor inflación resulta en pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores. Además, complica las decisiones de inversión de las empresas e implica un riesgo de que eventualmente las expectativas de inflación aumenten, lo cual puede a su vez generar una mayor inflación.

Lo que debe analizarse, es cuál es la mejor combinación de políticas para enfrentar el problema. La política monetaria es inefectiva ante estos cuellos de botella. Si los bancos centrales suben sus tasas, no harán nada por resolver el congestionamiento en los puertos del mundo. Estos episodios inflacionarios no se explican por un exceso de crédito y, en ese sentido encarecer el crédito no los desaparecerá y, por el contrario, puede retrasar la recuperación. Además, en situaciones de escasez, es sano que los precios de los bienes en cuestión aumenten, pues así se lanza una señal de que su producción debe aumentar. Esto implica que los puertos puedan operar más horas o que se adquieran más buques, por ejemplo. No es deseable interferir con esas señales que envían los precios, siempre y cuando el aumento no sea generalizado en todos los bienes o las expectativas se desanclen, lo cual no ha sido el caso ni en México, ni en Estados Unidos.

El aumento de la inflación se explica por la pandemia. Lo mejor que pueden hacer los gobiernos para resolverlo es intensificar la vacunación en lugar de apretar la política monetaria.

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