En mi más reciente columna explicaba por qué creo que 2023 será peor que 2022 en términos del crecimiento económico de México: la desaceleración que experimentará la economía de Estados Unidos, la política monetaria más restrictiva y el posible deterioro de los salarios reales debido a la elevada inflación.
Sin embargo, me parece que las perspectivas de la economía mexicana en el mediano plazo, si se adoptaran políticas públicas adecuadas, podrían ser muy buenas y el país podría crecer a tasas significativamente más altas que las observadas en las últimas décadas.
Esto se debe a que estamos en una coyuntura única para poder atraer inversión extranjera directa y ganar cuota de mercado en Estados Unidos y eventualmente en otras regiones del mundo. En primer lugar, debido al fenómeno de relocalización o nearshoring que significa que las empresas estadounidenses quieren reducir la concentración de sus cadenas de proveeduría a China. Estos riesgos se percibían desde hace unos años cuando el entonces presidente Trump inició una guerra comercial contra el país asiático, imponiéndoles aranceles muy elevados a un número considerable de productos, pero se acentuaron tras la pandemia cuando los cuellos de botella en las cadenas de distribución global aumentaron significativamente los precios de transportar mercancías de Asia a América. En adición, se percibe que demográficamente China ya no será tan atractiva para que este país continúe siendo un centro manufacturero global debido al envejecimiento poblacional que ha experimentado, resultado del mantenimiento durante décadas de la política que permitía tener solamente un hijo por pareja.
Al nearshoring se suma el fenómeno denominado allyshoring o localización hacia países aliados. Las empresas de Estados Unidos quieren reducir la dependencia en sus cadenas de suministro a países que puedan ser objeto de sanciones por cuestiones geopolíticas. Desde luego China, sobre todo ahora que se han agudizado las tensiones con Taiwán, es un país que representa un riesgo importante en este aspecto, pero también lo son India, Turquía y Brasil, que en el conflicto entre Ucrania y Rusia se han alineado más con esta última. En particular, Estados Unidos compite por la supremacía tecnológica, económica y militar globales.
México debería ser el país más beneficiado del mundo por estos fenómenos de nearshoring y allyshoring. Esto gracias a la proximidad geográfica con Estados Unidos; a las cadenas de valor desarrolladas en los últimos 25 años; a la gran calidad de los trabajadores mexicanos; a que tiene un tratado comercial moderno con sus socios de América del Norte; al enorme potencial para producir energía barata y no contaminante y a que, hasta ahora al menos, se le considera un país alineado con los intereses de las democracias liberales de Occidente.
No obstante, y a pesar de todas estas ventajas, actualmente México está perdiendo la batalla por el nearshoring y el allyshoring. Países como Vietnam y Taiwán han capturado un mayor porcentaje de la inversión y de la cuota de mercado que ha perdido China en los últimos años.
Me parece que esto obedece a la incertidumbre que han generado algunas políticas públicas, particularmente la política energética de la presente administración que es vista por EU y Canadá como violatoria del tratado comercial y que no permite a sus empresas determinar si podrán contar con un suministro confiable de electricidad a precios competitivos y que contribuya a reducir el calentamiento global.
Si se adoptara una política energética que permitiera la generación de electricidad limpia, que mantuviera abierto el sector a la inversión privada, generando mayor certidumbre para la inversión, en particular lanzando la señal de que en México se respetan los contratos y que las reglas del juego no se cambian a mitad del partido, nuestro país podría captar mucho más inversión en los próximos años e insertarse en la producción de tecnologías de alto valor, aumentando con esto la productividad y el crecimiento. Ello nos llevaría a crecer a tasas mucho más altas y a reducir los niveles de pobreza.
El autor es economista en jefe de BBVA México.