La pandemia de COVID se tradujo en un colapso sin precedentes tanto en la oferta como en la demanda agregada para la mayoría de las economías del mundo. Este colapso económico, aunado a la incertidumbre en torno a la nueva enfermedad y sus posibles efectos y duración, desembocó en disrupciones en los mercados financieros globales debido al enorme aumento en la aversión al riesgo que provocó y que llevó a los inversionistas a demandar únicamente los activos más líquidos, en especial el efectivo. Incluso el mercado más líquido del mundo, el de bonos gubernamentales de Estados Unidos, experimentó periodos de iliquidez.
Para afrontar esta grave coyuntura, la Reserva Federal de Estados Unidos (la Fed) llevó a cabo la expansión monetaria más potente en su historia. No solamente redujo la tasa de política monetaria a un rango entre cero y 0.25 por ciento en tiempo récord, sino que además implementó un programa de compra de bonos tanto del Tesoro estadounidense como respaldados por hipotecas. Estas medidas fueron acertadas pues permitieron que el correcto funcionamiento de los mercados de crédito se restableciera en poco tiempo, ayudando así a mitigar el impacto de la pandemia en la actividad económica.
En esta coyuntura, en que la economía de Estados Unidos ha recuperado su nivel prepandemia, que la tasa de desempleo se ha normalizado y que los mercados financieros, en particular el de bonos respaldados por hipotecas, funcionan con toda normalidad y la inflación está en sus niveles más elevados en los últimos 40 años, la Fed comenzará el proceso de retiro de los estímulos monetarios ya mencionados. Según lo señalado en la conferencia de prensa del día de ayer, todo indica que pronto empezarán a aumentar la tasa de política monetaria y que al poco tiempo empezarán a reducir gradualmente el tamaño de su balance.
Hay que señalar que la elevada inflación obedece a factores de oferta como son los cuellos de botella en las cadenas globales de suministro, ante los que la política monetaria no es efectiva, así como a algunos factores de demanda temporales, como lo fueron la serie de apoyos fiscales que el gobierno entregó a la población que en su mayoría han expirado. Esto implicará, muy probablemente, que la inflación tenga una trayectoria descendente este año, lo que le permitirá a la Fed retirar los estímulos con gradualidad.
En BBVA Research estimamos que la Fed aumentará la tasa de interés en cuatro ocasiones este año (comenzando en marzo), en 25 puntos base en cada ocasión y que repetirá la misma dosis en 2023. Además, en el verano deberían empezar con el proceso gradual de reducción del balance al ya no renovar vencimientos de los bonos que adquirió. Esta medida será especialmente relevante pues tendrá una mayor incidencia en las tasas de largo plazo, lo cual puede contribuir a un gradual endurecimiento de las condiciones financieras. Hasta el momento, la anticipación de una mayor tasa de corto plazo no ha tenido efectos significativos en las tasas de largo plazo.
Anteriores episodios en que la Fed ha iniciado ciclos alcistas en sus tasas de interés han resultado en episodios de volatilidad financiera en mercados emergentes, en los que las monedas se debilitan frente al dólar y en donde hay menor disposición de financiamiento. Esta dinámica puede potenciarse ahora con la reducción en la tenencia de bonos de largo plazo planeada por la Fed.
Si bien es difícil que México escape a esta situación, me parece que los efectos serán más limitados que en la mayoría de países emergentes debido a varios factores. Primero, México ya experimentó una salida de flujos de portafolio en 2020 y 2021 sin que esto haya resultado en disrupciones significativas en los mercados de bonos debido a que el país cuenta con un mercado de capitales profundo que contrarrestó dicha salida. Segundo, porque México no tiene desequilibrios externos significativos: tiene un déficit de cuenta corriente muy reducido cuyo financiamiento no representa mayores problemas. Y tercero, porque cuenta con un Banco Central independiente con elevados niveles de reservas internacionales y un tipo de cambio flexible que contribuye a mitigar choques externos como puede ser un ciclo alcista de la Fed. Vienen épocas de turbulencia, pero México está mejor preparado que la mayoría de economías emergentes para enfrentarlas.
El autor es conomista en jefe de BBVA México.